literatura

El hombre que fue jueves

  • Alianza Editorial recupera la que quizás sea la mejor novela del que tal vez sea uno de los mejores escritores ingleses del pasado siglo

El autor de la novela 'El hombre que fue jueves', el escritor y periodista británico G. K. Chesterton.

El autor de la novela 'El hombre que fue jueves', el escritor y periodista británico G. K. Chesterton.

Juraría que cuantos se han atrevido con esta novela lo hicieron engatusados por tan intrigante proposición; y es que el título, la primera línea que leemos de cada libro, predispone al usuario de manera determinante. Un buen título mejora el relato. Estoy convencido de que El hombre que miraba pasar los trenes de Georges Simenon habría perdido enteros de haberse llamado de otra manera; lo mismo es válido para El hombre que sabía demasiado, también de Chesterton, El hombre que pudo ser rey de Rudyard Kipling, El hombre que no era nadie de Edgar Wallace u otros hombres de ficción. El arte de titular es arduo y no está al alcance de todos. G. K. Chesterton, especialmente iluminado esta vez, dio cuenta en su Autobiografía del estupor de sus contemporáneos que, recién publicado el libro, se preguntaban si Jueves era el hermano de Viernes, el compañero de desventuras de Robinsón Crusoe (!). El hombre que fue jueves (felizmente recuperada por el sello Alianza) ostenta un subtítulo revelador: Una pesadilla, que arroja al lector al turbión del duermevela o de la vigilia de donde han surgido algunas de las mejores historias de todos los tiempos.

La cuestión que nos impele es: ¿cómo puede ser "Jueves" nadie? Si observamos el título con atención, veremos dicha palabra en mayúscula. O sea, no es que un tipo cualquiera se transforme en día de la semana, sino que alguien adopta el sobrenombre de Jueves. ¿Quién y por qué lo hace? Según los primeros indicios, la acción comienza de manera fortuita (pero es que Chesterton, tahúr audaz, va echando sobre el mantel las cartas más convenientes): un poeta, Gabriel Syme, reprueba públicamente las tesis en torno a la hermandad entre poesía y anarquismo defendidas por Lucian Gregory. El desacreditado, resentido, decide demostrarle al desacreditador la verdad de sus argumentos y se lo lleva consigo dentro de la noche londinense, a través de laberintos de paradojas, por entre las catacumbas del folletín, para que los hechos apuntalen sus palabras. Gregory, que es poeta y ácrata, le descubre a Syme una célula libertaria: su presidente, que responde al nombre de Domingo, tiene seis consejeros enmascarados tras los nombres del resto de días de la semana. Hay una vacante, la del camarada que había desempeñado el papel de Jueves: la muerte ha podido más que su fe en la revolución anarquista.

Esta parábola sobre el Bien y el Mal es una regocijante y traviesa apología de la ficción

Las sorpresas se suceden sin interrupción. Lucian Gregory descubrirá que su acompañante también vive en el pluriempleo. Además de poeta, Syme es detective de Scotland Yard, pero no un agente común, sino uno encargado de perseguir el anarquismo internacional. (El capítulo donde se narra su biografía se halla entre lo más exquisito y lúcido que uno haya leído nunca). Syme consigue el cargo de Jueves y se embarca en una aventura demencial en la que, según los postulados de Chesterton, lo importante es mantenerse cuerdo. El hombre que fue jueves, una parábola sobre el Bien y el Mal, es por añadidura una regocijante y traviesa apología de la ficción. La novela es un elogio de la fantasía y sus favores, así como una advertencia de sus trampas. El artefacto literario jamás es inocente, pero esto no limita su utilidad.

Sirviéndome de una de las paradojas de Chesterton, yo compararía la vida a un árbol; la ficción a una farola. El árbol es natural, está lleno de vida, ¿sí? La farola, por contra, es fría, de hierro, artificial, ¿no? Pues bien, durante la noche, el árbol sólo puede verse gracias a la farola, no sé si me explico.

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