El error más grave no fue el de quien le dio a Warren Beatty el sobre equivocado, sino el de las nominaciones y la mayor parte de los premios. El error en realidad fue una rectificación o un acto tardío de justicia que evitó un horror. Que ganara el Oscar a la mejor película el amable y liviano corta y pega que es La La Land -no recreación, no reinterpretación: puro corta y pega como pueden consultar en las redes donde en pantalla partida se han yuxtapuesto las muchas ideas que fusila- habría sido un horror (aunque sería aún peor que lo hubiera ganado la plasta de Fences y aún peor la vergonzosa impostura de Manchester frente al mar). Y para un horror, mejor un error: Moonlight tiene más méritos para ganarlo. También Comanchería la supera por mucho.

En la mejor dirección, por desgracia, no hubo error y sí horror: Damien Chazelle, Mr. Corta y Pega, ganó el Oscar que merecía Barry Jenkins. Ya, ya... Peor habría sido que se lo llevara Kenneth Lonergan por ese turismo de la pobreza y ese retórico y falso retrato de la tristeza (con Albinoni incluido) que al parecer ha logrado engañar a casi todo el mundo. Horror, en vez de error, también el Oscar a la mejor actriz que debió ganar Natalie Portman por Jackie en vez de Emma Stone por La La Land. Y de no ser la Portman, debía haberlo ganado Ruth Negga por Loving. Y hasta la siempre siesa Isabelle Huppert, que parece haberse quedado petrificada para siempre en la misma expresión de odio y asco. En los nominados a mejor actor, nada que hacer: lo mismo daba que se lo llevara el ojiplático Ryan Gosling, la diarrea verbal de Denzel Washington, el carapalo Viggo Mortensen o el reconcentrado Casey Affleck que al final se lo llevó. Si acaso Andrew Garfield hubiera sido el candidato más adecuado.

El único acierto de los premios tenidos por grandes es el concedido como mejor actriz de reparto a la sobrecogedora interpretación de Viola Davis en Fences, única razón para no abandonar la sala tras los primeros 20 minutos de parlamento casi ininterrumpido de Washington. Además de dos contendientes de chiste, Nicole Kidman y Michelle Williams, tenía dos potentes, Naomi Harris y Octavia Spencer, pero su superioridad estaba clara. Ajustado también el concedido a Mahershala Ali como mejor actor de reparto, aunque tal vez Jeff Bridges lo merecía más.

El Oscar al mejor guión original a Manchester frente al mar nos devuelve a ese horror que es premiar con el galardón más importante del mundo a uno de los más insinceros y manipuladores ejercicios de impostura vistos en mucho tiempo, con el agravante de tomar el dolor en vano. Justo, en cambio, el ganado por Moonlight como mejor guión adaptado. Que Justin Hurwitz (La La Land) le arrebatara el Oscar a la mejor banda sonora a Mica Levi (Jackie) hace pensar que sólo voten sordos: la música premiada es un Michel Legrand o un Tom Waits de segunda (lo digo por las películas de Jacques Demy y por Corazonada de Coppola) mientras que la de Mica Levi es una creativa y original partitura que crea un potente efecto dramático al combinarse con el montaje (categoría esta en la que es otro horror/error que no estuviera nominada Jackie). Sobre la mejor película de habla no inglesa comparto sin pronunciarme la división de opiniones entre quienes creen justo que lo ganara la premiada El viajante y quienes creen que debía haberlo ganado Toni Erdmann.

En resumen: otro mal año con malas nominadas y malas premiadas. El error de Warren Beatty es lo único que hará pasar esta edición a la historia.

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