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La carne de las palabras

  • El Béjart Ballet Lausanne llena el Teatro del Generalife con su personal homenaje al fundador de la compañía. Se cumplen 30 años del nacimiento del ballet y 10 de la muerte de su creador

La carne de las palabras

La carne de las palabras

¿A quién en su sano juicio se le podría ocurrir utilizar el I was born to love you de Queen como banda sonora de un espectáculo de danza? ¿A quién se le pasaría por la cabeza volver a situar al hombre como epicentro de la trama, cuerpo consciente, sensual y devorador? Ambas respuestas se solidifican en un nombre: Maurice Béjart. Uno de los fundadores de la danza contemporánea.

De este bailarín y coreógrafo han quedado mil teorías artísticas y estéticas y cientos de referencias a su estilo y mente genial. Pero quizás lo que más perdure sea el recuerdo que guarda de él su compañía de danza, la Béjart Ballet Laussane.

El show, de más de dos horas, dejó en el escenario el sabor de la danza moderna

Precisamente con el propósito de rendir honores al mestro, sus discípulos recalaron anoche en Granada con el espectáculo que conmemora a Maurice Béjart. Un show dividido en dos partes y con dos espíritus diferentes que durante más de dos horas -descanso incluido- dejó en el escenario del Teatro del Generalife el sabor preciso de la danza moderna.

El ballet que cuenta con la dirección de Gil Roman desde 2007 inició los actos de tributo de su fundador en 2016. El director forma parte de esta familia de danza desde 1979, cuando ingresó como bailarín. Fue en 1992 cuando debutó como ayudante y previsto sucesor del maestro Béjart. Roman ha demostrado ejercer su cargo de manera ejemplar: su lema es mantener vivo el espíritu y la filosofía de las creaciones de Béjart y no sólo sus coreografías.

Pese a las voces críticas que recelaban de la capacidad de este ballet de mantenerse vivo tras la muerte de su autor. El Bérjart puede presumir de no conseguir otear horizontes y sobre todo, de haber sabido mantenerse en esa cuerda de funambulista que separa la nueva creación y el respeto de preservar el legado coreográfico.

Con este espíritu se presentó anoche un programa especial, estrenado en diciembre pasado y que conmemora los dos importantes aniversarios que celebran en 2017: los 30 años de la fundación del ballet y el décimo aniversario de la muerte de Béjart.

La primera parte t'M et variations..., firmada por Gil Roman, trajo a escena versos hechos gracilidad. Con cinco bailarines en los primeros minutos que fueron la carne de las palabras. Una declaración para Maurice Béjart con banda sonora de la mano de los mismísimos Nick Cave y Warren Ellis y música en vivo en escena de Thierry Hochstätter y jB Meier (Citypercussion).

A ratos grácil, a ratos espamódica esta primera coreografía está concebida como un diario en el que se desarrolla una relación tan íntima que traspasa, que puede meterte dentro del otro y de la necesidad abisal de la que nace la danza y en la que sobre todo triunfa la vida. Un tifón de emociones manufacturado por este ballet con sede en Bélgica.

Segunda escena: un banco preside el espacio y tres personas hacen del mobiliario un pedazo de existencia. La música cambia, coge color y adquiere una forma más precisa. Otro trío entra. Seduce y altera la consciencia con movimientos tensos, a veces arrítmicos. Y aún así seduce. Esto es danza, es música y es composición.

Llega el turno masculino , con cursiva, negrita y mayúscula. Danza de hombre a hombre. Líquida de sinceridad y en colores añil. Pieza a pieza y con la música como narradora plena y consciente, los actores se sucedían, se agrupaban y creaban universos de extremidades vivas y voraces.

Gil Roman escribió mil garabatos de amor a la vida de su maestro y sobre todo a la danza.

En el centro del escenario una lucha de sexos. Ellas contra ellos. Y otra vez naturaleza en estado puro. Aumenta el ritmo de la percusión y la tensión de su mano. Nace en la resonancia un ritmo frenético y todo llega a su conclusión. Luz y en el centro de la escenografía se atropella el fin del combate. Aplausos y con el nervio aún presente en el cuerpo acaba la primera parte.

La segunda parte fue Maurice Béjart, su universo y algunas de sus mejores creaciones. Béjart fête Maurice fue vibrante, latente. Una panorámica del legado del creador. Con música que araña todas las sensibilidades y autorías tan transgeneracionales que trajeron a un mismo plano a Ludwig van Beethoven, Anton Webern, Richard Heuberger, Gioachino Rossini, Johann Strauss (hijo), Le Bars, música tradicional judía, hindú, africana y pigmea.

El programa de esta segunda parte recoge extractos de las coreografías de Maurice Béjart interconectadas que comenzaron con la Premiere Symphonie. Con la segunda, Héliogabale se abrió la puerta a un universo grácil, elegante y sensible que Im Chambre séparée, Und so weiter y Fragment de Patrice Chéreau(devenu danseur)règle la rencontre de Mishima et Eva Perón lanzaron el velo de lo inexplicable. Lo que se desarrollaría como un éxtasis de fusión musical en honor a uno de los grandes genios.

El mundo Béjart contiene azules ligeros de danza clásica , negros y blancos y rojos hindúes en las que la anatomía jugaba perversa con el ojo del espectador.

En resumidas cuentas ayer el coreógrafo se encarnó en los más famosos momentos de sus míticas coreografías, ya fueran modernas y rompedoras, ya agotadas de belleza algo más clásica. Como la IX Symphonie, el último gran gesto de amor y respeto de toda una compañía por su gran maestro.

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