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La serie que vivimos peligrosamente

  • Vince Gilligan, el creador de 'Breaking Bad', estrena el 1 de marzo su su nueva apuesta, 'Battle Creek' El guionista granadino Salvador Perpiñá resalta la figura del 'showrunner' en los proyectos televisivos

El capítulo piloto de Breaking Bad dejó a los espectadores con los ojos como platos y el corazón en la boca, como si hubiesen aspirado la metanfetamina azul que cocina el protagonista. Con la caravana dando tumbos por el desierto, unos pantalones en el espejo retrovisor y los icónicos calzoncillos blancos de Walter White (Bryan Cranston), un hombre de la parte baja del montón, la serie fue una bofetada al espectador acomodado en su sofá. El creador, Vince Gilligan, estrena el próximo 1 de marzo en EEUU su nueva serie, Battle Creek, y ya circula por las redes un trailer sobre este drama policial que cuenta la historia de dos detectives, cada uno con su punto de vista y opiniones muy diferentes sobre el mundo y la humanidad, que deberán resolver crímenes en la ciudad de Battle Creek. Un punto de partida tópico y repetido hasta la saciedad pero que, viniendo de Gilligan y de David Shore, el creador de House, asegura cinismo, ironía y algo de humor oscuro.

El guionista granadino Salvador Perpiñá, que ha participado en Periodistas, Arrayán, Los Serrano o Isabel, se muestra cauto "porque con los spin-off nunca se sabe como acaban funcionando, son un misterio", señala sobre una serie en la que Gilligan lleva trabajando desde 2002 y que ahora, después de arrasar con la historia del profesor de química enfermo de cáncer que se mete a narcotraficante, no ha tenido problemas para que CBS le ponga una chequera a su entera disposición.

Además, Gilligan acaba de estrenar con éxito la serie sobre el abogado sin escrúpulos Saul Goodman, que ayuda a Heisenberg a blanquear los beneficios del negocio de la metanfetamina. Ambientada seis años antes que la trama de Breaking Bad, Better call Saul se ha convertido en el estreno más visto de la televisión de cable por los televidentes de entre 18 y 49 años.

En España, el trabajo del guionista tiene sus particularidades respecto a EEUU, sobre todo porque todavía no se ha implantado la figura del showrunner, un término que podría traducirse como 'el que lleva la serie' y que controla desde la evolución de las historias hasta los presupuestos o las negociaciones de la cadena. Y es quien decide el cambio de guionistas cuando cree que hace falta más frescura en la trama y quien decide eliminar a un protagonista si ve que no da más de sí. O le resucita, como le pasó al personaje de Jesse Pinkman (Aaron Paul), que iba a ser enterrado en la primera temporada, pero que sobrevivió a este crimen premeditado por los creadores por la química que estableció con Walter White.

En este sentido, la última moda de los guionistas es matar al protagonista que toque en el primer episodio de la nueva temporada, no en el último, caso del asesinato del abogado Will Gardner en The Good Wife. "Yo he matado personajes muchas veces", explica Perpiñá con sangre fría. "Y es duro porque, en ocasiones, le has cogido cariño al personaje o conoces al actor que lo interpreta y te cuenta que se va a meter en la hipoteca de un piso...", comenta con humor.

En otras ocasiones es el propio actor el que se hace el harakiri en la serie porque le ha salido una oferta mejor de trabajo. "Esto es un desastre porque tienes la temporada planificada y hay que cambiarlo todo. Cuando hay que matar a un personaje de forma forzada siempre se prefiere que muera en circunstancias extrañas como un naufragio o un incendio, una manera de dejar la puerta abierta a que dentro de un año reaparezca tras haber sobrevivido a un naufragio en el Pacífico", señala el escritor, que acaba de entregar la comedia musical para adolescentes Yo quisiera para un canal mexicano.

En España no hay un modelo fijo, el showrunner empieza a tener una mayor presencia pero el guionista sigue estando bastante ninguneado. Perpiñá pone como ejemplo los Goya de este año y Ocho apellidos vascos. "Ninguno de los premiados mencionó en ningún momento a los guionistas, quizás porque raramente estamos presentes en los rodajes", denuncia Perpiñá poniendo como ejemplo al gran taquillazo de la historia del cine español que, por encima de cualquier otro aspecto, se apoya en un guión hilarante. También en una estética y en una forma de grabar que bebe de las series de televisión, a la inversa de esa corriente que asegura que el gran cine se hace ahora para la pequeña pantalla. "En la mayoría de las películas de ahora hay una gran abundancia de planos medios y planos cortos porque están pensadas para que la gente la vea en televisión, por lo que ha cambiado incluso el lenguaje del cine", señala Perpiñá.

Muchos declaran su amor por el séptimo arte, pero pocos sabrían decir el nombre de un guionista, a no ser que sea también el director de la película, caso de Woody Allen. Así , durante años, mucha gente pensó que era el propio Humphrey Bogart el autor de la famosa frase que le dirige a Lauren Bacall en El sueño eterno: "Tranquilícese, no abofeteo muy bien a estas horas de la noche". "Muchas veces, los mismos críticos de cine hablan de 'este universo creado por el director', cuando en muchas ocasiones hablan de aspectos que ya estaban en el guión", comenta Perpiñá, que acaba de dar un taller sobre el medio televisivo organizado por la Fundación SGAE. "A los alumnos les digo que ver series es importante, pero también es importante vivir y leer buena literatura, a veces lees sus guiones y te parece que eso ya lo has visto en otra serie, hay muchos clichés", afirma un autor que llegó a escribir más de 2.400 capítulos de Arrayán.

Respecto a Los Soprano, el gran clásico del siglo XXI, destaca que su primer capítulo no es de los que engancha poderosamente, no comienza con un big bang y "te vas metiendo en la serie como en una novela hasta que te encuentras atrapado, algo parecido a lo que pasaba con The Wire, una serie en la que uno tarda mucho en entrar". En Breaking Bad es al contrario, te atrapa desde el principio. "Lo primero que sentí al verla es envidia porque es una serie de una audacia ilimitada, es la historia sobre un profesor fracasado que, como tiene un cáncer incurable, otro tema que le encanta a las audiencias, se dedica a sintetizar metanfetamina... Sobre el papel era un producto de insensatos, la serie que nadie querría ver, pero a base de talento y brillantez ha conseguido que un producto minoritario haya llegado a esos extremos".

Salvando las distancias con los productos de HBO, Perpiñá defiende su trabajo en una serie como Arrayán, que era de carácter diario. Y no reniega de la comparación con el culebrón latinoamericano aunque matiza las diferencias: "Las series diarias españolas beben de la tradición del soup, es una idea que no acaba nunca, mientras que el culebrón tiene perfectamente definido cuando comienza el rodaje cómo va a terminar la serie y cómo se va desarrollar", señala sobre un trabajo que se desarrolla casi a ciegas, en la más absoluta incertidumbre.

Y ahora que se habla de la edad de oro de las series en EEUU y de que generan adicción en el cerebro, en España empieza a haber síntomas de que algo está cambiando en las cabezas de los productores. Según el guionista, "en ficción somos un mercado muy pequeño y no se corren demasiados riesgos, pero se abre la puerta a nuevos géneros tras la gran crisis del audiovisual de los últimos años". En su opinión, "la cosa empieza a despegar y se va a rodar una serie muy interesante sobre los viajes en el tiempo de Javier y Pablo Olivares, que estaban detrás de la primera temporada de Isabel y que es una novedad temática en España".

Otra tendencia española es adaptar grandes éxitos editoriales, que o bien son un bombazo como El tiempo entre costuras o una puñalada en el bajo vientre del productor, como Alatriste. "Desde el punto de vista de las cadenas se intenta apostar sobre seguro, estos productos inspiran más confianza. Claro, es más cómodo para un guionista trabajar a partir de un universo que ya ha creado un escritor en una novela, además si te gusta el producto mucho mejor, pero tienes menos libertad, está todo más limitado y es la tensión de siempre entre comodidad y libertad", continúa Perpiñá.

Para el cinéfilo la imagen del guionista está asociada I.A.L. Diamond y Billy Wilder sentados en su despacho, bebiendo y elucubrando diálogos y tramas. En realidad, el guión de televisión es un trabajo eminentemente colectivo, es la suma de creatividades. Pero se debe ser ingenioso y , además, lo bastante vehemente como para poder imponer tus ideas al resto del equipo. "Es una lucha de poder, muchas veces no es tanto la capacidad de tener buenas ideas como la capacidad para defenderlas", señala el escritor que, pese a todo, admite que, al final, las buenas ideas se acaban imponiendo. Y en ese tobogán emocional que significa escribir un guión, afirma que hay picos de creatividad que son exaltantes, pero el estado normal de un guionista es una especie de silencio hosco "porque a veces te encuentras en callejones sin salida, cuando sabes lo que va a pasar, pero no cómo va suceder sin que se te vea el plumero", concluye.

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