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No es fácil ser hombre araña

  • A punto de apagar cincuenta velitas en la tarta de cumpleaños, y con una nueva película en la cartelera, ha llegado el momento de contar la historia del superhéroe más famoso de Marvel

En el número de Amazing Fantasy correspondiente a agosto de 1962 -hace de esto casi, casi cincuenta años- se publicó una historieta de once páginas titulada sucintamente Spiderman, escrita por Stan Lee e ilustrada por Steve Ditko. El protagonista es un adolescente esmirriado y empollón, Peter Parker, a quien rehuyen todos sus compañeros de instituto. Durante una demostración con energía atómica, una araña expuesta a la radioactividad pica al chico en una mano; en la calle, un vehículo está a punto de arrollarlo y, de un salto, se encarama a una pared. Peter descubre atónito que es capaz de trepar por las paredes o aplastar una tubería de acero sin esfuerzo; la araña le ha transmitido sus poderes. ¿Qué hacer? Su primera idea es de tipo práctico: podría ganar un dinerillo fácil exhibiéndose; no se siente héroe. En un estudio de televisión, Peter no mueve un dedo para impedir la huida de un ladronzuelo; no es asunto suyo, comenta. No obstante, el azar dispone que este mismo delincuente asesine a su tío Ben. De haber actuado, esto no habría sucedido. La última viñeta lanza una consigna irrebatible y ambigua: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". El impacto de esta primera aventura determinó que, a partir de marzo de 1963, dispusiera de su propia publicación: The Amazing Spider-Man.

Aunque no tardaría en adquirir una identidad propia, el personaje siguió inicialmente el sendero trazado por las superestrellas de DC Comics. Peter Parker nacía como variación barbilampiña de Clark Kent, un tipo corriente y moliente que, cuando las circunstancias lo requieren, debe desabrocharse la camisa y liberar el paladín oculto en su interior (Spiderman, como Superman, viste un traje con los colores de la bandera norteamericana). Al igual que Bruce Wayne/Batman, Peter se entrega a su labor justiciera a modo de penitencia -llevará la muerte de su tío clavada en el alma durante lustros-, pero él habrá de trabajar para vivir, mientras sigue adelante con sus estudios como buenamente puede, un aspecto que fomentaba el proceso de identificación del lector adolescente. El mayor acierto de la serie ha sido la insistencia en la difícil conciliación de los problemas cotidianos y la pugna diaria con el crimen. El concepto "Superhombres con superproblemas" acuñado por Stan Lee no ha tenido expresión más afortunada.

John Romita -que tomó el relevo de Steve Ditko en 1966- contribuyó decisivamente a definir el personaje. Peter Parker sobrelleva esta doble vida a duras penas. En la Universidad, sus notas se resienten porque la salvaguarda del orden le impide asistir a clase o darle un repaso a los apuntes antes de los exámenes. Para colmo de males, tendrá que rechazar algún buen trabajo por idénticos motivos: ¿cómo armonizar un horario laboral con sus obligaciones superheroicas? En 1967 hizo amago de tirar la toalla: en El fin de Spiderman, harto de todo, Peter abandona el traje rojiazul en un cubo de basura, en un estrecho callejón bajo la lluvia -todo muy melodramático-, y durante unas pocas páginas se limita a hacer lo propio de un chico de su edad. Es sólo una tregua, por supuesto; Spiderman no dudará en responder al llamado del deber. ¿Y esto de ser un semidiós no supone ninguna ventaja? Posiblemente, la virtud más envidiada sea la lentitud de su reloj biológico: Peter Parker permanecerá en el limbo de la juventud durante veinticinco años. En 1988 contrae matrimonio con Mary Jane Watson, pero ni siquiera entonces sienta la cabeza, y su mujer lo acusa de desatención y adicción al trabajo. Un hombre araña no llevará jamás una vida normal.

A lo largo del tiempo, Spiderman ha sido encomendado a los artistas más reputados o prometedores de Marvel. Entre 1979 y 1981, el luego celebérrimo Frank Miller dibujó una decena de aventuras suyas. A finales de los 80, se puso en manos del gran Todd McFarlane y ganó en oscuridad. En líneas generales, el Trepamuros ha sabido adaptarse a los cambios gráficos y las transformaciones sociales con envidiable soltura. En este apartado, no se me ocurre historieta más a propósito que 11 de septiembre, año 2001, con guión de J. Michael Straczynski y dibujos de John Romita Jr., publicada en su día con una portada completamente negra. El héroe llega tarde, las Torres Gemelas ya se han derrumbado, y la gente le espeta: "¿Dónde estabas? ¿Cómo has permitido que ocurriera esto?". Spiderman y otros superhéroes ayudan a los bomberos de Nueva York a buscar supervivientes entre los escombros del World Trade Center. "No pudimos evitarlo -musita-. Pero ahora estamos aquí. No nos puedes ver por el polvo, pero estamos aquí. No puedes oírnos por los gritos, pero estamos aquí". La jugada es de suma audacia. No los vemos, pero están ahí. De esta manera, se renueva la patente de corso, y esta nueva épica puede seguir alimentando la imagen heroica que gusta dar de sí el american way of life.

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