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"Este trabajo es como el de un cura o un médico. Una guardia de 24 horas"

  • El joven tenor madrileño, que aprendió de Kraus su técnica vocal y de Plácido Domingo la musical e interpretativa, se pone en la piel de Alfredo en 'La Traviata' esta tarde a las ocho en el Isabel la Católica

Cada cinco frases que pronuncia una es para expresar su admiración por alguien. A su padre, a su primera maestra Emelina López, a Plácido Domingo, a Kraus, a Puccini... Esta tarde, en el Isabel la Católica, Israel Lozano dedicará su Traviata al compositor mexicano Daniel Catán, que antes de morir hace unos días pudo ser testigo del éxito de su obra Il postino, donde el joven tenor se convierte en fiel amigo de Neruda (interpretado por Plácido Domingo).

-Hoy encarnará el dramático papel de Alfredo en 'La Traviata' de Verdi. ¿Cuál es la parte que más le emociona?

-La Traviata fue la primera ópera que yo puse en mi casa a los 15 años, donde no había tradición musical. Ya desde que uno tiene la disposición de relajarse y escuchar el prólogo empieza a ser consciente de que es impresionante. La parte orquestal del comienzo de la ópera, cómo los violines trasmiten la sensibilidad y la atmósfera, es un momento de una gran vibración. Cuando interpreto a Alfredo me emociona especialmente cuando descubro que mi padre ha roto la relación con Violeta y ya es tarde para arreglarlo. Es un momento dramático muy bonito.

-Su repertorio incluye los principales papeles líricos también en 'Lucia di Lammermoor', 'Don Giovanni', 'L'Elisir d'Amore', 'La Bohème'... ¿Con cuál se siente más identificado?

-La ópera que más me gusta es La Bòheme, entre otras cosas porque Rodolfo es un personaje muy humano, muy cercano y muy natural. Puccini era un especialista del teatro. Siempre digo que la gente escucha por los ojos y ve por los oídos. Lo que logra este compositor es que puedes cerrar los ojos y ver perfectamente a través de los oídos cómo la música describe la acción y, a la vez, cómo los elementos teatrales hacen que la expresión corporal también cante.

-¿Se le ha resistido alguno?

-La vida es el papel más difícil de interpretar. El artista va creciendo junto a su faceta intelectual, emocional, física, técnica, interpretativa… está en constante crecimiento pero el papel más difícil no es un papel es la vida: pura improvisación.

-Debutó a los 22 años. ¿Tenía claro que era a esto a lo que quería dedicarse?

-Sí y no. Uno se tiene que plantear cuando se compromete profesionalmente a algo, que tiene que haber una vocación y una devoción. Yo quiero pensar y quiero sentir que canto porque me gusta y me apetece aunque confieso que a veces es duro. Pero lo que más me importa es tratar de ser feliz. A mí me gusta cantar pero miro al pasado y a veces pienso que estoy un poco esclavizado, casi como un cura o un médico. La cuestión artística es una guardia de 24 horas.

-¿Por eso es duro?

-Es duro porque uno debe saber respetar su carrera como un negocio, hacer buena publicidad, buena administración... Y luego prepararte artísticamente e intelectualmente en lo que quieres. Como cualquier deportista hay que prepararse física y mentalmente para jugar este partido y también descansar, viajar, comer, desconectar… Cuando el instrumento es tu propio cuerpo es difícil.

-¿Cómo se prepara?

-Es fundamental dormir lo máximo que pueda, descansar la voz. Pero hay que ser normal, tampoco hay que ser un enfermo mental. Es importante escuchar a tu mente y saber qué es lo que necesitas. A veces simplemente es irte a descansar, comer bien y ser feliz. Ser feliz cura mucho.

-¿Me decía que en su casa no había tradición musical?

-Soy el mayor de seis hermanos y el único que canta ópera, los demás tienen otros talentos. Me dicen que he heredado la voz de mi padre que de pequeño la tenía muy bonita pero luego el tabaco se la hizo perder. Sí que quiero pensar que la heredé de él, aunque nunca llegó a cantar profesionalmente.

-Ha aprendido -y sigue aprendiendo- de grandes como Alfredo Kraus y Plácido Domingo. ¿Qué lección aprendió de cada uno?

-No sólo de ellos, Emelina López me enseñó a volar. Kraus tenía un concepto muy estricto de la cuestión vocal, de la técnica. Él me enseñó cómo aproximarse a la música a través de la técnica vocal. Plácido Domingo me ha enseñado a aproximarme a la técnica vocal a través de la música y la interpretación. Son dos conceptos diferentes pero que dan el mismo resultado. Yo no pretendo ser ni Kraus ni Plácido Domingo. Uno debe buscar su propia personalidad porque las copias llegan a ser baratas y malas.

-¿Qué opina de las declaraciones del director del Teatro Real, Gérard Montier, en las que decía que los cantantes españoles interpretan igual a Verdi que a Puccini?

-Desde el punto de vista de un dirigente de un teatro principal como es el Teatro Real me parecen muy desafortunadas. Y sobre todo creo que desconoce bastante a los cantantes. Yo le invitaría a que los conociera. Hay gente que es especialista en Mozart, lo mismo que otros en Puccini... Hay tantísimos cantantes españoles que están haciendo una carrera tan importante en el extranjero que ya nunca vienen a España, y eso es lo triste, que se les desconozca. Lo bonito sería que el colectivo se pusiera de acuerdo para manifestarse.

-Para ser el tenor que quiere ser, ¿tuvo que irse a Estados Unidos?

-Cada uno tiene que buscar su camino y sus inquietudes. Hubo un momento en que yo necesité volar. A partir de la muerte de Alfredo Kraus decidí seguir formándome y es cierto que el panorama para la gente joven en España es complicado aunque cada día se están formando más escuelas a nivel privado. Hay gente de EEUU como mi compañera en La Traviata Luciana Cecille que se va a Viena a estudiar... En EEUU hay unos programas para jóvenes artistas de Universidad mientras que aquí, por ejemplo, los conservatorios son independientes. Cada uno tiene que buscar sus diferentes dinámicas.

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