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Tras las huellas delos mártires

  • La historia de los martirios cristianos y la represión de los moriscos todavía puede leerse en las calles de Ugíjar

El paso de más de cuatrocientos años no ha conseguido que quede en el olvido la historia de los mártires de la Alpujarra en la época de la rebelión de los moriscos, cuando más de 3.000 personas (según las actas de Ugíjar) perdieron la vida por su fe en numerosos municipios de toda la comarca. Más bien al contrario, desde el año 2006 se están produciendo una serie de acontecimientos que tendrán como colofón la inminente apertura del proceso de beatificación de los mismos, según anunció el arzobispo Francisco Javier Martínez el pasado mes de agosto.

La memoria popular tuvo bien presente unos hechos que, ocurridos hace varias generaciones, cambiaron para siempre la historia de la Alpujarra, puesto que la rebelión y posterior expulsión de los moriscos hizo que nuevos repobladores cristianos de otras partes de la geografía se desplazaran hasta la comarca y que influyeran en ella tanto en sus nombres como en sus costumbres.

Pero si una ciudad sufrió el mayor escarnio de todas en este capítulo sangriento, con episodios de canibalismo y niños sacrificados, esa fue Ugíjar, centro administrativo y de poder de la época.

El recorrido por la historia de los mártires de Ugíjar no puede empezar en otro sitio que no sea la iglesia de la Virgen del Martirio, erigida en 1501 por Diego Hurtado de Mendoza como "iglesia parroquial de Santa María del lugar de Ugíjar". Fueron unos años más tarde cuando ocurrieron los hechos que hicieron que la devoción por la Virgen del Martirio (anteriormente del Rosario) se arraigara y que fuese considerada incluso como patrona de la Alpujarra.

La torre de esta iglesia, donde los ugijareños se refugiaron en 1568 cuando se produce la rebelión de los moriscos, terminó siendo pasto de las llamas. Los moriscos, liderados por Fernando el Zaguer, tío de Abén Humeya, dieron sangrienta muerte a 240 cristianos.

El historiador local, Joaquín Rincón, recuerda cómo los moriscos se sublevaron por la presión vivida por el cristianismo, como pasar lista en la misa del domingo o revisar sus partes más íntimas para ver si han sido circuncidados y, por tanto, comprobar si siguen siendo fieles a las tradiciones aparentemente abandonadas.

Rincón también explica cómo la furiosa reacción de los moriscos les lleva a dar muerte a 240 ugijareños de manera horrible, como se recoge en las actas de la época y en los testimonios de varias mujeres, que se salvan y consiguen llegar hasta Granada para comunicar la noticia.

Las moreras que aún se conservan junto a la iglesia fueron testigos del final de los asaetados, es decir, los que encontraron la muerte desnudos y atados a estos árboles, para mayor vergüenza, escarnio y humillación, y a los que se les lanzaban saetas.

Rincón recuerda también la importancia que tuvieron estos árboles en el pasado económico de la Alpujarra, puesto que de ellos se extraía la seda, negocio que subsiste hasta el siglo XX. En 1868, frente a las moreras que se encuentran junto a la iglesia, se estableció una fábrica textil de Lyon en Ugíjar que persistió hasta la Guerra Civil, justo cuando se produce el declive de la ciudad en otros tiempos más importante de la Alpujarra, coincidiendo con la falta de la llegada de la Revolución Industrial a la comarca.

También fue entonces cuando se perdió la torre albarrana original de la iglesia, unida por un puente levadizo pero situada fuera de la fortificación, que servía de defensa y de atalaya. Un accidente fortuito ocurrido en la Guerra Civil hizo que volara por los aires. La actual torre es una reconstrucción de los años 40.

Frente a la iglesia se encuentra la plaza de los Mártires, que recuerda lo presente que está en la historia de esta ciudad (1493 le fue concedido el título) este capítulo de su historia.

"Estas tres torres estaban en triángulo", refiere Luis del Mármol Carvajal en su Historia de la rebelión y castigo de los moriscos (1600) de la atalaya de la iglesia y de las otras dos situadas bajo la plaza, que también sirvieron de refugio a los cristianos durante el levantamiento.

Las otras dos torres eran las del Escribano Mayor, Don Pedro López (que ha sido reconstruida) y la de la familia Arcos, que está ligada por la historia de Abén Humeya, puesto que se casó precisamente con la hija y después la abandonó por una esclava llamada Zahara, por lo que causó la indignación de la familia ulijeña.

Al subir por el lateral izquierdo de la iglesia se llega al barrio de Bárbol, donde se localiza el pozo en el que, según cuenta la tradición cristiana, se halló en 1606 la talla de la Virgen del Martirio cuando un lugareño que limpiaba el pozo oyó de repente una voz procedente del fondo iluminado que decía: "Martirio es mi nombre".

Según comenta el párroco de Ugíjar, Eduardo García, se han realizado diversos exámenes que prueban que la talla es de la época y que, efectivamente, tal y como narran las actas de Ugíjar (689/694), sufrió un escarnio parecido al que soportaron en sus carnes los mártires de 1568. "Fue quemada, mutilada con un hacha, arrastrada por el pueblo e incluso utilizada como puente para cruzar una acequia, finalmente es arrojada a un pozo no se sabe si para terminar de destrozarla o por esconderla".

Una realidad que tiene indignados a muchos ugijareños es que la casa en la que se encuentra el pozo al que se asoman multitud de fieles, se está cayendo de vieja. Perteneciente en otros tiempos a una familia potentada de Ugíjar, ahora está en ruinas, por lo que piden a las instituciones que hagan algo por remediar su derrumbamiento.

Sin embargo, para contemplar los mayores 'tesoros' relacionados con los mártires es preciso volver a la iglesia, donde se encuentra la Virgen del Martirio que fue coronada por el arzobispo el pasado 15 de agosto, quien también anunció la apertura del proceso de beatificación de los mártires de la Alpujarra. En esta misma parroquia se celebró desde la coronación hasta el 15 de octubre (fecha de su festividad) una exposición bajo el título Martirio es mi nombre de la que han quedado aún cuadros y documentos en el edificio, como el mapa de las localidades alpujarreñas donde hubo martirios o una relación no cerrada de los mismos, con nombres y apellidos.

Tras subir por una escalera tipo imperio hacia el camarín, junto a la imagen de la Virgen se conservan los restos del cráneo y algunos huesos de Gonzalico, el famoso niño mártir de 10 años que, según cuentan las actas de Ugíjar, entregó su vida por su fe en la Nochebuena de 1568.

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