Emilio Goyanes. Director de teatro

"No vale ser de izquierdas y no recoger tu basura en el campo"

  • Laví e Bel presenta hasta el sábado en el Teatro Alhambra 'Frágil', un recorrido por el siglo XX con la habitual animación escénica de la compañía que cuenta con dos premios Max.

Emilio Goyanes aterrizó en Granada hace casi 25 años y, desde entonces, sale a espectáculo por temporada. Vive en El Realejo, el barrio con mayor concentración de artistas de la ciudad. Allí es un vecino más que compra en el supermercado y lleva todas las mañanas a su prole al colegio público. Este año aprieta el acelerador y pondrá tres nuevas propuestas en el escenario. Tras Vuela le toca ahora el turno en el Teatro Alhambra a Frágil, un recorrido por el siglo XX a través de los recuerdos de tres señoras de avanzada edad. En verano estrenará Popescu 2, una obra de espíritu cabaretero con el habitual desmadre escénico de la compañía, que se podrá ver de junio a septiembre en el Palacio de Congresos. "No sé lo que son las vacaciones, hace siglos que no tengo ni tiempo ni capacidad económica", asegura el actor que, como el personaje de Stallone, vive "día a día". Antes de la entrevista confiesa estar "sobrecogido" al ser testigo de una conversación entre dos amigas en la cafetería en la que una de ellas confesaba que era víctima de malos tratos por parte de su marido. Casualmente, las dos nuevas obras de Goyanes tienen a mujeres como protagonistas.

-Hay personajes cultísimos que pasan por ser unos machistas redomados. ¿Tiene más que ver con la debilidad mental?

-Todos tenemos una parte masculina y otra femenina, somos andróginos, cuanto antes nos demos cuenta mejor. El futuro pasa por cambiar los roles que nos han marcado durante toda nuestra vida. La mayoría de la gente lo asumimos, en general no hay problemas entre los padres separados por la custodia de los hijos y normalmente no hay maltrato en las parejas. Es un núcleo de descerebrados que son tan ignorantes emocionales que, cuando su mujer les deja, no son capaces de vivir solos. No es algo que tenga que ver con el amor, está relacionado con la debilidad emocional, algo que hay que trabajar en los colegios y el Gobierno tiene que poner los medios adecuados.

-'Vuela', la obra que estrenaron hace unos días, está protagonizado por dos mujeres; en 'Frágil' también son tres damas en el escenario. ¿Es el año internacional de la mujer para Laví e Bel?

-Es cierto, pero Frágil es una obra muy diferente porque habla de tres mujeres que cumplen muchísimos años y lo celebran contando su vida. Quienes conocen a Laví e Bel saben que no hemos hecho una obra basada en la narrativa con las actrices enfrascadas en un monólogo. Hacemos un recorrido por su vida y por historia del siglo XX.

-'La barraca del zurdo' también era un recorrido por el siglo XX. ¿En qué dirección apunta esta nueva obra?

-Nuestro objetivo es que la gente empatice con lo que hacemos y toque suelo, queremos contar cosas reales para que el espectador entienda la obra como parte de sí mismo. La obra pasa por los felices años 20 y por la Guerra Civil, en este caso desde el punto de vista de las milicianas que marchan al frente. Pasamos por el París ocupado, el regreso a España en los 60 con ese "Spain is different" de Fraga. Es un recorrido vital, no hay afán historicista. En la obra hay un juego constante con elementos sonoros que hacen viajar al espectador.

-Así que si se viaja a París no se pone un decorado con la Torre Eiffel...

-No, ponemos música de Cab Calloway, uno de los músicos que revolucionó el jazz e inventó una forma de bailar que era la referencia en el París ocupado. Los nazis tenían claro que el jazz era un arte degenerado. En la Guerra Civil mostramos la vida en las trincheras... El público está muy implicado en el espectáculo, hay cuarenta espectadores en el escenario.

-Esto deja atrás a las demandadas entradas de primera fila...

-Es lo que llamamos público activo. Los reyes tenían también una posición privilegiada en el escenario. Implicamos al público sin violencia, es una manera de vivir el viaje de otra manera. Frágil es un zapatazo sobre la mesa, aquí seguimos y más jóvenes que nunca.

-Son además unos cuarenta artistas en el escenario. Esto es un espejismo en un panorama en el que priman los espectáculos minimalistas para ahorrar costes. ¿Dónde está la crisis?

-Todos estamos en economía de resistencia. El mundo de la cultura sufre un abandono al que nos hemos acostumbrado, no resignado. Todo se reduce a la pasión por tu oficio, por defender tu espacio en la sociedad. Sigues sintiendo el impulso de crear y lo seguiremos haciendo con los bolsillos vacíos. Es una pena que la administración pública se haya olvidado de que una de sus funciones es velar por la cultura. En esta obra tenemos el apoyo de la Junta, pero es mínimo. Las administraciones han hecho dejación de sus funciones, mantienen las ayudas, pero de forma simbólica.

-La Diputación de Granada ha suspendido el programa de 'La Barraca', en teoría para repartir ese dinero y apoyar al tejido teatral de la ciudad. ¿Tiene constancia de que esto esté sucediendo?

-Es literalmente cierto. No sé si tenían que haber suprimido ese proyecto, pero me consta que realmente están haciendo ese trabajo de repartir entre más gente y llevar más iniciativas a la provincia. El problema es el pensamiento con el que se mira a la cultura, no sólo las administraciones, también la sociedad. Es un mal de Europa del Sur, porque en otros países la cultura es un servicio público. Aquí se da la imagen de que somos un grupo de personas que no quieren trabajar y que viven subvencionados para hacer reír. Hay una infravaloración de la cultura que es absurda, porque generamos nuevas maneras diferentes de ver las cosas. En la cocina está muy valorada la creatividad, no tanto en la cultura.

-Hay ciertas compañías que se jactan se llevar el cabaret al siglo XXI. Es curioso porque Laví e Bel ya llevó este género al siglo XXI cuando todavía estábamos en el XX...

-El cabaret es un género de géneros, caben muchos lenguajes, algo que nosotros extrapolamos al teatro. Es algo que pertenece a la tradición, parece que ahora se ha inventado el musical, pero los griegos ya usaban canciones y coros.

-Es usted de Madrid aunque lleva más de 20 años afincado en Granada. ¿Por qué eligió esta ciudad para establecerse?

-No me formé en Madrid, en este sentido siempre he sido muy itinerante, no he buscado las referencias habituales. Yo no fui a la Escuela de Arte Dramático porque era como un acto de abandono. Así que entré en una compañía y me formé con un profesor, pero nada de método Stanislavski , que me parecía horroroso y antirrevolucionario. Esto fue en el año 83, cuando este país era un torrente de ilusión y de festivales. Fui a la Expo de Sevilla a trabajar en la cabalgata de Comediants y quería irme a una ciudad de tamaño medio donde empezar de nuevo. Granada era un espacio mítico en mi cabeza, venía con 17 años y volví a los 30 para vivir aquí. La ciudad tiene magia, pero entonces estaba muy degradada.

-¿La Granada de los ochenta era un buen lugar para un joven creativo al margen de los cánones establecidos?

-Estaba el Festival Internacional de Teatro que dirigía Manolo Llanes, donde traía a lo mejor de la escena de vanguardia. Yo venía a Granada de peregrinación a ver estos espectáculos, pero no conocía nada de la vida cultural de la ciudad. Todo era muy diferenre, porque Granada es ahora una potencia cultural de primer orden, algo que a muchos granadinos les cuesta ver.

-Pero esta potencia cultural que atrae a los foráneos es la alternativa, la que vive al margen de las instituciones...

-Las instituciones tienen poco que ver con esta potencia cultural. Hablo de la creación, tenemos por ejemplo el mejor teatro para niños que se hace en todo el país, indudablemente. Somos una generación de creadores que, aunque no tenemos nombre como la Generación del 27 o El Paso, ocupamos un espacio muy importante.

-No esconde sus ideas políticas, ni tomando café ni en el escenario. Ahora rescata a las milicianas, en 'La barraca del zurdo' reivindicó las Misiones Pedagógicas de la República...

-Yo soy de izquierdas de código genético.

-¿No rehuye el término rojo?

-Para nada, yo tengo claro que mi pensamiento es progresista, no puedo concebir a un obrero que vota en contra de sus intereses.

-Mariano Rajoy también usa con frecuencia el término progreso...

-Ellos se aprovechan del discurso de la izquierda para atacarla. Pero yo no sé si el PSOE o Podemos es la izquierda, no me adscribo a ningún partido. Siempre he sido filoanarquista.

-¿Un anarquista que respeta los semáforos?

-Yo creo en las personas, en la capacidad de negociar, de comunicarse. La gente que piensa de manera muy diferente puede ponerse de acuerdo en muchas cosas. Hay personas chungas de cualquier ideología. No vale decir que eres de izquierda y luego ser un maltratador o ir al campo y dejar tu basura tirada. Ser de izquierdas es un paquete completo. La gente del espectáculo somos personas normales que compran en el supermercado, que ponen lavadoras y que recogen a sus hijos del colegio.

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