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"A algunos narcos se les trata como empresarios audaces"

  • El mexicano triunfa con una novela que refleja la violencia en Ciudad Juárez

Los cantares de gesta modernos prefieren a los antihéroes. En México triunfa un nuevo género musical, los narco-corridos, donde la violencia se acompaña de un acordeón con letras fronterizas, y no sólo geográficas. Un muro puede dividir un país pero no sirve para distinguir el bien y el mal. Este espíritu está recogido en el último libro de Yuri Herrera, Trabajos del reino, la novela del momento en México y que presenta a un cantante de narco-corridos en Ciudad Juárez que entra al servicio de un capo. Y todo con un lenguaje tan árido como el paisaje y las vidas de los habitantes de la frontera.

-El narcocorrido parece primo hermano del rap más callejero. ¿La violencia necesita banda sonora?

-En todas las épocas y sociedades la gente ha sentido la necesidad de contar cómo le pasa la vida, y la música es una de esas herramientas que ayudan no sólo a contar las historias sino a memorizarlas y repetirlas; las notas le dan a las historias forma en el tiempo. Si en el caso de los narco-corridos y el rap las historias de violencia son acompañadas por música es porque la tragedia, como cualquier otro hecho humano, puede ser cantada. Pero los corridos no nacieron con el narco, y no son simple apología de la violencia. Pueden ser noticia, lamento, denuncia, elogio, son tan diversos como la multiplicidad de perspectivas sobre el fenómeno.

-En su novela aparecen personajes como La Bruja, la Cualquiera, el Periodista… ¿El omitir los nombres es para crear una especie de fábula?

-Yo no quería hacer una representación histórica, ni una crónica ni un reportaje. La frontera, el tráfico de drogas, el paisaje, los corridos, son los códigos estéticos y políticos de los que me sirvo para contar una historia cuya sustancia es la relación entre el arte y el poder. Aunque la textura lingüística, que abreva de la cultura fronteriza, es parte fundamental de la novela, no quise que el relato fuera constreñido por nombres propios de lugares o personas; en ese sentido, sí, puede decirse que hay algo de fábula macabra.

-¿Qué letra de un narco-corrido encajaría en su novela? ¿Cuál es su favorita?

-Escuché muchos corridos mientras escribía la novela: a Chalino Sánchez, a Lupillo Rivera, al grupo Exterminador (Las monjitas es uno de mis preferidos), entre muchos otros; y, por supuesto, a los Tigres del Norte, de quien mi amigo, el escritor Juan Álvarez me dijo, una vez que fuimos a escucharlos en Tijuana "¡son como los Beatles!". De ellos me gustan muchas, pero podría mencionar, sin pensarlo mucho, Los dos plebes y La camioneta gris.

-¿Cómo es la vida de un cantante de corridos en Ciudad Juárez?

-No quiero generalizar ni podría hablar en nombre de los artistas juarenses. Puedo hablar de los que conocí cuando vivía en la frontera, y no es posible caracterizarlos de un plumazo: los hay que apenas sobreviven recogiendo monedas en las cantinas, los que llevan una vida más acomodada tocando en el escenario en esas mismas cantinas o en fiestas de quince años y bodas; y, entre muchos otros, a los que súbitamente les va bien tras haber escrito o interpretado un éxito de radio. Eso en cuanto a lo que tiene que ver con su trabajo. Por lo demás, supongo que padecen la cotidianeidad de una ciudad tan terrible como Ciudad Juárez de manera similar a la del resto de sus habitantes: con estoicismo.

-En 'Sin Perdón', de Clint Eastwood, un periodista se dedicaba a escribir y exaltar las grandezas de El Duque, un asesino. ¿Es su novela un western moderno?

-Supongo que podría considerarse así en la medida en que los vaqueros originales fueron mexicanos poblando y construyendo las ciudades en lo que ahora conocemos como la frontera entre México y Estados Unidos, hecho que los westerns cinematográficos han olvidado. Pero el western estadunidense (a diferencia del spaghetti western, que es mucho más complejo y virtuoso), suele estacionarse en un maniqueísmo entre el bien representado por un civilizado John Wayne, por mencionar a uno de sus iconos, y el mal, encarnado por un piel roja ignorante. Yo intenté escribir una novela que no cayera en dicotomías fáciles, sino que diera cuenta tanto de la fascinación que provoca la crueldad de los hombres poderosos.

-¿Son siempre los asesinos elegantes y los estafadores de corbata los más peligrosos?

-No sé si los estafadores más elegantes sean siempre los más peligrosos, pero en México suelen ser los más impunes. El contexto en el que algunos capos del narcotráfico ganan popularidad es el de un país repetidamente devastado por oligarquías rapaces, una clase alta desvergonzadamente racista, y un Estado inoperante para garantizar la seguridad de los ciudadanos. La terrible violencia del narcotráfico es la batalla visible de una situación que viene de lejos. Hay una cierta violencia normalizada de la que no se habla tanto pero que corroe el tejido social de igual o peor manera: la corrupción en las fuerzas de seguridad, la normalidad de la miseria extrema, la urbanización salvaje, la sumisión a los inversionistas sin escrúpulos...

-¿Los capos son vistos por la mayoría como héroes antes que como criminales?

-No, no creo que se pueda hablar de una mayoría: hay millones de personas que sufren de un modo u otro las consecuencias del narcotráfico (la adicción de un familiar; un pariente asesinado por ser un policía honesto, etcétera; un campesino despojado de sus tierras u obligado a cultivar enervantes, etcétera), pero sí hay diferentes percepciones sobre ellos, y en algunas zonas en que han invertido (en escuelas, en hospitales, en iglesias), se les ve como benefactores; creo que inclusive en algunos ámbitos se llega a ver con admiración sus actividades, como si se tratara de empresarios audaces en vías de entrar al régimen fiscal.

-¿Qué sensación tiene de la situación el ciudadano medio de Ciudad Juárez?

-Se dice que la gente se acostumbra a todo, y esa frase cobra un sentido siniestro en un lugar en el que suceden cosas como las que suceden en Ciudad Juárez. Aparentemente, es posible acostumbrarse al horror, pero hay que mencionar que hay grupos de artistas, activistas sociales, pequeños empresarios, académicos, que hacen lo posible por cambiar esa realidad tan opresiva. Sí ha habido una respuesta de la sociedad civil para responder a la terrible marginación y la violencia contra las mujeres.

-Llamar a una de las protagonistas La Cualquiera da una imagen de la situación de la mujer…

-Sí, pero aunque son terribles las condiciones de vida para las mujeres en muchas zonas de la frontera, esa es más bien una referencia al papel al que frecuentemente se reduce a las mujeres en muchas esferas de poder, independientemente del país o de la época.

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