Crítica de Cine cine

La mina de oro sigue produciendo

Benedict Cumberbatch, Robert Downey Jr., Mark Ruffalo y Benedict Wong, en 'Vengadores: Infinity War'.

Benedict Cumberbatch, Robert Downey Jr., Mark Ruffalo y Benedict Wong, en 'Vengadores: Infinity War'. / d. s.

Al igual que no se hacían críticas de las películas X, porque valían para lo que valían, satisfacían a quienes satisfacían y adecuaban sus dispositivos cinematográficos a los muy concretos fines que perseguían, quizá debería hacerse lo mismo con las películas de superhéroes. Unas mejores y otras peores, pero todas desesperadamente parecidas. Unas juguetonas, como corresponde a los tebeos, y otras trágicas, como si estos tipos en mallas o mutantes fueran héroes mitológicos o personajes shakespearianos, pero -digámoslo otra vez- todas desesperadamente parecidas. Es posible que los superhéroes de los tebeos fueran un sustitutivo popular de los universos religiosos, mitológicos y épicos. La Ilíada, La odisea, La Eneida, La leyenda dorada o los cantares de Roldán, Mío Cid y los Nibelungos simplificados y dibujados -no es cuestión de leer- para quienes carecen de estos referentes y nutren su necesidad de historias y mitos con personajes de tebeos.

Esta nueva entrega de los Vengadores apelotona como nunca a los superhéroes de Marvel -que se llevan entre sí peor que los inquilinos de la calle Génova- para enfrentarlos al malvado y poderoso Thanos, cuya interpretación mediada por la motion capture a cargo de Josh Brolin -sí, él, uno de los chavales de Los Goonies- es de lo mejorcito de la película. La capacidad de Marvel para estrujar su universo sin agotar a sus fans es asombrosa. El llamado Marvel Cinematic Universe (MCU: Universo Cinematográfico Marvel) lleva una década y 19 películas llenando las pantallas de impactantes efectos especiales, los altavoces de ruidos y músicas a todo volumen y las taquillas de dinero hasta el punto de ser la serie cinematográfica más rentable de la historia del cine, superando las sagas galáctica, de Harry Potter y de James Bond. Ingresos a los que se deben sumar series televisivas, videojuegos, juguetes y tebeos. Y además suelen obtener buenas reseñas por parte de los críticos mutantes que han sabido adaptarse a estos tiempos chiquitos y escriben sobre ellas con tanto asunto como si lo hicieran de las más sesudas y complejas películas, reduciéndonos a los escépticos a nostálgicas Norma Desmond, la diva polvorienta de El crepúsculo de los dioses, diciendo aquello de "yo soy grande, son las películas las que se han hecho pequeñas".

Dirán ustedes que a estas alturas aún no he comentado gran cosa sobre la película. ¿Y qué puedo decirles que ustedes no sepan? La dirigen Anthony y Joe Russo, quienes tras iniciarse con unas comedias horrorosas -Bienvenidos a Colinwood, Tú, yo, y ahora Dupree- y después de ausentarse durante casi una década de los cines para dedicarse a la televisión, encontraron su filón de oro en Marvel: Capitán América (2014), Capitán América: Civil War (2016), ahora Vengadores: Infinity War y para el año que viene Vengadores 4. El guión (si se puede llamar así a este apelotonamiento de personajes e historias sin sustancia) lo escribe el dúo Christopher Markus y Stephen McFelly que se dio a conocer con la buena adaptación de Las crónicas de Narnia de C. S. Lewis para pasarse a las crónicas de Marvel en 2011 con Capitán América: el primer vengador. La puesta en imagen, totalmente basada en los efectos especiales, es apabullante. Su larguísima duración satisfará a sus incansables incondicionales que están a punto de convertirla en el estreno más rentable de la historia. Poco más se puede decir que no sea ruido añadido al ruido.

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