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Las edades del cuerpoLa Seminci cierra a la sombra de la Guerra Civil

  • 'La buena nueva', el último filme de Helena Taberna, aviva el debate sobre la participación de la Iglesia en el conflicto

Los genios del marketing de las distribuidoras españolas de las grandes compañías norteamericanas parecen empeñados en poner la palabra pelotas en el título de toda aquella comedia medianamente gamberra que se precie, tal es la confianza que depositan en el chascarrillo como reclamo infalible para atraer a su público potencial. Así, Hermanos por pelotas viene a unirse a otros títulos recientes como Casting de pelotas, Pelotas en juego, Cuestión de pelotas, Una pandilla de pelotas o la británica Un rockero de pelotas, que acaba de estrenarse.

Con tanta pelota en juego, conviene despejar el grano de la paja. Step brothers, a saber, hermanastros, que así hay que traducirla, es la penúltima producción del mago de la comedia comercial norteamericana contemporánea Judd Apatow, un tipo listo (y judío) que ha entendido como pocos que en la alianza entre un determinado modelo de escritura y desarrollo de personajes y la libertad para dejar hacer de las suyas a las nuevas estrellas del género reside la clave para la producción en serie de títulos de éxito. Ahí están Virgen a los cuarenta, Dick y Jane, ladrones de risa, Supersalidos, Un lío embarazoso, Zohan o Paso de ti para atestiguar su buen criterio.

Hermanos por pelotas, qué remedio, es el capricho destroyer de Will Ferrell, cómico procedente del mítico Saturday Live Night Show que ha hecho de su peculiar y repelente físico una de su mejores armas cómicas (Elf, Embrujada o Patinazo a la gloria). Plenamente consciente de sus encantos, Ferrell y su colega John C. Reilly, con quien ya compartió gansadas en Pasado de vueltas, se ponen literalmente en el pellejo de dos cuarentones de espíritu adolescente y bobo para desplegar una serie de gags, algunos apoteósicos, otros innecesariamente farrellianos, a propósito de este gran hallazgo del desfase entre el cuerpo y la edad mental en un prototípico contexto familiar. Así, nuestros dos hermanastros forzados a convivir juntos a causa del nuevo matrimonio de sus padres, se montarán un interminable festín de gamberradas que condensan toda la esencia humorística de la cinta dirigida por McKay, amigo y cómplice. Si un incontrolable deseo de destrucción amenaza la estabilidad del entorno y hace del filme un cachondo ejercicio de anarquía e incorrección, Hermanos por pelotas acaba por asentarse para encontrar esa inevitable senda que devuelve las cosas a su orden. Si algún día se atrevieran a ir un poquito más allá…

La española Helena Taberna y Atom Egoyan, de origen armenio, cerraron ayer junto al danés Henrik Ruben Genz la última jornada competitiva de la 53 Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), que hoy fallará su palmarés con el brasileño Marcos Jorge (Estómago) como favorito.

Una historia ambientada en la Guerra Civil ha elegido Taberna para su último trabajo, La buena nueva, con el que ha reavivado el debate sobre la participación de la Iglesia en uno de los bandos de la guerra, que se prolongó entre 1936 y 1939. Taberna contrapone la pureza del Evangelio (buena nueva en griego) frente a una Iglesia excesivamente jerarquizada, intimidatoria e inquisitorial, a través de una película acotada en un espacio concreto, un pueblo de Navarra, y un tiempo determinado, el sangriento trienio fratricida que asoló España.

Se sirve para ello de un joven cura destinado a una aldea de Navarra en los días previos al 18 de julio de 1936, fecha del sublevamiento militar del general Francisco Franco contra el gobierno de la II República, donde tratará de detener todos los desmanes de la guerra.

Mientras el sacerdote (Unax Ugalde) mira por todos sus feligreses al margen de su condición social o filiación política, la curia se alinea con el bando sublevado a pesar de los fusilamientos indiscriminados y la marginación de quien no comparte sus presupuestos.

La tercera película de Helena Taberna, después de Yoyes (1999) y Extranjeras (2002), tiene su origen en una experiencia familiar y contiene a su juicio un "elemento supletorio de interés social y a la vez de reflexión para comprender la historia de nuestros pueblos".

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