Resumen del veinte aniversario

Las propuestas tradicionales se imponen esta vez a la vanguardia

  • El cante y el toque consiguen captar la atención del público en una edición en la que la danza ha tenido más protagonismo y donde el baile flamenco clásico ha vuelto a reinar.

Afortunadamente, los temas administrativos no han influido para nada en la celebración del XX Festival de Jerez, una cita que a principios de febrero levantó especial inquietud debido a la decisión del Ministerio de Hacienda de disolver a la Fundación Villamarta. Desde entonces la situación fue tensa, con una plantilla expectante sobre su futuro inmediato y con muchos de los artistas programados mirando de reojo a la prensa para saber qué iba a ocurrir finalmente. Sin embargo, desde la dirección del teatro y el Ayuntamiento siempre se intentó transmitir tranquilidad, una maniobra que de alguna forma ha influido en el normal desarrollo de esta edición, que con todo ello, seguramente marcará un antes y un después en la historia de la muestra.

Un año más, la falta de apoyos económicos por parte de la instituciones (que ni siquiera para esta fecha tan señalada se han volcado con el Festival) ha hecho sacar la varita mágica a sus responsables, que gracias al compromiso de los artistas, han conseguido completar una vigésima edición que ha abierto líneas de desarrollo de cara al futuro.

En especial con el ciclo XX espacios, XX artistas, XX festivales, cuya misión principal era abrir el Festival a otros puntos de la ciudad, llámense bodegas u otros espacios arquitectónicos de interés. Esta propuesta, que ha sido coordinada por el arquitecto jerezano Jesús Orúe, ha sido uno de los grandes descubrimientos de esta edición, ya que aparte de la implicación total de los artistas, ha conseguido una ocupación total del 89% acercando al público a lugares desconocidos hasta para los propios jerezanos. Ahora, como reconocía en la edición de ayer la propia directora del Villamarta, habrá que ver si continua dentro de la programación el próximo año (con la pertinente subsanación de errores) o por el contrario se coloca en otra fecha, una opción que tendrá sus pros y contras, como es normal.

Artísticamente hablando, el Teatro Villamarta ha vuelto a albergar propuestas variopintas, entre ellas muchos estrenos, que evidencian la capacidad creativa de los artistas. Como cada año, hubo decepciones, como la protagonizada por Eva Yerbabuena con 'Apariencias' en el primer día de Festival, y gratas noticias como el espectáculo hilvanado por Andrés Peña y Pilar Ogalla (De sepia y oro), de lo mejor que hemos visto en el coliseo jerezano, la original propuesta ideada por Marco Flores con 'Entrar al juego', la reposición de 'Jerez Puro Esencia' que materializó María del Mar Moreno o el innovador tratamiento que Úrsula López, Tamara López y Leonor Leal hicieron del pintor Julio Romero de Torres junto a Pedro G. Romero.

El momento del Festival sí llevó la firma de Yerbabuena, que en veinte minutos formó la mundial bailando por soleá con el cante de José Valencia, Juan José Amador y Enrique El Extremeño. Fue una de las partes del espectáculo 'A este chino no le canto', de Shoji Kojima, una propuesta forjada a base de talonario pero que dejó pinceladas de arte gracias a sus colaboraciones. Tampoco podemos olvidar el toque por alegrías del maestro Paco Cepero a Mercedes Ruiz, que bailó al ritmo de la guitarra, como ocurre pocas veces, o el grito abrumador de Esperanza Fernández al interpretar 'Gelem, gelem', con el piano de Dorantes, y el baile de Antonio El Pipa en 'Gallardía'. Son instantes especiales que ya forman parte de la historia de este Festival.

Pero en Villamarta hemos tenido altibajos constantes, más regular ha sido la programación del resto de ciclos. Una de las peticiones habituales de muchos aficionados, la presencia de la guitarra, ha quedado este año demostrada con el ciclo Toca Toque, que ha obtenido un respaldo masivo del público. Alfredo Lagos, Javier Patino, Santiago Lara, Dani de Morón y Diego del Morao, encargado de cerrar el Festival en la madrugada del pasado sábado, han reivindicado el papel de la sonanta, que atraviesa por un momento extraordinario, ya no sólo por su capacidad compositiva, sino por su facilidad de asociarse con otras músicas. La experiencia pone de manifiesto la necesidad de contar con un ciclo de este calibre, porque al menos así lo entiende el público.

Brillante ha sido también la vuelta de uno de los espacios más añorados en estos últimos años, la bodega Los Apóstoles de González Byass, donde el cante ha sido el gran protagonista. Allí, con una ocupación del 86%, voces señeras han devuelto al cante a su sitio, pues tanto Jesús Méndez, como Antonio Reyes, Pedro El Granaíno o José Valencia han demostrado nivel y compromiso. No ha sido el único espacio en el que se ha defendido el cante, ya que en otros enclaves como la Sala Compañía voces como las de Arcángel y David Lagos, ambos agotaron el papel, elevaron esta disciplina a cotas impensables.

El Palacio de Villavicencio, por contra, no ha jugado un papel fundamental como en otros años, ya que sólo dos días ha abierto sus puertas para recibir a Carmen Grilo y María de Terremoto, y a Maizenita y José Canela. Se echó en falta el recital de José Enrique Morente que suspendió horas antes por enfermedad.

La Compañía, ese espacio tan discutido por los artistas en el Festival (pero es que no hay otro en Jerez de similares condiciones por situación y aforo) también albergó propuestas interesantes en lo concerniente al baile. Allí, muchos de los artistas con recorrido exhibieron interesantes creaciones, cumpliendo con creces en la mayoría de los casos. Así, se ha podido disfrutar de bastante nivel con María José Franco, Felipe Mato, Jesús Fernández o Pedro Córdoba.

Por otro lado, el baile también ha estado presente en Sala Paúl, dentro del ciclo 'Jóvenes Talento', una oportunidad para que muchos demostrasen su valía, ya no sólo en cuanto a proposiciones flamencas, sino también en lo que atañe a la danza más tradicional, que en esta edición ha tenido más protagonismo que nunca en el calendario del Festival. Por alli han pasado creaciones colectivas consistentes, como la del Conservatorio Larreal, con un nivel casi profesional, y otras algo menos, como la exbibida por el Centro Andaluz de Danza.

Dentro de este lenguaje de la danza clásica y contemporánea, aunque también hubo pinceladas flamencas, no hay que olvidar el buen hacer de nombres como 'Entredós Ballet español' y Molinero en Compañía, con obras de buen gusto pese a la dificultad que entrañan también las condiciones de la Sala Paúl.

En el ámbito flamenco destacó 'Eclosión', iniciativa de la Fundación Cristina Heeren con la firma de Luisa Palicio, y sobre todo El Choro, un bailaor que en esta edición ha dado un paso adelante con 'Aviso: Bayles de Jitanos', un trabajo que ha dirigido Rafael Estévez.

Como siempre, las peñas flamencas siguen jugando un papel fundamental. Han sido diez entidades las que han ofrecido recitales de cante y baile, de calidad y haciendo participar a los visitantes que recibe Jerez en los días del Festival. Un público más numeroso que años anteriores y que no hace sino patentar la solidez de una muestra que sigue creciendo. La próxima fecha, en 2017, del 24 de febrero al 11 de marzo.

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