crítica m

El mar se tiñe de color gasolina

El último diccionario de la Academia describe "galvanizar" como "reactivar súbitamente cualquier actividad o sentimiento humanos", pero en su tercera acepción. La primera explica un proceso: "aplicar una capa de metal sobre otro mediante una corriente eléctrica", y la segunda: "Dar un baño de cinc fundido a una superficie metálica, para que no se oxide". "Galvanizar", aplicar algo sobre algo para que no acabe, reactivar algo que ahora no puede. Así principió uno de los nuevos proyectos de Nuevo Teatro Fronterizo, vehiculado por José Sanchís Sinisterra, en un rincón del barrio de Lavapiés, cuya intención era encausar al espectador, llamarlo a episodio por su conducta calcinadora contra nuestro planeta. La coda de dicho proyecto llegó hasta Granada, en forma de lectura dramatizada, llevada a cabo por la Escuela de Teatro y Doblaje Remiendo y la Escuela Pública de Formación Cultural de Andalucía, con el mismo objetivo: sacar a la luz lo que ya se anuncia, un destrozo común.

Las tres piezas fluctuaban entre la protesta y la aflicción -íntimamente asociables-, dado que la resolución de todas ellas siempre pivotaba en torno a la posibilidad de acción en la que el ser humano debe, decisivamente, integrarse. Gracia Morales, Xavi Puchades y Eva Redondo calibraron provechosamente cuáles eran las capacidades y las divisorias textuales para el proyecto, y a partir de ahí confeccionaron un triángulo conflictivo que, a pesar de aislarse textual y argumentalmente entre sí, se alimentaban y poblaban sobre la protesta. Las situaciones generadas sobre las tablas, a partir de la pluma de los tres dramaturgos, logró que el público se revolviera inquietamente sobre la estopa de la butaca; los diálogos, nervudos y tenaces, apresaron al público, sin permitirle escapar de las visiones prospectivas que no vaticinan un futuro hospitalario para el ser. Y todo ello rechazando una ontología sobrepasada; ninguna de las piezas, ni sus realidades generadas, presentaron temas o enfrentamientos que no pudieran ser reconocidos por el público, y su ejecución, a cargo del alumnado de Arte Dramático -tanto de Remiendo como de Escuela Pública- validaron todas las reivindicaciones ambientalistas que con ellas fueron concebidas.

Las situaciones generadas lograron que el público se revolviera sobre sus butacas

En cuanto al aparato escénico, a todas las piezas se le aplicó un sistema de organización y deconstrucción continua de los artefactos escénicos, cuyo resultado generó un espacio que multiplicó sus propias capacidades, y proponía al público movilidad, lo que permitió a los cuadros textuales contar con esa agilidad dramatúrgica que tanto es demandada actualmente. Los medios parecían escasos, no por ello ineficaces; a través de la conjunción de un escenario esquelético y su movimiento, los personajes fluctuaron con audacia sobre las tablas. Todo ello, sumado a las labores lumínicas, técnicas y audiovisuales, construyó pacientemente un objeto artístico rabiosamente bello y terrible.

En suma, Planeta vulnerable no solo es una denuncia. Más allá, es una llamada a la realidad, un timbre que viene a puntear sobre la conciencia para inmovilizarla durante un tiempo, para devolverle la verdad; no aquella espiritual o psicológica, sino la natural, la instintiva. Planeta vulnerable ha sido engendrado con objeto de legitimar una lucha contra el único animal que pulveriza letalmente su propio hogar. El ser humano es fascinante; usted le entrega plantas, agua y luz, y le devuelve cenizas, vapor venenoso y negrura.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios