El espíritu de La Barraca, el grupo de teatro universitario que Federico García Lorca creó en 1931 y que puso en marcha al año siguiente, volverá a partir del día 28 a un total de 13 municipios de la provincia de Granada, con pasacalles, lecturas poéticas, taller de marionetas para los más pequeños, representación teatral y verbena.

Será en el marco de la cuarta edición del programa Federico Vive: El espíritu de La Barraca, recuperado hace cuatro años por la Diputación de Granada con motivo de la conmemoración del 80 aniversario del inicio de este grupo de teatro universitario, que impulsó Lorca junto a Eduardo Ugarte, y que ya ha pasado por más de una treintena de localidades.

La iniciativa, presentada ayer por el presidente de la institución provincial, Sebastián Pérez, y el diputado provincial de Cultura, José Torrente, persigue recrear la propuesta de aquel teatro de carácter ambulante y orientación popular, sobre todo en aquellos municipios de Granada que carecen de infraestructuras para espectáculos y con poca población.

"Llevamos la cultura donde más hace falta", indicó el diputado, que detalló que La Barraca, a través del Grupo de Teatro García Lorca-Teatro para un Instante, llegará en primer lugar el 28 de febrero a La Calahorra, adonde, según las crónicas periodísticas de 1926, llegaron García Lorca y Manuel de Falla para visitar su popular castillo.

La Barraca continuará su periplo por la provincia por Quéntar, Otívar, Algarinejo, Fornes, Diezma, Marchal, Gualchos-Castell, Caniles, Dúrcal, Castril, Zagra y Nevada (en la Alpujarra), que disfrutarán de un día completo de actividad cultural, con pasacalles, lecturas poéticas, taller de marionetas para los más pequeños, representación teatral y verbena, en convivencia con todos los vecinos.

El presidente de la Diputación, por su parte, reivindicó la figura del "Federico vivo" y "espontáneo", frente a los que recuerdan al "Federico muerto y a un pasado triste de la historia de España", e incidió en que la intención de este proyecto es reivindicar la propuesta del propio Lorca, que llevaba el teatro clásico a los pueblos más pequeños, posibilitando que todo el mundo tenga acceso a la cultura independientemente de donde viva.