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Tan lejos y tan cerca

Esta temporada la música contemporánea está tomando importancia dentro de la programación de la Orquesta Ciudad de Granada. Como muestra, el programa de este fin de semana, que se dedicó por entero a compositores del siglo XX. Tres autores fueron los que aglutinaron la atención de los músicos de la OCG, que bajo la experta y detallista dirección de Pablo González ofrecieron un gran concierto de amplias miras estéticas.

Como primera obra del programa pudimos escuchar Intégrales de Edgar Varèse. Esta obra inauguró una concepción espacial de la música, encaminada a crear efectos acústicos determinados a partir del timbre de los instrumentos utilizados. Para la concepción de esta obra Varèse contó con un nutrido grupo de instrumentos de viento y de percusión. Por un lado, Intègrales continúa con la búsqueda de nuevas sonoridades que hacia la década de los años 1920 se estaba llevando a cabo en diversas escuelas de vanguardia. Por otro, denota un lenguaje personal del autor que resultaría precursor para otras obras igualmente emblemáticas tales como Arcana o Ionisation.

Intègrales es una pieza de un único movimiento estructurada en tres secciones. Dado lo complejo de su trama instrumental, requiere de los intérpretes no sólo un dominio perfecto de la expresión instrumental sino también un sentido métrico excelente. Ambos factores se conjugaron favorablemente en la versión que los vientos y percusiones de la OCG ofrecieron, con una dirección clara y precisa de Pablo González.

Le siguió en el programa El Minotauro, suite del ballet de igual nombre compuesto por Elliott Carter en los década de los cuarenta del siglo XX. En cierto modo, la obra cierra un ciclo en la prolífica y diversa producción de Carter, ya que con ella abandona las obras de carácter narrativo para adentrarse en la experimentación del lenguaje serial. Aún así, el ballet El Minotauro resulta interesante por ser una obra puente entre el neoclasicismo y las segundas vanguardias, que mantiene elementos descriptivos junto a la introducción de otros puramente conceptuales.

Nuevamente la OCG, esta vez con las cuerdas añadidas, dibujó una coherente y correcta versión de la obra, estructurada en obertura y siete números. Destacaron momentos de belleza lírica como el 'Pas a Deux: Ariadne et Theseus', o el expresivo número final que representa el triunfo de los griegos. Rica en elementos tímbricos, como sus dos compañeras de programa, El Minotauro dio a conocer al gran público a uno de los autores norteamericanos más emblemáticos del siglo XX.

La segunda parte sirvió para reafirmar a Pablo González como un hábil director al frente de la OCG. Con una obra complicada y rica en matices como la Sinfonía núm. 2 de Jean Sibelius, el director demostró conocer bien a la formación granadina, extendiendo su buen hacer a través de una versión que potenció el dibujo motívico y que, quizás, exageró el poder expresivo en algunas pausas. Aún así, el resultado fue redondo, cerrando así una velada diferente que nos llevó por las tortuosas sendas de la música contemporánea, todavía desconocida para muchos.

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