Crítica de Cine

Eres tonto, muchacho

Gibson interpreta al padre de Wahlberg.

Gibson interpreta al padre de Wahlberg. / g.h.

Es conveniente consultar los antecedentes de los directores. Los de Sean Anders no inspiran precisamente confianza: Sex Drive, Desmadre de padre, Cómo acabar con tu jefe 2, Padres por desigual y, ahora, Dos padres por desigual. Con esto debería bastar para dar por terminada esta crítica. Añádase que esta segunda parte es tan mala como la primera, si no peor. A los padres antagónicos de la anterior, interpretados por unos desmadrados Mark Wahlberg y Will Ferrell haciendo de duro machote y blando sentimental, se suman sus respectivos padres interpretados con idéntico desmadre por Mel Gibson y John Lighgow que -dichosa la rama que al tronco sale- son igualicos, igualicos que sus hijicos.

Humor levemente gamberro, interpretaciones desorbitadas y sentimentalismo del malo propio de lo peor de estas fechas se mezclan sin éxito cinematográfico pero con previsible éxito de taquilla. Dado el pasado del actor no creo que su personaje tosco, grosero y machista ayude mucho a la rehabilitación fílmica de Gibson. Y si de lo que trata es de que purgue sus sonados escándalos autoparodiándose, la cosa tampoco funciona porque las veces que lo ha intentado ha demostrado ser uno de los peores actores de comedia de la historia.

Representar a adultos como adolescentes imbéciles puede tener algo que ver con la realidad, pero se hace celebrándolo como si ser estúpido fuera lo mejor que puede pasarle a uno en la vida. Ganas entran de cantarle al director y a los intérpretes la canción de Lolita Garrido: "Eres tonto, muchacho, tú eres tonto, y en tu casa lo tienen que saber, porque aquí estamos hartos de saberlo".

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