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Un escritor en su laberinto

  • Gerald Martin ha dedicado diecisiete años a la redacción de una biografía, 'Gabriel García Márquez. Una vida' (Debate), a uno de los mejores autores del siglo XX

La escuela anglosajona de biografía es conocida por su exhaustividad. Cuando un biógrafo anglosajón entrega el resultado de sus pesquisas, la impresión es que poco o nada cabe añadir ya a la existencia del biografiado. Una vez individuada la presa, estos sabuesos rastrearán a lo ancho y a lo largo el camino de su vida hasta hallar noticia pormenorizada de todo cuanto ha sido o quiso ser, no dejarán piedra sin mover si existe una mínima sospecha de añadir una mínima pieza al mosaico, agotarán todas las pistas posibles, siempre. Esto, que no está mal, tampoco es forzosamente bueno. Aún recuerdo con estupor la biografía de Albert Camus escrita por Herbert R. Lottman; a ver, ¿qué necesidad teníamos de saber que la fonda donde Camus durmió su última noche tenía dieciséis habitaciones y un restaurante con dos estrellas en la guía Michelín? En estos casos, la lista de agradecimientos suele ser caudalosa. La de Gabriel García Márquez. Una vida ocupa siete páginas, nada más y nada menos.

Las cifras son asimismo apabullantes. En el prefacio a este (digámoslo ya) estupendo libro suyo, Gerald Martin confiesa que la redacción del mismo le llevó diecisiete años. En este tiempo ha movido cielo y tierra tras los pasos de Gabo y su familia, y entrevistado a más de 3.000 personas vinculadas de alguna manera al gran maestro colombiano. La primera versión superaba los 2.000 folios y las 6.000 notas a pie de página. Así pues, la biografía que desde aquí recomendamos es el frasquito de perfume resultante de destilar varias toneladas de flores, la depuración de un esfuerzo ímprobo de casi dos décadas. Un empeño encomiable. Este tipo de trabajos nunca comienza con el nacimiento del protagonista; se remontarán varias generaciones atrás, todo cuanto permita el tupido ramaje del árbol genealógico. En esta ocasión, empero, el viaje al pasado está plenamente justificado pues la narrativa de García Márquez se alimenta de un vasto corpus de historias familiares, más o menos verdaderas, más o menos inventadas.

Sabíamos de la importancia que tuvo para el escritor el abuelo materno, Nicolás García, que ostentó el rango de coronel en la Guerra de los Mil Días y que una mala jornada mató a un hombre de un disparo, parece que a traición, por culpa de unos pasquines anónimos que aireaban cierta relación adúltera, pero el relato y el retrato llevado a cabo por Martin, vívidos y pormenorizados, colocan en un lugar predominante a un persona y unos hechos que reencontraremos, aderezados por la ficción, en La mala hora o El amor en los tiempos del cólera. Otro ejemplo: García Márquez pasó sus primeros diez años en una casona que llenó de fantasmas su mente calenturienta. Por lo visto, para conseguir que se estuviera quieto en un sitio o para que no abandonara la cama durante la noche, le decían al chiquillo que si se movía se le aparecerían los espíritus de los muertos. Medio en broma, medio en serio, el escritor declararía luego que prefiere las casitas a los caserones pues, como todos saben, en las casas pequeñas jamás se aparecen espectros. Aquella casona inspirará la de la familia Buendía en Cien años de soledad.

Además de la historia familiar, Martin tiene en cuenta la repercusión que la Historia con mayúscula tuvo, directa o indirectamente, en la existencia de Gabo; recordemos, a modo de ejemplo, el desembarco de la United Fruit Company en Colombia con vistas a comercializar el producto local por excelencia, las bananas. La lógica de la compañía era la del rendimiento económico a ultranza y se opuso a pretensiones sindicales como la mejora de las condiciones laborales de los trabajadores, la reducción de la jornada laboral o el aumento del salario. En respuesta a una convocatoria de huelga a finales de 1928, la compañía solicitó ayuda al ejército colombiano; la represión de la huelga dejó un millar de muertos sembrando las calles de Ciénaga, como escarmiento y demostración de quién cortaba el bacalao allí, unos hechos que hallarán acomodo en las páginas de Cien años de soledad. La familia del pequeño García Márquez nada tuvo que ver con esto, pero el caso es que había crecido al calor de esta compañía bananera, y declinó con el declinar de ésta. El pequeño Gabito salió de Aracataca, al igual que de otras muchas encrucijadas, con la cabecita hirviéndole de historias.

Como toda biografía que se precie, la de Gerald Martin ayuda a conocer mejor a la persona y a profundizar en su obra. El biógrafo sigue a su biografiado a través del laberinto de su existencia, señala qué cauces alimentan la torrentera fabuladora del colombiano y ofrece preciosas claves de lectura de su narrativa. Nunca como ahora es tan oportuno el imperativo: ¡léanla!

Gerald Martin. Debate. Barcelona, 2009

Gabriel García Márquez Debolsillo Barcelona, 2009

Gabriel García Márquez Debolsillo Barcelona, 2009

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