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Un estudio aporta nuevas claves para frenar el efecto invernadero

  • La UGR demuestra la influencia de la humedad en la generación de CO2

Investigadores de la Universidad de Granada han demostrado que en los ecosistemas semiáridos, de los más ricos de España, el balance de CO2 no está sólo vinculado a la vegetación, sino también al índice de humedad y emisiones de origen geoquímico, que se acentúan en periodos de sequía.

La relevancia de estos resultados radica en la entrada en vigor del Protocolo de Kioto, que ha planteado, entre otras urgencias, la necesidad de conocer los balances anuales de carbono en diversos ecosistemas terrestres para reducir el efecto invernadero, según informó ayer en un comunicado la Universidad de Granada.

Científicos ligados al Centro Andaluz del Medio Ambiente (Universidad de Granada-Junta de Andalucía) han estudiado estos balances en áreas semidesérticas de matorral mediterráneo, situadas en Andalucía oriental, que son extrapolables a amplias regiones del mundo.

Tras tres años de observación de este ecosistema, desde 2004 hasta 2006, la tesis de Penélope Serrano, dirigida por los doctores Andrew Kowalski y Lucas Alados, ha revelado que el nivel de carbono en este tipo de ecosistema actúa como sumidero de CO2 y asimila aproximadamente entre 10 y 20 veces más que los ecosistemas de tierras de cultivo y arbóreos respectivamente.

Además de definir la capacidad de asimilación de CO2 de la zona de matorral estudiada, la tesis de Serrano ha demostrado cómo condiciona la distribución de las lluvias en la funcionalidad del ecosistema estudiado y cómo la duración del periodo de sequía determina la duración de las emisiones de CO2 de procedencia geoquímica, por ventilación del suelo.

Se demuestra así que la producción de CO2 no está sólo vinculada a la vegetación, sino también a la humedad y a las emisiones de origen geoquímico que se acentúan en períodos de sequía.

El trabajo, apoyado por el proyecto Balance de carbono y de agua en ecosistemas de matorral mediterráneo en Andalucía: efecto del cambio climático, ha permitido cuantificar e identificar los procesos que intervienen en el balance anual de carbono en un ecosistema semiárido de sustrato carbonatado, situado en la Sierra de Gádor (Almería). Tres años de observación de este ecosistema (2004-2006), mediante el uso de las técnicas más avanzadas (foto anexa), han permitido estimar el balance anual de carbono en el mismo. Se ha comprobado por primera vez el balance de carbono en este tipo de ecosistema, revelando que actúa como sumidero de CO2 y que asimila aproximadamente 25 g C m-2 por año (10 a 20 veces más bajo que los ecosistemas de tierras de cultivo y arbóreos respectivamente).

¿Qué significado tiene esto para una zona caracterizada por una vegetación de matorral y un clima muy seco? Hasta ahora, se han valorado especialmente los ecosistemas arbolados a la hora de idear medidas para prevenir el cambio climático; de ahí procede el énfasis en la reforestación y forestación de tierras agrícolas abandonadas. Pero se ha dedicado poca atención a otros, como el de matorral ahora estudiado, que representa más de la mitad de la superficie forestal de Andalucía (donde se concentra gran parte de la diversidad biológica de los ecosistemas mediterráneos). En este sentido, además de definir la capacidad de asimilación de CO2 de la zona de matorral estudiada, la tesis de Serrano ha demostrado cómo condiciona la distribución de las lluvias la funcionalidad del ecosistema estudiado y cómo la duración del periodo de sequía y, por tanto, el contenido de agua, determina la duración de las emisiones de CO2 de procedencia geoquímica, por ventilación del suelo.

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