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El compromiso que llega a la intimidad

  • Luis García Montero y Álvaro Salvador recuerdan el movimiento poético treinta años después

-¿Acogería, en la actualidad, un medio de comunicación del 'establishment' un manifiesto poético como aquel?

-Luis García Montero: Sí, por qué no. Yo publiqué el artículo titulado La otra sentimentalidad en El País, después de haber tenido la suerte de ganar el premio Adonais, que entonces tenía mucha repercusión. No había motivos serios para censurar las ideas de La otra sentimentalidad en un periódico como El País. No éramos un poder peligroso, desde luego. Ahora los problemas tendrían más que ver con la degradación de la cultura que con el sentido del manifiesto.

-Álvaro Salvador: Yo creo que sí. Estamos en un momento en el que precisamente vuelven a llamar la atención estos manifiestos rupturistas en algún sentido. Sólo que tendría que estar redactado según la "sentimentalidad" de estos tiempos.

-La otra sentimentalidad expresó ante todo la protesta de unos jóvenes escritores que deseaban no vivir su sentir íntimo y público de la forma en que lo hicieron sus padres. ¿Qué les salvo de caer en un infantilismo poético caprichoso y pasajero?

LGM: A mí me interesaba afirmar que la democracia no era votar cada cuatro años, negarme al sentido más superficial de la Transición. Era necesario transformar la vida, llevar el compromiso a la intimidad, a las costumbres. Eso que hoy entra en los programas políticos (la emancipación de la vida individual y privada, la dignificación de las relaciones amorosas, el combate contra el machismo, la libertad sexual), estaba en la base de La otra sentimentalidad. Desde el punto de vista de la poesía, conectábamos con la poesía civil de Antonio Machado y procurábamos hacer poesía política sin caer en los panfletos, en la repetición de consignas.

A.S: Nos salvó que éramos más maduros de lo que puede parecer. No era sólo un rasgo de rebeldía o de protesta juvenil, sino algo mucho más serio. Tanto Quisquete como yo estábamos cerca de la treintena o en ella y éramos bastante maduros ya, tanto personal como estéticamente. Llevábamos varios años buscando un discurso que reprodujera de un modo más adecuado que el oficial, las condiciones de vida en las que estábamos inmersos. Luis, que era muy precoz, se sumó con facilidad y con una madurez inaudita para su edad a todas estas conclusiones.

- ¿Degeneró la poesía de la experiencia en una cierta banalización de la intimidad?

L.G.M: Todo puede degenerar, pero no se puede fijar la historia por los defectos. Sería absurdo estudiar el Renacimiento a través de los epígonos. La llamada Poesía de la experiencia, nombre que pusieron de forma despectiva los partidarios del esteticismo, reunió poetas de una calidad muy significativa como Felipe Benítez Reyes, Carlos Marzal, Jon Juaristi o Vicente Gallego, autores de muy buena poesía.

-A.S: Bueno, Poesía de la experiencia no es lo mismo que otra sentimentalidad. En el marbete de poesía de la experiencia han entrado varias tendencias que se manifestaron en España en las últimas décadas del siglo pasado y que coincidían en algunos rasgos, pero en otros no. Nuestro proyecto quería ser más radical, más revolucionario que los demás. Y en cuanto a lo que preguntas, creo que la intimidad está ya suficientemente banalizada en nuestra sociedad, no hay más que echar una ojeada a la publicidad, así que tratar este aspecto desde la poesía siempre le dará una altura, una dignidad que no le dan otros discursos.

-El profesor Soria Olmedo señaló en uno de sus estudios que la irrupción de "La otra sentimentalidad" se debió en parte a la recuperación de la democracia y a la significación "excéntrica" que tenía Granada. ¿Sería posible una regeneración o una transformación del movimiento poético ahora que la democracia está por rescatar y la provincia parece conservar aún su etiqueta?

-L.G.M: Las clases de literatura del profesor Juan Carlos Rodríguez nos ayudaron a entender la condición histórica de la literatura y a diferenciar lo político y lo ideológico. Un poema de amor es histórico porque la mentalidad que lo produce surge de una historia determinada. La importancia del PCE en la Universidad de los años 70 desembocó en movimientos culturales de emancipación. Eso fue La otra sentimentalidad. Pero su importancia como movimiento literario se basa en la calidad de los versos escritos por los poetas, en su capacidad de reinterpretar la tradición lírica y conectar con autores como Rafael Alberti, Ángel González y Jaime Gil de Biedma para mantener su camino abierto.

-A.S: Para que se produjera un fenómeno semejante, falta una condición indispensable que entonces sobraba: la ilusión. Ante nosotros se ofrecía la posibilidad de crear un país nuevo y sabíamos que a eso nos iban a ayudar las instituciones, los partidos políticos, los medios, etc. Ahora estamos en un momento totalmente contrario, desilusionados y confusos, no sabemos si los medios van a desaparecer, no confiamos en la política ni en las instituciones, etc., etc. Habría que desenterrar los discursos más críticos y radicales y buscar nuevos caminos de difusión para intentar recuperar la ilusión en un futuro mejor.

-¿Cuál es la nueva moral que escogería hoy "La otra sentimentalidad"?

-L.G.M: Eso depende ya de cada autor, nunca hubo esencias que guardar. Yo, en particular, me contento con mantener mi desprecio del capitalismo y por alentar el desprecio que los estalinistas sienten por mí.

A.S: Creo que una ética un poco más solemne, pero básicamente la misma: la lucha contra la desigualdad en todos los sentidos, la crítica de la justicia oficial, la defensa de la honestidad y la defensa de la verdadera democracia.

- ¿Han perdido las nuevas generaciones poéticas la capacidad de entender la poesía como un instrumento de "lucha ideológica", en definitiva, de reivindicar el espacio público a través del personal?

-L.G.M: Hay poetas jóvenes de calidad. Coincido con muchos en los movimientos de protesta social. La situación está reforzando el carácter rebelde que agita la poesía. Los viejos cascarrabias son tan peligrosos como los jóvenes sin memoria, y -hoy por hoy- veo más viejos cascarrabias que jóvenes sin memoria.

A.S: La poesía, como toda la literatura, es un espacio de "lucha ideológica", lo vean o no, lo crean o no, las nuevas generaciones. Es una pena que los poetas jóvenes se dejen llevar ahora mismo más por las veleidades de la moda (está de moda lo que no practicaron sus mayores) y no perciban el auténtico valor de la literatura y su verdadero funcionamiento. De todos modos, sí que hay magníficos poetas jóvenes que siguen esta estela con su propia personalidad.

- ¿Vamos camino de una nueva subjetividad sacralizada por la mundialización?

-L.G.M: El neoliberalismo ha impuesto en la cultura un sujeto posesivo, negado a las ilusiones colectivas. El consumo nos hace hedonistas, gente instalada en el presente, sometida al instante, que cancela la memoria y el compromiso con el futuro. La mundialización que me preocupa es la que se da en la homologación de las conciencias. Por eso es necesaria la poesía, como defensa de la conciencia individual que se niega a la homogeneización sin caer en el ensimismamiento hedonista.

-A.S: La subjetividad, como muy bien nos enseñó Juan Carlos Rodríguez, no es algo que exista previamente, sino algo que se construye y además con mucho esfuerzo. El llegar a conocerse, los caminos de perfección, la meditación trascendental, el psicoanálisis y todo eso, son maneras de nombrar ese enorme esfuerzo en qué consiste la construcción de cada subjetividad. Ahora, creo que lo que está ocurriendo es todo lo contrario, las subjetividades no se construyen, sino que se diluyen en las redes sociales, en los medios de comunicación, en la abundancia de información, en la falta de futuro y de perspectivas... Estamos asistiendo a la disolución de las subjetividades y lo malo es que de ahí a la esclavitud, a la servidumbre mansa del mundo anterior a la democracia no hay más que un paso.

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