CRÍTICA

Bajo la sombra de Nureyev

ORCHESTER WIENER DESPEDIDA DEL WIENER STAATSBALLETT

Programa: 'Mozart à 2' (Extractos), coreografía de Tierre Malandain sobre música de Mozart; 'Donizetti Paso a dos', coreografía de Manuel Legris, música de Donizetti; 'Le Soufflé de l'Esprit (Extracto), coreografía de Jirri Bunicek, música de Johan Pachelbel; 'La Bayadera' (Extractos), coreografía de Nureyev sobre Petipa, música de Minkus; 'Windspiele', coreografía Patrik de Bana, sobre música de Chaikovski; 'A million Kisses to my Skin', coreografía y escenografía de David Dawson, sobre música de Bach. Director artístico: Manuel Legris. Lugar y fecha: Teatro del Generalife, 22 junio 2015. Aforo: Lleno.

Habría poco más que añadir a la primera crítica sobre Perfección, variedad y elegancia vienesa del Wiener Staatsballett en la despedida de este notable ramillete de bailarines y bailarinas si no hubiesen concentrado la primera parte de la actuación en lo que podríamos calificar de recital de buena danza, en pasos a dos -y a tres en una ocasión- que abandonando el sentirse arropados los solistas por el conjunto, se enfrentan solos al público en un escenario sin más aditamento que la tenue luz y el fondo de cipreses que siempre he dicho, a lo largo de estas sesiones de danza, es el mejor decorado para el ballet más puro. La historia así lo ha demostrado.

Ese desnudamiento dancístico era un homenaje a Nureyev y, para muchos que recordamos su presencia en este escenario, la ilusión de rememorar los ágiles saltos, los recursos al límite de los solistas, la expresividad y el dominio de la técnica. Quizá el difícil reto que tenían que superar los artistas en sus pasos a dos era comparar la idea que dejó el mito para la posteridad. Y, además, el programa, más conciso que el anterior, se excedió en extractos, ya que para subrayar la idea de lo que significaba lo esencial de la danza para Nureyev era preciso insistir en trazos diversos, apartándose de la idea de un gran ballet y limitándose a una velada divulgativa que resultara grata al público.

Salvando las distancias de notables bailarines con uno de los genios claves del siglo XX, fue interesante la sucesión de actuaciones individuales o a dúo. Cuando se presenta de esta forma hay que echar mano al programa y resaltar los nombres, aún con riesgo de equivocarse. En el extracto reiterativo Mozart à 2, los pasos a dos de Ioanna Abraham-Geig Mathhews, de Alice Firenze-Eno Peci y Ketevan Papava-Mihail Sosnovschi. En el Donizetti Paso a Dos, la coreografía del director del grupo, Manuel Legris, resaltó la elocuencia, vitalismo y capacidad técnica de Kikoya Hashimoto y Davide Dato, mientras en los extractos de La Bayadera hay que mencionar el virtuosismo de Liudmila Konovalova y la seguridad de Robert Gabdullin. Sin olvidar otro extracto, Le Souflle de l'Esprit, quizá lo más fuerte y sugerente de esta mitad con tres bailarines de la solidez de Denys Cherevychko, Roman Lazik y Masuyo Kimoto.

Abandonando la idea de puro recital de danza, pero sin salirse de los cánones mencionados del Wiener Saatsballett, hay que destacar en la segunda parte Windspiele, una original coreografía de Patrick de Bana sobre música del Concierto para violín y orquesta de Chaikovski, en el que destacó Kirill Kourvalev que realizó una emocionante interpretación, sobre todo en el momento de la cadencia violinística, en la que, solo en el escenario, supo convertir la idea del también solitario violín, en la expectante luminosidad expresiva del cuerpo.

A Million Kisses to my Skin, coreografía y escenografía de Dawson cerró el programa volviendo a la idea sistematizada en la que el conjunto se enrique con la calidad individual, pero sin perder su idea unitaria. Ballet sin grandes revelaciones que cerró dos excelentes actuaciones que han dejado en buen lugar el comienzo del ciclo de danza en el Generalife.

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