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Otros fotógrafos del pánico

Thriller, EEUU, 2014, 113 min. Dirección y guión: Dan Gilroy. Fotografía: Robert Elswit. Música: James Newton Howard. Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Rene Russo, Riz Ahmed, Bill Paxton, Kevin Rahm, Ann Cusack, Eric Lange, Anne McDaniels, Kathleen York, Michael Hyatt.

Desde El gran carnaval de Wilder hasta Network de Lumet, por citar sólo dos grandes realizadores, América se ha preocupado por la conversión de la información en espectáculo y del espectáculo en un baño de sangre. Años después de estas películas ya no se trata de grandes corporaciones, porque los medios se han multiplicado y la inmundicia se ha democratizado, sino de cadenas locales que compran a reporteros independientes las imágenes de asesinatos, accidentes o reyertas. Este mal que el cine americano ha denunciado en la prensa sensacionalista y la radio desde los años 30 -incluidos los fotógrafos carroñeros- y en la televisión desde los 50, ha cobrado una dimensión difícilmente imaginable hasta por los más pesimistas agoreros.

Como Travis Bickle atravesaba las calles nocturnas de Nueva York en su taxi espiando la carroña humana, Lou Bloom, el protagonista de Nightcrawler (dificilísima y magnífica interpretación de un Jake Gyllenhaal pulsado por el director hasta los extremos de una actuación helada presidida por una terrorífica mirada vacía) recorre las madrugadas de Los Ángeles con su cámara grabando la carroña humana y sus sangrientas acciones para vendérselas a una directora de informativos (turbiamente -es decir, muy bien- interpretada por Rene Russo) fríamente ávida de sangre para rellenar los noticiarios degradados en gore de una cadena local.

La contraposición entre los dos personajes como dos formas distintas de una misma perversión es terroríficamente fascinante. Gyllenhaal es un imbécil que se cree superdotado, un miserable convencido de que la vida le debe mucho más de lo que le ha dado, un egoísta por completo carente de compasión o empatía, un despojo urbano dispuesto a todo, un depredador oculto tras un rostro-máscara, una sonrisa que hace amable la del Joker de Batman y una mirada alucinada. Descubre su vocación cuando ve a un operador carroñero grabando el rescate de una mujer atrapada en un coche incendiado sin ayudar a sacarla. Russo, la jefa, es una fría, insensible y manipuladora víbora amargada, una valkiria de la telebasura.

Dan Gilroy, hasta ahora guionista más bien mediano (Apostando al límite, El sueño de Alexandría, El legado de Bourne) ha dado un paso de gigante a la dirección con esta perturbadora película que también ha escrito. Los dos planos nocturnos que la abren ya prometen: una carretera secundaria presidida por la desolación de una valla publicitaria iluminada pero vacía, y la luna llena emergiendo sobre una colina tras la que se ven las luces de Los Ángeles. Les siguen, durante todos los títulos de crédito, otras amenazadoras vistas nocturnas de Los Ángeles tomadas siempre desde el extrarradio. Hay que decir aquí que la pintura negra que es esta película sobre las noches de muerte de esta ciudad sin corazón debe mucho a las imágenes de ese genio de la fotografía que es Robert Elswit, responsable de la dirección fotográfica de todas las películas de otro genio, Paul Thomas Anderson, desde Boogie Nights hasta Pozos de ambición, además de trabajar con David Mamet (El último golpe), George Clooney (Buenas noches y buena suerte) o Phillip Noyce (Salt). Elswit crea la atmósfera opresiva, amenazadora, desolada y casi poshumana de las calles por las que transita el protagonista en busca de la sangre.

Con estas imágenes poderosas, la desasosegante interpretación de Gyllenhaal, la poderosa actuación de Russo y un guión realmente original, Gilroy crea una más que interesante reflexión sobre la degradación de la información televisiva en una sociedad sin más valores que el precio; y un poderoso retrato que funde al reportero televisivo con el fotógrafo del pánico de la película de Michael Powel Peeping Tom.

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