Habrá que acostumbrarse. No volverá a aparecer cuando se apaguen las luces de la sala y se encienda el proyector. El año 2007 se despide sin Fernando Fernán-Gómez, uno de los artistas españoles en el sentido más amplio del término, aunque conocido sobre todo por su faceta de actor. Pero 2007 es también el año en el que el cine español ha recuperado sus valores femeninos, con los trabajos de la directora Gracia Querejeta, que en Siete mesas de billar francés hace que se luzcan sus protagonistas Maribel Verdú y Blanca Portillo, así como de otra directora, Icíar Bollaín, la autora de Mataharis.

Todas ellas aspiran a al menos un Goya de la Academia de Cine española, así como otro de los personajes del año: Belén Rueda, protoganista de El orfanato, la película de suspense del debutante Juan Antonio Bayona que ha conseguido atrapar a más de un millón de espectadores en los primeros días de estreno, marcando así el segundo mejor arranque de una producción nacional en la historia del cine español.

En un año sin el huracán Almodóvar, que suele borrar al resto de producciones nacionales del panorama internacional, el público parerce haberse volcado en el cine a la intriga más cardiaca. Bayona, que se estrena acompañado en la producción por el mexicano Guillermo del Toro, representa a España en la carrera a los Oscar y aspira a 14 Goyas, el equivalente ibérico de la cotizada estatuilla de Hollywood.

También puede conseguir el mismo número de bustos del pintor aragonés Las 13 rosas, una película de Emilio Martínez Lázaro centrada en un grupo de mujeres que lucharon contra Franco en los estertores de la Guerra Civil.

Entre todos estos largometrajes se ha colado en la terna de mejor película en los Goya la que varios críticos consideran la mejor: La soledad de Jaime Rosales, un trabajo que se aparta del cine comercial generando valoraciones entusiastas entre los cinéfilos y en el que de nuevo vuelven a sobresalir los personajes femeninos, especialmente el de Sonia Almarcha y Petra Martínez, ignoradas sin embargo por los miembros de la Academia.

La segunda película de Rosales se estrenó en el marco del festival de Cannes, donde también se proyectaron otros debuts elogiados por la crítica como La influencia de Pedro Aguilera o Yo de Rafa Cortés. Ninguno de ellos dos opta al Goya a la mejor dirección novel, un galardón que podría recaer sin embargo en Félix Viscarret, quien consiguió emocionar con Bajo las estrellas, una adaptación de la novela de Fernando Aramburu El trompetista del Utopía, vencedora de la Biznaga de Oro en el décimo Festival de Málaga.

Otro casi debutante, el gaditano Gerardo Olivares, se ha convertido en el primer español que consigue la Espiga de Oro del Festival de Valladolid con 14 kilómetros, un drama sobre la inmigración.

Hasta Venecia se desplazó José Luis Guerín para estrenar En la ciudad de Sylvia, una película protagonizada por Pilar López de Ayala y que ha contado con menor aceptación que su aclamado documental En construcción. El público tampoco ha mostrado el interés de antaño por los nuevos proyectos de directores consolidados como Gonzálo Suárez, que estrenó la sátira Oviedo Express. o Mario Camus, que denuncia la especulación urbanística en El prado de las estrellas. Ni Canciones de amor en Lolita's club de Vicente Aranda, ni Caótica Ana de Julio Medem sedujeron a la crítica.

Tampoco José Luis Garci ha logrado llenar plateas con Luz de domingo, cuyo protagonista, Alfredo Landa, ha anunciado su retirada del cine con todos los honores: optando al Goya como mejor actor por este trabajo y recogiendo el Goya de Honor por su trayectoria.

El año se despide también también con una polémica Ley de Cine que flexibiliza la cuota de pantalla para el cine español y europeo, amplía las desgravaciones fiscales a las inversiones en cine y sigue obligando a las televisiones a invertir en cine. Insuficiente para unos, pero necesaria para otros, sus resultados se verán sólo en los próximos años.