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Todos los exilios

  • El nuevo ensayo de Jordi Gracia relata las distintas etapas por las que atravesó la vasta comunidad en la diáspora

Jordi Gracia. Anagrama, Barcelona, 2010.

Huyeron de España en los primeros momentos de la sublevación o cuando ya la derrota era inevitable, pero su trayectoria posterior no siguió un patrón común ni se mantuvo totalmente alejada de quienes permanecían sometidos a la dictadura. Repartidos en facciones enfrentadas o yendo completamente por libre, los exiliados republicanos no formaron comunidades homogéneas ni reaccionaron de la misma manera ante las noticias casi siempre desalentadoras que les llegaban de la península. Poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, cuando se hizo evidente que el nuevo régimen, lejos de ser un paréntesis transitorio, tenía vocación -y posibilidades reales- de permanencia indefinida, muchos se plantearon el regreso o retomaron los lazos abandonados o empezaron a comprender que el futuro democrático de España no podía construirse sobre la nostalgia de la República perdida. El nuevo ensayo de Jordi Gracia trata de las etapas por las que atravesó la vasta comunidad del exilio, ejemplificadas en la evolución particular de unos cuantos personajes escogidos de entre los cientos de escritores e intelectuales que constituyeron la España peregrina.

Catedrático de Literatura Española en la Universidad de Barcelona y máximo responsable de la recuperación de Dionisio Ridruejo, cuya trayectoria ha glosado en libros imprescindibles, Gracia es especialista en el estudio de la cultura española durante el régimen de Franco, a la que ha dedicado esclarecedores ensayos como La resistencia silenciosa (2004) o Estado y cultura. El despertar de una conciencia crítica bajo el franquismo (2006), que huyen de las ideas preconcebidas para trazar el retrato exhaustivo de un periodo más complejo de lo que se piensa. Ahora se ha propuesto enfrentar la "descripción monolítica" del exilio en este ensayo relativamente breve donde no pretende analizar en su totalidad un fenómeno que no puede ser abarcado, como él mismo reconoce, en "unas pocas claves de interpretación". Pero esas claves apuntan a una lectura desprejuiciada y novedosa, de tanto más valor cuanto que concierne a una realidad de la que creemos saberlo todo.

La visión de los comunistas, el grupo más combativo y organizado, no puede resumir la variedad de momentos y matices de la oposición antifranquista. Las relaciones entre los exiliados y quienes permanecieron en España -muchos de ellos pertenecientes al bando derrotado- no fueron fáciles ni estuvieron libres de recelos mutuos, pero existieron desde época muy temprana. La "dialéctica entre exilio y resistencia interior" es la clave de un proceso en el que ambos mundos fueron evolucionando y convergiendo, desechando las reticencias en favor de los objetivos comunes. Algunos habitantes de la diáspora no superaron nunca el dolor y la melancolía, pero otros -como Ayala o Buñuel- lograron rehacer sus vidas y alcanzaron un éxito profesional que acaso no estaba al alcance de los españoles del interior. Hubo ruptura de la continuidad, pero la extraordinaria actividad cultural del exilio no se llevó a cabo a espaldas de la que tenía lugar en España, donde poco a poco se fueron tendiendo puentes -cartas, revistas, ediciones- que permitían conocer, pese a la censura, la producción intelectual de los exiliados. Cuando éstos volvieron, a un país que era y no era el que habían evocado en el recuerdo, los más descubrieron que su tiempo había pasado.

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