eduardo mendoza. escritor

"El oficio de escritor es un trabajo que ha de hacerse bien y de manera honrada"

  • El autor catalán participa en unas jornadas dedicadas a Pere Gimferrer, que hoy recibe el Premio Lorca de Poesía

  • "Es una de las mentes más brillantes en España", asegura Mendoza

El escritor catalán es íntimo amigo del poeta Pere Gimferrer.

El escritor catalán es íntimo amigo del poeta Pere Gimferrer. / reportaje gráfico: carlos gil

"Siempre he sido una persona relativamente poco activa y las cosas que me han pasado, me han pasado a mi pesar, como los personajes de mis novelas. Nunca he sido aventurero, ni me ha gustado la acción. Soy una persona reflexiva y lo poco que sé lo he aprendido en conversaciones y en los libros". Así se describía Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) en una entrevista de TVE hace 40 años. Directo, humilde y con gran sentido del humor, el escritor barcelonés se ha ganado el corazón de la crítica y el público con personajes de todas las clases sociales. Como no recordar a Onofre Bouvila; "será lo de siempre: el hambre, el desconcierto y el miedo, decía de él en La ciudad de los prodigios". Es ahí donde reside una de sus mayores logros: concentrar en su literatura una serie de miradas donde no distingue género, raza o religión. Premiado con galardones de prestigio como el Cervantes, el Planeta o el Franz Kafka, el autor concibe su oficio -así lo llama continuamente- como una forma de ver la vida.

El autor de La verdad sobre el caso Savolta visitó ayer la ciudad para participar en unas jornadas dedicadas a su amigo y editor -el primero de todos- Pere Gimferrer (Barcelona, 1945), que hoy recibirá el XIV Premio Lorca de Poesía "por la universalidad de su obra lírica" y por su papel como "innovador constante de los versos".

-Cuando habla de la profesión de escritor se refiere siempre a ella como un oficio. ¿Qué le recomienda a la gente que se quiere dedicar a esto?

-Que se lo tomen como un trabajo, que no se crean que es ser artista, o que es una forma fácil de ganar dinero. Es una cosa intermedia: un trabajo que se ha de hacer bien y honradamente.

-¿Usted maneja bien los egos, no? En las entrevistas parece una persona humilde.

-(Ríe). Aquí hemos venido a hablar de Pere Gimferrer, no de mí.

-Es la primera persona que le edita un libro. ¿Cómo de fundamental es el poeta catalán en su carrera y en su vida?

-Iba con mi novela de editorial en editorial, y Gimferrer acaba de entrar a trabajar en Seix Barral. Éramos muy jovencillos entonces. Le llevé la novela y le dije: "Por favor, dime qué te parece". No pensaba que me la iban a publicar. El peso de su opinión era tan grande que acabaron comprándome los derechos. Desde entonces ha sido, aparte de mi amigo, mi editor.

-¿Qué ha aprendido de él?

-Muchísimas cosas. Es un hombre de una extraordinaria cultura, memoria, inteligencia y capacidad de comunicación. Su aspecto pintoresco, que lo tiene sin duda, y sus manías, que todo el mundo sabe, son peligrosas porque puede hacer pensar que esto es lo que es. Hay que escuchar lo que dice. Es una de las cabezas más brillantes que hay en España en estos momentos. He ido a verle a conferencias, algunas improvisadas, y he aprendido mucho sobre literatura, cine, arte, pintura. A nivel personal, me parece que es un amigo muy valioso.

-Al contrario que Gimferrer, nunca ha escrito poesía.

-No, nunca. No he tenido la necesidad de utilizar la poesía como un medio de expresión.

-¿Le gusta leer poesía?

-Sí, me gusta mucho. De mayor, uno lee las novelas de otra forma, con menos sorpresa y menos preocupación por la intriga y la emoción. En cambio, se lee más poesía con más gusto y más paciencia.

-¿Lorca se ha llegado a cruzar en su camino?

-Claro. Lorca ha sido muy importante para mi generación. Uno de los referentes. Él sí que dominaba estos dos aspectos tan difíciles de combinar que hablábamos antes: el Lorca más sencillo, folclórico, que casi se puede cantar, que los niños se aprenden de memoria en el colegio, y el Lorca más hermético, muy trabajado, oscuro. Pasa de uno a otro con una gran facilidad, y a veces está en un punto intermedio. Esto claro era muy importante para nosotros. El teatro de Lorca era fundamental en mi infancia. Lorca representa el gran teatro moderno español.

-Ha escrito varias obras de teatro. ¿Es una pasión que ha cultivado desde niño?

-Siempre fui un amante del teatro. Entonces era una afición muy común. Ahora se ha vuelto una cosa más minoritaria, y hay un teatro intelectual y otro más popular, casi chabacano diría yo. Antes había teatro de todos los tipos. Como ocurre ahora en Inglaterra y Estados Unidos. En España ha seguido otro camino.

-Volvamos a Gimferrer. Ninguno de los dos se ha posicionado en un bando o en otro respecto al independentismo. ¿Alguna vez se han sentido atacados por los catalanes?

-Hay que formular las cosas bien. Los catalanes no nos han atacado nunca. A los dos por alguna opinión que hemos expresado alguien ha contestado en términos contrarios. Atacados, no. Tanto él, como yo, hemos tenido siempre el respeto y el cariño de la gente, de los lectores, del público en general.

-¿Piensa que en esta Cataluña si no se es independentista o sectario está señalado de por vida?

-No, no, no. Es verdad que las cosas se están radicalizando, que puede llegar un momento en el que las cosas se vuelvan blanco o negro, o estás conmigo o contra mí. Hasta ahora, eso no ha pasado.

-¿Ayuda Quim Torra a desenmarañar la cuestión del procés? Algunos sólo se quedan con sus tuits...

-Sí, se quedan con lo más llamativo. Afortunadamente, en Cataluña hay muchos que no son independentistas y otros muchos que, aunque tienen aspiraciones independentistas, yo creo que equivocadas, pero las tienen, y respetables siempre y cuando las hagas por la vía legal, no faltan al respeto a la otra parte. Respetan que otros piensen de otra manera y escriban en castellano, en catalán o en el idioma que les de la gana.

-¿No cree que el debate lingüístico debería estar más que superado?

-Es verdad que hay un aspecto muy ridículo y muy absurdo dentro de Cataluña. También hay una visión muy poco elaborada desde fuera. El bilingüismo es un hecho y plantea muchos problemas que no tienen solución. Es una situación compleja que tiene ventajas y muchos inconvenientes. Una solución sería muy radical: aquí sólo se habla un idioma. Eso es imposible. Mantener los dos es muy complicado.

-¿Pero pueden convivir juntos?

-Sí, pero es como estar casados con dos mujeres a la vez.

-Usted lo hace con Londres y Barcelona.

-Sí, pero no me exigen tanto (ríe) como me exigirían dos esposas. Uno puede tener dos coches y dos perros, pero mover dos idiomas es complicado. Visto desde fuera, todo el mundo dice: ¡Vaya tontería! No es una tontería.

-Mantiene un vínculo muy estrecho con su ciudad, Barcelona, y la mayoría de sus novelas están ambientadas allí. ¿Cómo una ciudad que fue sinónimo de progresismo y de vanguardias en los 80 se ha vuelto hoy día en un sitio tan oscuro y poco libertario?

-Estas cosas pasan. Lo hemos visto en el País Vasco.

-Ha pasado de ser una ciudad referente a...

-Ser repelente. Lo que hay que hacer ver cómo se reconducen las cosas.

-Volvamos a la literatura. Dice en un prólogo de una edición reciente de La verdad sobre el caso Savolta que "la posible singularidad de su primera novela responde a la aparición de una forma de entender la lectura no precisamente nueva, pero sí más ilusionada y dinámica que la que hasta ese momento había imperado". ¿Cómo aprende uno a escribir lo que le gustaría leer?

-Bueno, es muy difícil. ¿Cómo aprende uno a ser lo que realmente es y no lo que los demás esperan de ti? Es complicado. No se trata de escribir lo que los lectores quieren, pero sí lo que uno cree que tiene que hacer. A lo mejor uno piensa que tiene que escribir una cosa muy complicada, muy oscura, muy difícil, que no entienda nadie, pero sí cree que es lo que tiene que hacer, adelante. Quizá tuve la ventaja de crecer en un momento en el que la literatura de moda era experimental, muy difícil, muy árida de leer, y pensé: a mí me gusta otro tipo de literatura. Me gustaba la literatura que había leído de chico.

-¿Leía tebeos y literatura de aventuras, no?

-Claro, había aventuras y mucha literatura juvenil. Yo creo que más que ahora. Harry Potter está muy bien, pero...

-Vuestro imaginario era muy diferente al de la juventud de hoy.

-No teníamos televisión, internet y, sobre todo, no teníamos televisión. Estaba el cine, sí.

-Pero uno no se podía poner un vídeo de Youtube.

-Entonces vivíamos las historias que se contaban en los libros de manera más intensa. Si las vivencias te vienen de la lectura, es decir, que has tenido que poner muchísimo de tu imaginación, son más fuertes, que si ya te lo dan en una pantalla con efectos especiales muy convincentes. Pero por otra parte, es verdad que no se puede llegar a una edad adulta escribiendo las cosas que nos han hecho tan felices.

-¿Cómo se separa uno de ese útero literario?

-Bueno, uno tiene que aprender qué sacrificar y qué aprovechar de la literatura adulta, y cómo incorporar esta parte que todos llevamos dentro, que tiene que ver con las primeras emociones literarias, que en mi caso, por ejemplo, son las novelas de Tarzán. Me leí como 16 novelas de Tarzán. O las novelas de piratas de Salgari.

-¿Y cómics?

-Sí, leía muchos cómics de humor. Había muchos personajes muy importantes para un niño de la época como Carpanta, Doña Urraca, Zipi y Zape.

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