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Una 'road movie' versificada

  • José Carlos Rosales presenta esta tarde en el espacio central de la Fuente de las Batallas su último libro de poesía, 'Si quisieras podrías levantarte y volar', de Bartleby Editores

José Carlos Rosales regresa a la poesía con 'Si quisieras podrías levantarte y volar'.

José Carlos Rosales regresa a la poesía con 'Si quisieras podrías levantarte y volar'. / maría de la Cruz

José Carlos Rosales regresa a las librerías con un singular libro de poesía compuesto por un único poema dividido en 25 secciones y con un hilo narrativo que lo convierte en una especie de road movie con la soledad y el desamparo de los grandes núcleos urbanos como telón de fondo. Si quisieras podrías levantarte y volar es el título del volumen, que publica Barteby Editores y que se presentará esta tarde, a las 18:00 horas, en el espacio central de la Fuente de las Batallas.

Aunque los críticos han destacado la tristeza que planea sobre los versos de esta última obra de Rosales, el autor prefiere leer el poema "desde el punto de vista de la decepción": "No es lo mismo tristeza que decepción o desasosiego. En el recorrido que el protagonista hace en su coche por una ciudad vacía, que es la ciudad del mes de agosto, hay muchos paralelismos con el Libro del desasoiego de Pessoa. Esta obra está construida sobre los itinerarios de un paseante por Lisboa pero su actitud, como también en Baudelaire, da pie a una disgresión que puede ser moral, ética o estética. Una reflexión sobre el sentido del mundo". Por ejemplo, en la sección XII, El sótano, en su visita a los lavabos situados en el subsuelo de un bar observa: "El agua se los lleva, aunque a veces el agua/ no consiga llevarse tanta mugre, / todo se ha vuelto mugre, y también tu podrías/ convertirte en basura, te volverás basura/ si llevas la contraria". "En todas las escenas hay unas pinceladas, más extensas en unos casos que en otros, de contenido moral o existencial sobre el sentido de aquello que ves y o en lo que te ves reflejado, porque el personaje mira aquello con lo que siente similitud", agrega. Así, en el XIII, el hecho de subir las escaleras del servicio del bar le permite reflexionar sobre el hecho de ascender socialmente.

Muchas veces el lector no sabe si esas disgresiones son del fugitivo o del que lo está mirando porque, como indica Rosales, el libro está escrito en segunda persona pero hay un narrador "que lo mira y sabe lo que piensa o mirándolo se pone a pensar en lo que puede deducir de lo que está pasando".

Sobre el motivo que le ha llevado a usar esa segunda persona, Rosales señala que el desdoblamiento que favorece ayuda a implicar al lector y conseguir una mayor sensación de veracidad. "Si escoges la primera persona un testigo habla de sí mismo. No podría construirse una especie de complejidad de subjetividades. Al existir varias voces el lector puede verse arrastrado también a tener la suya: esta la voz del fugitivo, del narrador o del empleado de la gasolinera. El lector puede ir formándose la suya porque muchas de las anécdotas que aquí se recogen pueden haberle pasado a él o, ¿a quién no se le ha sentado un anciano al lado en un ambulatorio que "dice palabras para nadie"?

A pesar de la decepción o el desasosiego de los versos, todos el libro cuenta con un punto de humor subterráneo, como cuando afirma que hay más motores que amigos. "Todo está lleno de motores,/ el mundo es un motor/ sólo existen motores/ es más fácil encontrar un motor/ que encontrar un amigo".

Con la sencillez lograda tras diez años de trabajo puliendo cada verso, el poeta guía al lector por una ciudad que muestra su cara más "desconchada" en palabras del crítico Juan Carlos Sierra: calles vacías, escaparates de tiendas de oficina en liquidación, bares oscuros, ambulatorios...

Sobre el motivo de la elección de un único poema dividido en escenas con clara apariencia cinematográfica, Rosales cuenta que "en poesía las estrategias para que el lector se quede dentro son diferentes y en este caso espero que quede un poco prendado o prendido por la historia. Que se identifique con el personaje. También muchos poetas actuales han publicado recientemente poemas largos".

Pero en su recorrido por la ciudad, el protagonista pierde el coche porque se lo lleva la grúa y cuando quiere volver a su casa descubre que las llaves están dentro. Como no tiene el DNI en el depósito no lo atienden y eso desata la acción. "Purgatorio de coches debiéramos llamarlo,/esperan que los salven, / trescientos doce coches en busca de su autor, / cuatrocientos cincuenta esperando a su dueño, / un amo, un juez, un subastero/ alguien que los eche en falta, y está solos, / tan solos que dan grima, lástima o desazón,/ no hay una sociedad protectora de autos, y el encargado no te escucha,/ -son órdenes de arriba, lo pone el reglamento,/ y sigue con su móvil diciendo monosílabos"

En la siguiente sección se descubre que el protagonista vuelve a estar al volante porque sustrae su propio coche. "Has robado tu coche y estás en la autopista,/ has robado tu coche, rompiste la barrera,/ ha crujido la barra de control".

El hombre tranquilo sin mirada dramática se convierte entonces en fugitivo, un tema, el de la huida, recurrente en los últimos poemarios de Rosales. Entonces pone la emisora en el coche y escucha que lo están buscando.

El narrador toma entonces voz para explicar el desenlace de la historia. "Ayer por la mañana la guardia forestal/ encontró abandonado un Simca Aronde,/ eso dice el periódico".

La elección del vehículo no es acccidental: "Un Simca Aronde es un coche de los años sesenta. Uno de los primeros coches que se anunció en Europa como dinámico, familiar, deportivo... De clase media alta. Duro pero cómodo. Es símbolo de la modernidad de aquella época pero era el coche del padre que él ha heredado. Está usándolo muchísimos años más tarde y es un coche anticuado. Está haciendo el ridículo. Y también hay una correlación cronológica verosímil: si el padre tiene un coche de los sesenta en esa época tendría de veinte a treinta y pocos años. El personaje debe haber nacido a finales de los sesenta y tener ahora alrededor de cincuenta años".

Pero no es el único símbolo. Los periódicos, por ejemplo, son otra constante en esta obra convertidos según el autor en "un correlato de la vida".

En la última parte, el narrador, tratando de averiguar que ha pasado, vuelve a los lugares donde estuvo el protagonista. Vuelve al bar que abre de cinco a nueve en pleno mes de agosto. "Es un bar raro", comenta críptico el poeta.

Luego cambia la voz, que pasa al empleado de la gasolinera que frecuentaba, quien explica que el protagonista iba a allí aunque en realidad no repostaba nunca. "Hablaba poco o nada,/ era un cliente habitual, / más bien un visitante habitual: casi nunca le puso gasolina a su coche, / un coche negro, antiguo:/ ¿no saben dónde está?".

El dependiente de la gasolinera no sabe donde está y cierra con unos enigmáticos versos que hacen alusión al inicio del poemario. "Ya lo dije: parecía desnutrido,/ y pesaba tan poco que el viento habrá podido arrastarlo, llevárselo,/ seguro que se habrá disgregado/ y será transparente como el agua o el aire, / estará por ahí, volando por el cielo,/ qué más da donde esté?".

Cierra así el círculo en alusión a los primeros versos que abren el libro. "Estarás tan cansado que te sientes ligero, / tan ligero/ que ahora mismo podrías levantarte y volar". Una referencia al título de la obra, Si quieras podrías levantarte y volar, un guiño al mito de Ícaro, sobre el que cuatro citas que abren el libro. "Ícaro fracasó en su deseo de volar, pero en este caso no se sabe si el protagonista fracasa o no porque desaparece. El lector puede pensar que se ha ido volando".

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