Actual

Una joya oculta en el bosque

  • El monumento erigido en la Alhambra en homenaje a Ángel Ganivet por el escultor Juan Cristóbal González tuvo grandes polémicas en su día

Semioculta en la maraña del bosque de la Alhambra, atacada por los rayos de sol que se cuelan entre los árboles, se encuentra una de las esculturas más bellas y simbólicas que tiene Granada: el monumento que la ciudad erigió en la memoria de Ángel Ganivet y cuya realización tardó años y no estuvo exenta de fuertes polémicas. Las estatuas, en Granada, siempre han despertado encendidos debates y el monumento que levantó el escultor almeriense, aunque afincado en Granada, Juan Cristóbal González Quesada, no fue una excepción. Hoy, con el paso de los años, la escultura es una pequeña joya escondida.

"Un bello joven atlético levanta la cabeza de un macho cabrío, gracioso y ágil, que intenta huir". Así definía el propio artista el proyecto en el que estaba trabajando en una entrevista concedida al periódico La Gaceta del Sur el 15 de mayo de 1919. "¡Con qué majestuosa habilidad y con qué noble destreza le domina y retiene, sujetándole por los cuernos en un esfuerzo risueño! Y el macho cabrío suelta al aire un chorro de agua, que llena el estanque. La Naturaleza rinde al hombre dominador el homenaje que le debe... Y Ángel Ganivet, mucho más alto, destacando de este grupo simbólico que ha de estar a ras de tierra, contempla la riqueza del estanque...".

La idea de levantar un monumento al autor de Granada la bella surgió en 1908, con motivo del décimo aniversario de su muerte. Pero el proyecto se estuvo dilatando hasta 1918 en que un grupo de jóvenes del Centro Artístico de Granada, encabezados por Melchor Fernández Almagro, retomó el proyecto con fervor. Juan Cristóbal González, que pertenecía al círculo de amistades de los hermanos García Lorca, Hermenegildo Lanz o Miguel Pizarro, se ofreció a realizar la obra de forma gratuita. El Centro Artístico, por su lado, abrió una cuestación popular para correr con los gastos del montaje y el ex ministro de Instrucción Pública Natalio Rivas, que había apadrinado a González, se ofreció a proporcionar los materiales.

Juan Cristóbal, que era su nombre artístico, había comenzado como botones en el Centro Artístico, según relata hoy su hijo, abogado del mismo nombre. "Natalio Rivas lo protegió e incluso le prestó dinero para que pudiera presentar una de sus esculturas". Como curiosidad, el artista, nacido en Ohanes (Almería) el 25 de mayo de 1897, es el autor, también, de la estatua del Cid en Burgos.

El monumento abrió varias polémicas locales en la ciudad, primero por la ubicación del lugar donde sería erigida y luego por el tema elegido por el escultor, que incluía a un hombre completamente desnudo. El periodista Constantino Ruiz Carnero, que llegaría a ser director de El Defensor de Granada y uno de los grandes amigos de Federico García Lorca, se desmarcó del círculo de jóvenes que rodeaban al poeta y atacó duramente la obra. Ruiz Carnero sentía antipatía personal por Juan Cristóbal y no eludía las puyas contra el escultor. Eso provocó una airada reacción de personas como José Mora Guarnido, José Fernández Montesinos, el pintor Manuel Ángeles Ortiz o el redactor del diario El Sol Miguel Pizarro, que incluso escribieron cartas contra "la campaña bochornosa que por algunos elementos de Granada se viene haciendo a propósito de la erección del monumento a Ganivet hecho por Juan Cristóbal".

La ciudad se polarizó y hubo crudísimos debates en la prensa. Ruiz Carnero había llamado al monumento 'El atleta y la cabra'. Él defendía que la obra debía ser una síntesis de la vida y el espíritu de Ángel Ganivet, y no la fuente que había concebido el escultor.

"Constantino Ruiz Carnero critica con excesiva severidad la obra de Juan Cristóbal", le replicaba por su parte José Mora Guarnido poco tiempo antes de la inauguración del monumento. "Sobre todo, el grupo escultórico que decora la fuente y sirve de grifo y al que bautiza con el impropio nombre de El atleta y la cabra. Hay que tener en cuenta, y aconsejo a mi buen amigo que se fije en determinados distintivos fisiológicos, que no es cabra, sino macho. Macho cabrío que está, aunque alguien haya supuesto otra cosa, desprovisto de toda pretensión de simbolismo".

La obra de Juan Cristóbal influyó también en la de Federico García Lorca que una tarde, tras acompañar a escultor a ver machos cabríos para tomar apuntes, se sintió tan impresionado que escribió El macho cabrío, de su Libro de poemas.

El monumento se inauguró finalmente a las cuatro de la tarde del lunes, 3 de octubre de 1921. Estuvieron presentes en el acto Natalio Rivas, Melchor Fernández Almagro, Antonio Gallego Burín o Miguel Pizarro, entre decenas de autoridades y asistentes. También todas las sobrinas de Ángel Ganivet, que depositaron un ramo de flores a los pies de la estatua. Fue una tarde gloriosa para la ciudad, como lo atestiguan las fotos de Torres Molina tomadas aquel día.

Unos años más tarde, en abril de 1925, cuando fueron repatriados a Granada los restos mortales de Ángel Ganivet, el monumento fue el primer lugar que el séquito funerario visitó en otro multitudinario acto. Desde entonces permanece ahí, obra callada y oculta, tiernamente serena, con un estanque que durante las noches se ilumina y muestra al impertérrito joven que sujeta al carnero enfurecido. Continúa siendo uno de los rincones que merecen una mirada, de los lugares entrañables que muchas veces se ocultan por Granada.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios