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"Las novelas no se pueden rechazar por prejuicios"

  • El escritor visitó ayer Granada para ofrecer una conferencia en la que explicó el juego de espejos que se establece entre escritores y público en la lectura de un libro

Eduardo Mendicutti visitó ayer Granda para impartir la conferencia Libros leídos. Libros escritos, un ejercicio de reflexión sobre su oficio y el de lector.

-¿Cuáles son los libros leídos y los escritos?

-Los mismos. Los lectores reescriben los libros que leen, las vidas y emociones narradas por el autor, que pasan a incorporar a su vida. Por eso leer es vivir otras vidas distintas. Si el lector, además, es un escritor, como es mi caso, reescribe libros que ha incorporado a su vida. Y cuando un lector se adentra en su obra, reescribe con ese autor. Así se establece toda una red de vidas leídas, escritas y vividas en la que todos estamos encadenados.

-Esa red de peripecias vitales y literarias, ¿crea una especie de conciencia colectiva?

-Sí, crea una memoria colectiva y una red de referencias colectivas. La idea del amor que tenemos es así porque la hemos ido leyendo, la hemos ido asimilando y se ha ido creando una nueva manera de concebirlo. Pero también ocurre con otros muchos conceptos, como el de decencia o el de solidaridad. Esté ultimo, por ejemplo, es muy distinto cuando sólo se consumen novelas románticas del que se tiene si se leen novelas de personas necesitadas o marginadas. Esas obras cambian nuestro sentido del compromiso con los demás.

-¿El cine también contribuye a ese imaginario común al beber de las obras literarias?

-Y cada vez más. El cine tiene siempre una parte literaria que es el guión. Además, una película basada en una novela no es más que la lectura que ha hecho un guionista o un director de esa novela, una lectura parcial o personal. Por eso es tan complicado ver una película basada en un libro que hemos leído nosotros, que hemos reescrito nosotros, y la reescritura plasmada en la pantalla no coincide con la que hicimos.

-Y cuando uno es el autor de la novela, será aún más difícil...

-Yo procuro ser consciente y distanciarme de mi novela a la hora de ver la película. Pero si es difícil para alguien que ha leído la obra, mucho más para alguien que la ha escrito. Sin embargo, esa es la única actitud sana posible, porque si no te llevas unos sofocones que no pueden ser...

-Usted ha tratado el tema de la homosexualidad en muchas de sus obras. ¿Puede el público encasillarlo y aproximarse a sus libros con ese prejuicio?

-Eso inevitablemente es así, y espero que se vaya suavizando. Pero todas las novelas que he escrito, con tema gay más explícito o menos, las he escrito pensando en cualquier tipo de lector. Cualquier novela, trata de lo que trate, tiene derecho a que nadie la rechace por prejuicios.

-En la novela contemporánea hay muchos juegos metaliterarios de reescrituras de novelas.

-Sí, pero no hace falta que sea un juego explícito para que funcione. A veces puede ser más personal o comprometida una novela en cuyo fondo, sin ser demasiado explícito, está lectura de El Quijote que una recreación literal de la novela de Cervantes.

-¿Qué autores le han influido como lector-escritor?

-Las lecturas de la infancia, como recreaciones de vidas de santos, cuentos infantiles. También las novelas del Oeste o lecturas colegiales, como las de algunos clásicos.

-¿Cuál ha sido la interpretación de una obra suya, o reescritura, más sorprendente?

-Hay dos. Por un lado, Una mala noche la tiene cualquiera es lectura obligatoria en los cursos de novela española en las universidad norteamericanas. Los alumnos siempre están haciendo estudios y ensayos sobre ella y ya se ha convertido en una especie de metáfora de la Transición. Los jóvenes establecen todo un juego de interpretaciones de esa metáfora, que yo no tuve en cuenta en ningún momento cuando la escribí. Aunque empiezo a creer que sí. La otra es sobre Los novios búlgaros, la historia de amor entre un señor maduro y un joven búlgaro. Luis García Montero me dijo que era la obra más precisa que había leído sobre el matrimonio, cuando es todo lo contrario a una novela conyugal. ¡Vaya por Dios!

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