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El buen arte portugués como anfitrión

  • Más de cincuenta galerías se dieron cita en la tercera edición del ARCO luso en la Cordoaria Nacional, con importante presencia tanto de nombres autóctonos como españoles

La galería polaca BWA Warszawa obtuvo el Premio al Mejor Stand.

La galería polaca BWA Warszawa obtuvo el Premio al Mejor Stand. / b.p.

Lisboa es siempre un gozo absoluto para el alma e introducirse en la belleza de su decadente existencia es transportarte a una realidad superior. Pero ni el tiempo ni el objetivo daban para algo más que no fuera el trabajo sistemático en torno a esta tercera edición de ARCO Lisboa. Habría que dejar el deambular pausado por aquellas calles donde se siente el transcurrir de un pretérito ilustre, volver al Tavares de Eça de Queirós en el Chiado o seguir andando tras las huellas de la apasionante saga de Os Maia. El arte y sus circunstancias nos devolvieron a una realidad inmediata.

Junto al Tajo, cerca de la Torre de Belém se encuentra un gran edificio que fue establecimiento de la marina portuguesa y una de las muchas estancias portuarias que, todavía, se conservan a orillas del gran río hispanoluso. Era la Cordoaria Nacional lugar destinado a la fabricación de las velas, los cabos, las banderas y demás elementos textiles para los barcos portugueses. A finales de la anterior centuria fue rehabilitado, pasando a engrosar la infraestructura expositiva de la capital de Portugal. El amplio espacio acoge la tercera edición de este ARCO viajero que recala en Lisboa conformando una feria no excesivamente grande pero con mucho acierto y clarividencia. En el bello espacio central abierto al exterior y a la particular luminosidad de Lisboa se presentaban las cincuenta y una galerías seleccionadas para el programa general, con Portugal y España como países con mayor representación; galerías portuguesas de mucho prestigio - Filomena Soares, Pedro Oliveira, Fernando Santos, Quadrado Azul, Nuno Centeno, Presença, Cristina Guerra, Carolina Pages, por citar sólo algunas -; importantes españolas -las madrileñas Juana de Aizpuru, Elba Benítez, Espacio Mínimo, Fernández Brasso, Helga de Alvear, Leandro Navarro, Max Estrella o Moisés Pérez de Albéniz; las barcelonesas Angels Barcelona y Senda; las santanderinas Juan Silió y José de la Fuente; la mallorquina Sala Pelaires o la tinerfeña Leyendecker -. Además, stands de Brasil, Argentina, Reino Unido, Polonia, Alemania y Rusia.

Al que esto les escribe, que empezó visitando ARCO en Madrid cuando su realidad iniciaba su andadura -las primeras ferias fueron en los Pabellones de la Castellana, para continuar en aquel entrañable Palacio de Cristal de la Casa de Campo y terminar en el Campo de las Naciones y sus amplias instalaciones-, las estancias de la Cordoaria Nacional le han parecido íntimas y totalmente abarcables. La primera visión que uno se lleva es la de una feria al uso; sin embargo, la luminosidad de los espacios le dan un sello especial, aunque los planteamientos organizativos de IFEMA, la marca de la institución madrileña, sean indiscutibles y muestren su habitual dimensión y personalidad. Artísticamente, también, la feria lisboeta dejaba entrever la manifiesta realidad de la presencia del arte portugués con ese sentido especialísimo que desprende la plástica que se realiza en el país vecino. La referencia de los grandes del arte luso -Pedro Cabrita Reis, Helena Almeida, Pedro Calapez, Juliao Sarmento, Pedro Proença, José Pedro Croft o Joana Vasconcelos, como ejemplos más significativos, presentes en varias galerías de importancia- fluía en el ambiente de lo que fue fábrica de efectos navales. Junto a su presencia en muchas galerías, otros nombres de artistas portugueses presentaban su trabajo de amplio espectro y mucha variedad compositiva: Joao María Gusmao Pedro Paiva y Joao Onofre ( Cristina Guerra), Joao Louro ( Fernando Santos ), Nuno Nunes Ferreira ( Juan Silió ), Nuno Cera y Rui Sánchez ( Miguel Nabinho ), Jorge Molder (Pedro Oliveira ), Marisa Ferreira ( Presença ), Fernanda Fragateiro (Elba Benítez), Rui Toscano (Moisés Pérez de Albéniz ), Gil Heitor Cortesao ( Pedro Cera ), Pedro Barateiro (Filomena Soares) o Gonçalo Sena (Quadrado Azul).

La presencia española era, como no podía ser de otra manera, bastante manifiesta y se han podido encontrar momentos de importancia en este discurrir artístico de muy amplia proyección. Como es habitual en las ferias donde comparece, la galería Espacio Mínimo mostraba un stand lleno de interés, donde todo estaba rigurosamente estructurado y las obras de Teresa Lanceta, Miguel Ángel Gaüeca, Mauro Piva, Ana Vidigal, Anne Berning y Liliana Porter, ofrecían calidad y trascendencia. Fernández-Brasso mostraba obras sobre papel de Antonio Saura y una selección de retratos de Carmen Calvo. Importante el proyecto de Esther Ferrer que presentaba la galería Angels Barcelona. Muy completo el stand de la galería Carreras Múgica de Bilbao con obras de Eduardo Chillida, Ángela de la Cruz, Pello Irazu, Asier Mendizábal y Richard Serra. La veteranía de Helga de Alvear se ponía de manifiesto en un stand redondo con Helena Almeida, José Pedro Croft, Prudencia Irazábal, James Casebere y Ángela de la Cruz. Lo mismo que la gran Juana de Aizpuru que desembarcaba en Lisboa con toda su mejor artillería artística -obras de Wolfgang Tillmans, Alicia Framis, Philipp Fröhlich, Sol Lewitt, Yasumasa Morimura o Cristina Lucas, entre otros-.

No podía terminar este recorrido por la Feria lisboeta con la mención de la galería polaca BWA Warszawa que presentaba un completo stand que no sólo llamó la unánime atención del público aficionado sino que mereció el premio al Mejor Stand. En él se presentaba obras de Adam Adach, Agnieszka Kalinowska, Slawomir Pawszak e Iza Tarasewicz; artistas desconocidos pero que ofertaban desarrollos de un arte con mucho carácter.

Varias circunstancias coinciden para que ARCO Lisboa sea una feria de muchísimo interés. En primer lugar venía avalada por la organización de IFEMA; tiene unas medidas muy asequibles, sin la magnitud de otras convocatorias de este tipo -ARCO, BASEL, la FIAC de París o Londres- que te absorbe y limita la correcta contemplación; la selección de galerías es rigurosa y correcta; el espacio de la Cordoaria Nacional es atractivo, posibilitando el encuentro con el mejor arte contemporáneo del país vecino y, por último, permite el feliz encuentro con la magnificencia de Lisboa, una ciudad a la que siempre es un placer volver, aunque, como en esta ocasión, no hayamos podido seguir la vieja ruta de la familia Maia por el Chiado.

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