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Cuando la lírica supera a la épica

Afortunadamente para todos, en medio de esta crisis contumaz que cierra los bolsillos y también pone cortapisas a las ideas, el esplendor expositivo de antaño se ha vuelto a hacer presente en el Palacio de los Condes de Gabia, el centro de arte granadino que más prestigio y entidad llegó a alcanzar por la trascendencia de sus programaciones a lo largo de los años. Tras algún periodo de menor intensidad expositiva, y después de su remodelación, el espacio de la Plaza de los Girones ha retomado su máximo desarrollo artístico. Las dos exposiciones que en sus espacios tienen lugar lo demuestran sobradamente.

David Escalona es un joven pintor malagueño, miembro activo de esa hornada importante de artistas jóvenes andaluces que tanto lustre está dando a la creación plástica que tiene lugar en nuestra zona, mediata e inmediata. Desde hace algunos años el artista viene demostrando su importante compromiso con un arte nuevo, donde el proceso creativo es mostrado en su más absoluta crudeza. Con un dominio muy definido del dibujo, el pintor nos ha conducido por una maraña -de rojos, sobre todo- que envolvían plásticamente los muchos episodios de una idea. En estas coordenadas creativas se ha situado gran parte de la todavía joven carrera del artista. Ahora, con las ideas muy claras, habiendo sabido evolucionar, con mucho criterio, hacia modos distintos y con un especialísimo sentido actual pero manteniendo muchos de los registros conceptuales que marcaron sus anteriores trabajos, David Escalona nos presenta una serie de videoinstalaciones, distintas en el formato ilustrativo, pero con muchos argumentos que los unifica. En todos existe la presencia -más velada en algunos y mucho más evidente en otros- de la historia íntima del autor, de sus recuerdos infantiles, de la visión de aspectos extraídos de la memoria en torno a vivencias populares, -aquellos gusanos de seda guardados en cajas con agujeros hasta verlos convertirse en palomitas-, de su existencia compleja y particularísima, de su estancia continuada en un hospital -David Escalona tuvo un muy pronto accidente en una mano y debió enfrentarse a diversas intervenciones quirúrgicas con lo que fueron frecuentes sus estancias hospitalarias-, de la visión de imágenes remotas, del recuerdo descarnado de episodios crueles con animales como protagonistas. Todo, en definitiva, en un intento de metamorfosear la realidad y dejando actuar la memoria para que, de lo particular, íntimo y personal, se alcance, mediante un complejo proceso metafórico, un concepto mucho más amplio, que excede el tiempo y el espacio y busca lo trascendente y universal.

David Escalona en su trabajo, con toda la argumentación dura y descarnada que encierra, no se detiene en exhuberancias descriptivas extremas, sino que, ilustra con pulcritud, desenlaces representativos llenos de intimismo, sutileza y sensibilidad; apostando por una lírica de jugosos y equilibrados matices antes que por una desorbitada épica llena de desgarro y vehemencia.

De nuevo, David Escalona nos patrocina un trabajo lleno de convicción; trabajo que acentúa nuestra particular posición en torno a uno de los artistas jóvenes con mayor compromiso artístico.

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