Como perfecta simbiosis entre palabra y música, la canción ocupa un lugar excepcional en el ámbito de la expresión artística. Quizás sea una de las formas más naturales de la comunicación humana, ya que los primeros versos de la antigüedad fueron escritos para ser cantados, y es en el siglo romántico cuando tal acoplamiento alcanzó su mayor esplendor. Manuel de Falla se dejó seducir por sus inmediatas referencias desde su primera juventud, permaneciendo hasta el final de su vida fiel al espíritu de la letra.

En la exposición El fuego y la palabra que podrá verse hasta el próximo 7 de septiembre en el hotel El Ladrón de Agua se intenta subrayar la presencia de la canción en la obra de Falla, "sólo como fórmula de creación propia y específica, ya que ocuparnos de su relación musical con el texto en otras manifestaciones -zarzuela, ópera, arreglos o producción coral-, así como de señalar las canciones ajenas que pudieron influirle o ilustrar su entorno sería un proyecto de mayores dimensiones y envergadura", como explica el comisario de la muestra, José Ramón Ripoll.

La incidencia de Manuel de Falla en el perfil de la cultura española de su tiempo fue determinante. La Generación del 27 es inconcebible sin su patrocinio, enseñanza y aliento. Su atenta confraternidad con los poetas de la época es paradigma de una compartida inquietud por la palabra, por el verso y por la canción y sus orígenes populares. Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Adriano del Valle, Gerardo Diego o Rafael Alberti le admiraron y escibieron acerca de un hombre dedicado a descubrir el sonido y los silencios que palpitan detrás de las palabras.

Organizada por el Archivo Manuel de Falla y el hotel granadino, la muestra se presentó ayer y se podrá ver hasta el próximo 7 de septiembre, de lunes a domingo en un horario de 18.30 a 21.00 horas.