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"El periodismo te convierte en un caradura"

  • El autor defiende la relación entre prensa y literatura y dice que un periódico puede ser "una enseñanza única para un escritor"

"El periodismo es una gran profesión a condición de saber dejarlo a tiempo". Palabra de Javier Reverte, 'plumilla' durante décadas y escritor de éxito en la actualidad. Tiene algo que recuerda a Rafael Alberti, incluso sin gorra de marinero, y tuvo los 'bemoles' de declarar públicamente hace tiempo que había ayudado a morir a su madre para solidarizarse con los médicos del hospital Severo Ochoa de Madrid.

Pero en su apariencia, en su manera de hablar, también asoma todavía el redactor que fue. "Esta profesión puede dar a un escritor la posiblidad de asomarte a muchos balcones de la vida, de estar en la recepción de un rey y a las 24 horas estar entrevistando a un asesino en una celda", dijo el autor al comienzo de su conferencia en la sede de la Fundación Andaluza de la Prensa. Poco después firmó ejemplares de su nuevo libro, Venga a nosotros tu reino, un golpe a una Iglesia española "anclada en paradigmas obsoletos" donde un joven sacerdote polaco que huye del régimen comunista es acogido por Franco.

Pero antes, con su camisa a rayas azules de director de periódico, se dedicó a hablar una profesión que requiere "mucho esfuerzo, mucho tesón, ser explosivo como los deportistas". Y aunque el periodismo puede ser una de las profesiones con mayor índice de renegados, Reverte hizo una encendida defensa. "Si una persona es capaz de apreciarlo es una enseñanza única para un escritor", dijo. "Hay algunos como Kafka o Proust que desde su limitado mundo son capaces de crear un mundo de gran profundidad, pero el resto de personas debemos encontrarnos con la vida antes de escribir".

Para Reverte, otra ventaja de trabajar en un medio escrito es que obliga a sintetizar, ir al meollo y saber qué es fundamental en un acontecimiento o en una entrevista. "Esto nos distingue de otros escritores que ponen más paja que grano en sus novelas", dijo maliciosamente. Y aunque poseedor de un gran desparpajo, se declaró "tímido" sin que casi nadie le creyera en principio. "Todos nos declaramos tímidos pero el periodismo te convierte en un caradura, nos ayuda a tener morro".

Puso como ejemplo su primer reportaje con apenas 19 años para una agencia. Tuvo que cubrir un crimen en Madrid -"al ser entre gitanos se le llamaba reyerta porque si era entre payos era asesinato"-. Al volver a la redacción a escribir el artículo, el director le preguntó si tenía la foto del difunto. "No, me daba pudor en esa situación", respondió el periodista 'pipiolo'. "Después me acostumbré a hacer siempre la foto del muerto", dijo Reverte para resumir su aprendizaje en los medios. A partir de ahí se convirtió en "un preguntón".

Con todo, el ahora escritor observa que se está "perdiendo" un género "tan bonito" como el reportaje. "A los grandes medios nacionales no les interesa el reportaje porque han entrado en una fase de 'periodismo espectáculo', como dijo Kapuscinski". Reverte puso como ejemplo la procesión de medios de comunicación en ciertos acontecimientos. "Como lector, yo busco historias en los periódicos, y rara vez las encuentro en la actualidad, pero es un error y las grandes empresas lo pagarán o rectificarán y buscarán periodistas capaces de contar historias", dijo combativo.

A continuación recordó su experiencia como freelance en la Guerra de Yugoslavia, cuando estuvo en la sitiada ciudad de Sarajevo. Y a todos se le pasó por la cabeza el destinatario de la puya con la que comenzó a recordar sus experiencias. "No me gusta la imagen del periodista con chaleco con muchos bolsillos, que no sé para qué le servirán, y que viaja de guerra en guerra", dijo Reverte refiriéndose a un compañero de apellidos. "Creo que, como ser humano, hay que tener una mentalidad distinta", dijo tirando con bala.

Pero nada que ver con las que tenía que sortear él mismo en Sarajevo, donde encontró entre la población anónima a auténticos guionistas de cine. "En este país hemos aprendido a confiar en los desconocidos y a desconfiar de los conocidos", le dijo una mujer que le entregó 300 francos alemanes para que los introdujera en la ciudad para su marido.

Y entre mujeres 'enseñoreadas' que comían comida para pájaros, Reverte comprendió que el gran horror "no es que te puedan quitar la vida, sino perder la civilización, los colegios, reunirte con los amigos para ir al cine...". "Allí aprendí que la grandeza del ser humano es la capacidad para reconstruir todo una y otra vez, la voluntad de salvar la dignidad", afirmó. Otra andanada en el corazón la recibió al preguntar a la portera de su hotel por qué disparaban y lanzaban bombas de noche. "Por el día disparan para matar hombres, por la noche para matar almas", respondió la mujer en un alegato digno de Senderos de gloria de Kubrick. Ahí se dio cuenta que "el periodismo ya no me llenaba porque necesitaba la imaginación para poder contar mejor la verdad". Así, además de un artículo, se trajo de Sarajevo material para su libro, La noche detenida. Después llegaron muchos más.

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