Arte

El hilo hasta el sueño

  • Pablo Capitán del Río expone 'Reversión, trampa, solecismo'

Pablo Capitán. Galería Plano B. Hasta el 5 de marzo.

En el arte, la imaginación es esencial. Ése parece ser el principio que mueve los impulsos del granadino Pablo Capitán del Río, que muestra en la galería Plano B hasta el próximo 5 de marzo la exposición Reversión, trampa, solecismo, en la que hace un repaso a todo lo que ha sido su carrera creativa desde 2006, año en que se licenció en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Granada y en el que comenzó a crear su obra. La muestra es una reflexión en parte sobre los artificios del arte.

"Más que nada, lo que hago ante todo es jugar con la narración", dice el creador. "No trato de hacer obras conceptuales de ningún modo. Siempre se me ocurre la idea en la que trabajar antes de los materiales que voy a utilizar".

Pablo Capitán del Río es, ante todo, versátil y polifacético. Se mueve con la misma agilidad en el mundo de la escultura como en el de la pintura, la fotografía o incluso en el de la animación. Salta de una disciplina a otra con el fulgor de un pez y en todas sus piezas hay siempre algo de guiño al espectador.

"El título de la muestra", dice, "tiene algo que ver con la devolución de la mirada. También con el fracaso de las obras como tales. Siempre hay mucho artificio en las obras, mucha trampa, porque lo que al final siempre surge es simplemente el objeto".

Entre las piezas más llamativas se encuentra el dibujo de una trompeta en la que sólo ha pintado la boquilla y la boca acampanada. La parte de los pistones es, simplemente, una mancha en blanco. "La razón de ello es porque yo no podría dibujar al detalle una trompeta. Ahí es donde está el silencio del objeto", señala.

Otra de las obras más curiosas se titula "Esto se llama sadismo", dijo el hombre y muestra una serie de fotografías de un curioso proceso: Capitán del Río cogió un grupo de orugas procesionarias, de ésas que se siguen unas otras en los bosque en colas que pueden durar centenares de metros, y las colocó sobre un panel cuadrado del que no podían salir. Las orugas, siguiendo su instinto, comenzaron a dar vueltas en círculos sobre el panel hasta que, seis días después, murieron por inanición. "Quería hablar sobre el sadismo del ser humano hacia otro tipo de cosas. El sadismo sobre los animales está ahí".

De cualquier modo, las obras de Pablo Capitán eluden la crítica social o la necesidad de ofrecer un mensaje que no sea el puramente artístico. "Es difícil explicar por qué hago las cosas o qué intento expresar con ellas", comenta. "Si tuviera una explicación no las haría. De cualquier modo, yo no hago arte combativo".

El recorrido por la exposición es, ante todo, un recorrido por la sorpresa, por la insinuación de los objetos, por la magia extraña y atrayente que destila cada uno de los rincones de la galería Plano B en los que Pablo Capitán ha plantado una de sus creaciones. La escultura de un perro, la fotografía de una trompeta reposando en una silla mientras toda la escena alrededor ha sido pasto de las llamas, objetos dispuestos en un extraño orden... todo se ofrece como un reto intelectual al visitante, como una pregunta de la que a veces se desconoce la respuesta, como un hilo mágico que lleva hasta el subconsciente.

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