Historia Una herencia española de la Edad Media

La música viva de Al-Ándalus

  • Los géneros practicados en territorios hispanomusulmanes hasta 1492 sobreviven hoy en el Magreb · Bajo la influencia de Ziryab se desarrolló la teoría melódica

Como no podía ser de otra forma, la Edad Media tuvo en Al-Ándalus, una banda sonora propia. Como correspondía a un estado musulmán, la mayor parte de la producción musical se desarrolló según la melodía oriental y en el idioma árabe en lo que a cantar se refería, aunque el intercambio de ideas y formas con las coplas sefardíes y la música cristiana, en su vertiente religiosa (litúrgica) y pagana (villancicos y cantigas), era frecuente. No obstante, cabe establecer dos ideas fundamentales al respecto: la supervivencia de los géneros autóctonos andalusíes en el actual Magreb y la influencia de sus reglas melódicas en el devenir posterior de la historia de la música.

Pueden distinguirse dos épocas doradas en el desarrollo de la música andalusí. La primera se considera a partir de la llegada a Córdoba en el año 822 de Abu al Hassan Alí Ibn Nafeh, alias Ziryab (789-857), músico y laudista de origen persa que llegó a al-Andalus tras huir de Bagdad por causa de las envidias de algunos músicos de la corte y buscar un primer refugio en la ciudad santa de Kairouan (Túnez). Ziryab llegó a la ciudad de la Mezquita por intercesión del músico y cantor judío Al-Mansur el mismo día en que Abderraman II, el primer monarca europeo que fundó un conservatorio, ascendió al trono del Califato. Ziryab se adelantó más de cinco siglos a la definición de espíritu renacentista: además de músico y fundador de la escuela musical andalusí era poeta, literato, astrónomo, geógrafo y diseñador de peinados y modas que causaban verdadero furor entre las damas andalusíes. Sus creaciones musicales resultaron decisivas: en cuanto al laúd, su instrumento, añadió la quinta cuerda y sustituyó la antigua púa de madera por una pluma de águila para la mano derecha (ambas innovaciones se mantienen hoy día en la práctica del oud árabe); en cuanto a la propia composición musical, unificó las distintas formas y cancioneros que existían dispersas en el sur de la Península Ibérica hasta conformar nuevos géneros como la nuba, que se desarrollaría ya a partir del siglo XIII en otros como la casida, la moajaca, la jarcha y el zéjel. Además de todos éstos, la nuba forma parte en su acepción original de los repertorios de las agrupaciones musicales actuales de Marruecos, Túnez y Argelia. Estas formaciones se disponen en torno a los instrumentos tal y como prefiguró Ziryab a sus orquestas: la percusión, el violín apoyado en la rodilla (como herencia del rabel andalusí), el oud y algunas incorporaciones posteriores como el qanun, una especie de arpa importada de Oriente. Además, Ziryab desarrolló la teoría musical que desde Pitágoras hasta Avicena había permanecido en constante evolución en la cuenca sur del Mediterráneo. La disposición de tonos y semitonos que promulgó para las escalas constituyó una profunda renovación del arte musical sin la cual nunca habrían surgido el flamenco ni las formas musicales populares y tradicionales españolas.

El segundo gran momento de esplendor corresponde a los primeros reinos de Taifas, ya en el siglo XI. La profunda veneración que reyes como el sevillano Al-Mutamid profesaban a la música posibilitó la proliferación de conservatorios y escuelas de música por todo Al-Ándalus. La formación impartida en estos centros, en los que estudiaban en igualdad de condiciones hombres y mujeres, musulmanes y cristianos, bebía directamente del modelo clásico: los programas de estudios incluían clases de filosofía, geometría, astrología y geografía, saberes considerados indispensables para la dedicación al canto o la práctica de instrumentos, además de, por supuesto, la propia música. Fue entonces cuando se fundaron las grandes orquestas de Al-Ándalus, creadas especialmente para la corte y modelos para las orquestas magrebíes de la actualidad. Los músicos pasaron a formar parte de las élites sociales y quedaron bajo protección de los reyes, categoría que Alfonso X El Sabio adaptó para Castilla en el siglo XIII.

Tras la Reconquista, la música de Al-Ándalus cruzó a la otra orilla pero no murió. Como la memoria.

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