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¡Qué fatiguitas hay que pasar para escandalizar!

Comedia, EEUU, 2009, 93 min. Dirección: Larry Charles. Guión: Jeff Schaffer, Sacha Baron Cohen, Anthony Hines, Dan Mazer. Música: Erran Baron Cohen. Fotografía: Anthony Hardwick, Wolfgang Held. Intérpretes: Sacha Baron Cohen, Richard Bey, Ron Paul. Cines: Cinema 2000, Kinépolis, ArteSiete Alhsur, Los Vergeles, Multicines Centro.

El problema de los trasgresores en sociedades como la actual es que para ejercer su oficio son necesarias normas que romper, ojos que escandalizar, burgueses que epatar o reglas que destrozar. Pero, ¿qué pueden hacer los pobres si sólo en un fin de semana las televisiones, en sus programas de mayor audiencia, escenifican todas las trasgresiones posibles para plácido disfrute doméstico de honrados y convencionales ciudadanos? Pues lo que hace Sacha Baron Cohen: el payaso. Un payaso ruidoso que divierte a su público fingiendo ambos que hay quien se escandaliza con las gansadas que hace. El mismo fin de semana pasado en que se estrenaba Brüno (que es como su anterior Borat en versión gay) los ciudadanos españoles pudieron ver, sin salir de sus casas, a una joven cuyo primer posado desnuda ilustraba una entrevista realizada por su propia madre, habitual modelo de la misma revista en la que su niña estrenaba despelote; para recabar la opinión del público un reportero enseñaba por la calle las portadas de la mamá y de la joven en bolas para que los ciudadanos decidieran cual estaba más buena, reflejándose el resultado de tan interesante encuesta en un marcador situado en la parte baja de la pantalla. Ese mismo fin de semana, siempre a través del doméstico aparato, los españoles pudieron conocer las imprescindibles opiniones de una stripper brasileña que se ha hecho un reportaje fotográfico en una cutrorgía con el hijo de una folclórica, algunos de cuyos desasosegantes testimonios gráficos fueron mostrados; asistir a un griterío al que llamaban debate en el que se cargaba contra la Corona (eso sí, en un contexto serio: entre la entrevista al ex de la sobrina de una famosa fallecida y a un diyei ex de una miss); y así a una variada y jugosa oferta que incluía reportajes tremendistas sobre los inframundos urbanos, reporteras vomitando al ver la cocina de una anciana demente, especulaciones sobre donaciones de semen de un hijo a su madre que convertiría a unos hermanastros en hijastros, etc.

Con este panorama, ¡qué fatiguitas hay que pasar para escandalizar al respetable! Sacha Baron Cohen lo intenta exportando al cine fórmulas televisivas (él mismo procede de la tele) que agranda en todos los sentidos. Se trata, naturalmente, de trasgresiones consentidas y financiadas por un poder -el del mercado- tan absoluto y tan seguro de su fuerza que, por primera vez en la historia, no necesita censurar; muy al contrario, alienta estas trasgresiones y celebra a estos bufones. Sólo censura -eso sí- lo que puede perjudicar las ventas: de esta película se han cortado unas escenas en las que el cómico le tomaba el pelo a la hermana de Michael Jackson. Por respeto al duelo de la familia, han dicho. Vale. La cosa funciona en taquilla de momento; pero, de no cambiar la estrategia, tendrá recorrido corto.

Dirige la cosa un experto en documentales trucados que pertenece a la escudería de Michael Moore, Larry Charles, autor del seudo documental Religulous y de Borat. "Cohen dinamita de forma manipuladora los cimientos culturales", leo en el comentario de un entusiasta que no debe ver la televisión. No. Cohen no dinamita nada (menos aún los cimientos culturales). Y nada es lo que quedará de su paso por el cine. La prueba es que tras el éxito de Borat él y su equipo no han dado de sí más que para repetir la fórmula.

"Cada vez es más difícil escandalizar", dijo Milo Manara. Sin saberlo repetía algo que André Bretón dijo a Buñuel muchos años antes, como ha contado el guionista Jean Claude Carrière: "Un día Buñuel y Breton se encontraron en los años 60 y, de repente, Breton se puso a llorar: '¿Qué pasa?', le preguntó. 'Luis -contestó Breton-, hoy es imposible escandalizar a nadie'. Después de Auschwitz, después de la II Guerra Mundial, después de Hiroshima, el escándalo surrealista parecía infantil". Y eso que hablaban de escándalos serios, de Un perro andaluz o de La edad de oro, y no de este pipí-pedo-caca-culo producido por multinacionales.

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