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La infinita soledad del hombre

CARRER DE BAILÉN

¿Por qué lugar saldrá el primer gusano?

¿Asomará su inquieta cabecita

por la nariz, la oreja o el ombligo?

¿O, acaso, entre los párpados abiertos?

Tras él seguirán otros, menos tímidos,

a recorrer la piel, donde amor puso

estremecidos cielos de otras pieles.

Morderán las barreras de los músculos.

Horadarán las capas de la carne,

abriendo su impaciencia los caminos.

Y una inmensa ciudad será el cadáver.

Con seres trabajando sin descanso

para destruir la forma, este volumen

que la gente conoce por mi nombre.

JOSÉ MARÍA FONOLLOSA

JOSÉ MARÍA FONOLLOSA (Barcelona. 1922-1991). Más acá de las poses canallas o la locura de postín, pocos poetas encontraremos con una vida y una obra tan atormentadas como la de Fonollosa.

Si con tan sólo 24 años consiguió publicar -y en edición casi de lujo- su primer libro de poemas, habría luego de esperar hasta los 66 para ver otro título suyo en edición impresa. De nada le sirvió la dedicación casi enfermiza a su obra: era ninguneada una y otra vez en todos los certámenes en los que probó suerte. Estaba solo, apenas arropado por su familia. Solo en un país por lo demás fracturado tras la guerra civil, lóbrego, depresivo. Hasta tal punto hastiado que decidió escapar, dejarlo todo y exiliarse a La Habana, donde vivió desde 1951 hasta 1961. Pero seguía siendo un hombre solo, más pesimista cuanto más inadaptado lo volvían estas contrariedades, lo que se tradujo diáfanamente en sus poemas: endecasílabos blancos y simétricos, tan contundentes que se dirían asépticos, irónicos pero desesperanzados, agnósticos respecto a la vida (así, en abstracto) y escépticos respecto a las relaciones humanas, crudos consigo mismo e inclemente con todo, con todos los demás. Toda su ineptitud social encontraba su cauce comunicativo en el poema. Es decir: la persona que no encontraba analogías con su tiempo era escoltada por el poeta que sí sabía hacerse entender, y eso convierte a ambos en un mismo personaje enormemente original, al margen de modas, escuelas y demás oficialismos.

Súmese a todo lo dicho hasta aquí otros dos fracasos perpetuos: el laboral (sólo pudo ser agente inmobiliario) y el amoroso (nunca fue correspondido). Poeta, en definitiva, fantasmal, inédito casi hasta su muerte por suicidio. Tanto que ha habido quien dudaba de su existencia, pensando que se trataba del pseudónimo de un autor famoso. Hoy cantautores como Joan Manuel Serrat o Albert Pla se han sumado al reconocimiento colectivo y reivindican en sus canciones la poesía de Fonollosa.

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