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El cantautor de interiores

Sala: El Tren. Aforo: 700 personas (completo).

Quique González ha conseguido a base de tesón, humildad y honestidad convertir cada una de sus numerosas visitas a nuestras salas en un pequeño éxito con el que refuerza los lazos sentimentales que lo unen a sus seguidores, tal vez no demasiado numerosos pero incondicionales. Una mini legión creciente y apasionada. Estas palabras corresponden al comienzo de la crítica que publicamos de un concierto del madrileño hace justamente 3 años en otra sala de la ciudad. Decíamos entonces que sus seguidores formaban una mini legión creciente y parece que en eso acertamos pues el domingo la sala El Tren presentaba un aspecto de lleno absoluto y poco debió faltar para colgar el cartel de no hay billetes. Con su octavo disco, Daiquiri Blues recién estrenado y apenas comenzada la gira de presentación, su trayectoria ha sido tendida a lo largo de los 11 años transcurridos desde su debut y siempre en ligero ascenso, con pasos lentos pero seguros. González no ha perdido el tiempo en mirar hacia los lados para ver como les va a sus competidores. No es ese su estilo.

Él mira hacia el interior donde encuentra el material para crear sus canciones y donde obtiene el impulso para avanzar sin perderse en los superfluos vaivenes del mercado. Por eso su carrera ha ido creciendo peldaño a peldaño. El domingo se presentó más convencido y convincente que nunca arropado por la mejor banda con la que ha contado hasta la fecha. Por supuesto alternó, como suele ser habitual, los pasajes en que se hace acompañar magistralmente por ella con otros que se reserva para encontrarse a solas con su guitarra y cada uno de sus oyentes. Siempre será un cantautor de interiores en busca de la complicidad con cada uno de sus oyentes. Para su detractores ello no es sino la demostración de que lo suyo no pasa de ser un impecable ejercicio de estilo, de arreglos precisos y preciosistas, eso sí, pero sin grandes alardes. Pero invitó a subir al escenario a un Miguel Ríos que fue recibido con una gran ovación y que elevó el pulso de su actuación. Al decano de los roqueros granadinos le bastaron un par de estrofas para dejar constancia de su maestría vocal. Pero ni su presencia alteró el pulso contenido de Quique González, siempre generoso.

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