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Ese toro enamorado del Rock & Roll

  • El Bull Festival cierra su segunda edición con 18.000 asistentes

Como el Ferdinando de Walt Disney, el toro bravo de Granada suspira por la primavera, pero no si en ella no hay rock and roll. Ayer, en el segundo día del Bull festival, pese a su mezcolanza de idiomas sonoros, reinó la cadencia rockera. Estaba por todas partes, comenzando por el rey de las melenas y el descaro políticamente incorrecto, el señor Rosendo: Nadie increpó nunca como él a un picaporte.

La primera ola de rock, aunque tibio, vino desde Loja. Antonio Arco, un artista que vocea que nada pasa por casualidad fue el plato granadino principal de la segunda jornada de festival. El que abanderara la cañera banda El puchero del hortelano, ahora un poco más meloso, atendió a sus fieles a primera hora de la tarde en el escenario Graná Brugal. Con veinte años de carrera a sus espaldas, y fiel al estilo desaliñado compró con besos y mensajes a su tierra al respetable. Tras su primer disco, Uno’ llega con Abril’, un guiño al florecimiento y a los tallos verdes de la vida, su hija también se llama Abril. En una tarde mucho más apacible que la del viernes aunque echando en falta el sol de pleno y la luz propias de un final de mayo, el recinto del Bull arrancó su segunda parte con el ánimo más despierto. Nada como pasar un sábado desde el mediodía escuchando música en directo. Espíritu y orejas abiertas para recibir la primera dosis de indie ortodoxo de la noche. A las 18:30 aparecían los valencianos Polock a los que en el mismo escenario cogían el relevo The New Raemon, otros que llenan las revistas puristas de sonido indie. En ambos casos se huyó de los latigazos de las malas lenguas que dicen que en el indie no hay sangre. Aquí sí la hubo, aunque en algunos paréntesis se guiñó a ese espíritu Robert Smithsiano de balada lenta y mirada profunda al hades.

A partir de las 20:00 cambiaba el tercio, los compases se aceleran y regresa la primavera a las cuerdas de una guitarra. Llegan Makako y Juanito Makandé consecutivamente en el escenario Bull. Ya se avisó de que es festival tiene para todos los gustos.

Macaco encontró a sus monkeys’ justo donde los esperaba. Este barcelonés de maneras místicas y mensajes de amor a la pura felicidad arrancó varios cientos de pies del suelo desde que comenzó el directo. 'Moving' fue la tercera de su fiesta del atardecer, la mejor hora para tocar en cualquier festival. Su disco, 'Historias Tattooadas', recoge la raíz de un artista que no ha necesitado variar su pose neohippy. Reggae continuo y concreto que comenzó con una base sostenida por su banda masculina, todos de riguroso rojo, al igual que el catalán que llegó 'alertando' enfundado en un chándal a juego con los músicos. Sus ritmos funcionan, un poco de movimiento caribeño para el cuerpo nunca viene mal.

También pasaron por allí los granadinos Fausto Taranto y Los vecinos del Callejón. Los primeros mezcla con gusto de flamenco y metal (sí, se puede hacer y suena bien) y los segundos con melodías más fáciles de escuchar y sobretodo de bailar. También en ese escenario, aunque a altas horas de la noche, apareció el baluarte del hip hop andaluz, SFDK, sevillano de voz contundente y miembro del club de los grandes del rap ‘de autor’. Ayax y Prok, granadinos, representan por otro lado el nuevo olor del hip hop. Descarados y deslenguados, estos hermanos a los que les persigue la polémica sembraron sobre el Cortijo del Conde los sonidos de un rap callejero de la generación Millenial.

Llegó Izal y el tiempo se paró. De los cientos (muchos) de fans, la primera y más incondicional era Carmen Ruiz. Nueve años, y acompañada de sus padres, explicaba que le encanta el grupo madrileño sobre todo porque sus "papis" (el padre viste una camiseta de los Ramones) lo escuchan mucho en casa. Allí, 'luchando' por coger un sitio en la cuarta fila junto a Carmen, que esperaba con ojos de ilusión a que llegarán los de 'La mujer de verde', había gente que incluso contaba los minutos: "21:27... No queda nada". Izal fueron el gran reclamo de un festival que en su segundo día alcanzó la cima. Volviendo al universo Izal , la locura se desató antes incluso de que la banda pisara el terreno. El concierto bailó desde el primer minuto al son de 'Autoterapia', primera canción y protagonista de un concierto muy de etiqueta Izal. A la pista salieron algunas de los temas clásicos, que sin duda fueron los más coreados. Estos, así como los nuevos demostraron que en cualquier plaza los Izal se alzan como semidioses postadolescentes. Devoción absoluta por el hombre de la voz férrea.

Si el viernes la dosis de veteranía y rock lo trajeron los argentinos Tequila, aunque con un Ariel Rot apartado del micro. Rosendo fue, por supuesto el concierto más celebrado. No todos los días se puede ver sobre un escenario a una leyenda viva. Y mucho menos se asiste a su despedida. No podía ser eterno, había que estar preparado para esta ocasión. Tanto los nostálgicos, los que vivieron con él la consolidación del rock en este país, como los más jóvenes que ven en este figura una pose tan genuina que posiblemente no vuelva a sucederse en estos tiempos mainstream, atendieron con los ojos muy abiertos y la cerveza alzada cómo el de Carabanchel se despedía. Todos y cada uno de ellos prometieron estar agradecidos.

Con Grises y el Columpio asesino el Bull llegaba al final. Cada cual mimando sus gustos como en un 'perfect day' de Lou Reed. Encantados de pasarlo junto a ellos y hasta la próxima primavera.

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