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"Tengo fama de ser un viajero impresionante pero soy muy patoso"

  • El autor de 'Vagabundo en África', incapaz de pasar más de tres meses en el mismo sitio, desvela en el I Encuentro de Literatura de Viajes las muchas experiencias que ha vivido en sus periplos por el mundo

Gracias a su condición de "viajero un poco patoso", Javier Reverte ha descubierto tierras y experiencias muy literarias. Se confiesa incapaz de vivir más de tres meses en el mismo sitio y dice abiertamente que aunque tiene fama de ser un viajero impresionante en realidad no, "soy un viajero espantoso porque todavía me sigo perdiendo".

-Ha escrito obras como 'Vagabundo en África' o una trilogía dedicada a Centroamérica. ¿Qué necesita un viaje para convertirse en libro?

-Emoción. Si no te emociona un viaje es imposible. Es como escribir y emocionarse con un tema y con los personajes.

-¿Qué le engancha más la literatura o viajar?

-La literatura. Yo he querido ser escritor desde niño. Me gusta mucho viajar y escribir sobre ello pero no viajo por viajar. Ver monumentos es algo que no me interesa en absoluto, salvo que tenga para mí un interés literario. Viajo literariamente.

-¿Está entonces el cuaderno antes que la cámara?

-Sí, por supuesto. También hago muchas fotografías porque me gusta, pero escuchar a la gente siempre está delante.

-En sus numerosos libros de viajes qué abundan más, ¿las descripciones de paisajes o las descripciones de personas?

-Cuando viajo lo que más me interesa son la gente y la naturaleza, pero fundamentalmente las personas. Yo antes viajaba para ver lo que era diferente entre nosotros, qué era lo que diferenciaba a los seres humanos. Ahora viajo para encontrarme con lo que nos une.

-Decía en una ocasión que eran los diferentes grados de bondad y no los rasgos físicos los que nos diferenciaban.

-Lo que nos diferencia es la bondad y la inteligencia. También, desgraciadamente, el nivel de vida: la pobreza o la riqueza.

-¿Está la inteligencia tan mal repartida como la riqueza?

-La riqueza está muy mal repartida y el mundo no se ha decidido a arreglarlo. La inteligencia está en todas partes pero se puede perder. Alguien puede ser muy listo y en poco tiempo ser el más tonto del mundo.

-Ha viajado a lo largo de los cinco continentes, ¿nunca ha querido quedarse a vivir en uno de esos sitios?

-Muchas veces, y si no tuviera en España a mi gente viviría cambiando de lugar cada tres o cuatro meses.

-¿A dónde se iría?

-En España, a Cádiz. Fuera de España a Nueva York... Igual me voy el año que viene.

-¿Qué experiencia como viajero le ha hecho reír más?

-Muchísimas meteduras de pata por mi parte, pero he aprendido a reírme de mí mismo. Soy un viajero patoso porque me pierdo mucho. Tengo fama de ser un viajero impresionante pero no, soy un viajero espantoso porque me confundo de trenes, de días y horarios en los que salen... pero primero me consuelo riéndome y segundo, pensando que ese tipo de confusiones me dan muchos temas literarios.

-¿Me cuenta una de esas?

-Una vez en Etiopía tuve que cambiar de ruta porque no podía cruzar una frontera. Paré en lugares que no son turísticos, en un pueblo del que no recuerdo bien el nombre. Me quedé allí cuatro días de mala manera y los niños, que nunca habían visto a un blanco, se asustaban porque aquello era una cosa muy rara para ellos. Al final terminamos jugando y les rugía como si fuera una fiera... Me lo pasé muy bien porque yo soy bastante ganso.

-¿Algo que le haya enfadado muchísimo?

-Me enfado mucho cuando te engañan en el precio y en otras cosas. También, a veces, cuando me equivoco, pero la condición humana tiene algo muy curioso: algo que nos perdonamos a nosotros mismos en diez minutos te enfada con otra persona toda tu vida.

-¿Y dónde ha llorado?

-Lloro con la miseria de mucha gente en África y Centroamérica sobre todo. Viajo mucho por el sur y allí no son precisamente ricos. Con la injusticia se me rompe el alma.

-¿Es de esa clase de viajeros que uno se imagina con sombrero a lo Indiana Jones?

-No. Cuando cubría guerras parecía de todo menos un corresponsal. Fíjate que en vez de sombreros, para cubrirme del sol utilizaba las típicas gorras que venden en la puerta de las plazas de toros.

-Aunque se pierda con frecuencia, ¿qué es lo que bajo ningún concepto puede perder?

-Los cuadernos de viaje. Siempre los llevo en una pequeña mochila. Puerdo perder todo lo demás, la ropa o la cámara de fotos, pero nunca mis cuadernos.

-¿Considera al ser humano nómada o sedentario?

-Históricamente hemos sido nómadas. El ser humano siempre ha viajado en busca de la subsistencia pero también de conquistas.

-¿Y qué quiere conquistar usted?

-Yo ya no conquisto mujeres pero antes lo intentaba (se ríe). Conquisto conocimiento y vivir la vida como una aventura, no en el concepto de riesgo. Yo le doy otro rasgo, hacer algo excepcional. Vivir fuera de la costumbre y no hacer todos los días lo mismo.

-¿Sigue queriendo ir a la Luna?

-Me encantaría, pero no creo que ninguna editorial quiera financiarme ese viaje.

-¿Cuál ha sido su último viaje?

-Hace unos días volví de Tanzania y Zambia.

-Tanzania fue su primer viaje.

-Sí, mi primer viaje largo.

-Echando cuentas, dentro de poco le toca otro...

-Efectivamente, en septiembre planeo ir a Turquía o a Mauritania.

-Veo que se siente cómodo en cualquier parte del mundo. ¿Dónde se siente más cómodo en la literatura?

-Mi vocación más poderosa es la poesía pero yo no he nacido poeta. Soy un poeta digno pero no genial. No soy como Lorca o Neruda, que nacieron con un verso en la boca. Por eso me siento más cómodo en la novela y en la literatura de viajes.

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