En esta vorágine disparatada, marciana y surrealista que estamos padeciendo y padeceremos, sobre todo en Cataluña, con el infernal procés, me sigue dejando absorto el victimismo de muchos separatistas. La queja va en su ADN, no hay duda, y los sociólogos podrían tener un campo inmenso para sus investigaciones de las identidades e idiosincrasia de los pobres y desdichados secesionistas.

No seré yo quien no señale con el dedo a los gobiernos españoles como principales culpables de este dislate de república bananera que ocurre en pleno siglo XXI en el noreste del país. Tanta concesión y tanto silbar y mirar a otro lado que los indepes se han venido arriba. Llevan tres décadas recibiendo y quejándose, el arte de soplar y sorber a la vez. Y lo de las penas sobrepasa los límites.

Llevan siglos exigiendo gestos del resto de ciudadanos españoles porque no se sienten queridos. Ay, los afectos... Que si el mapa del tiempo en los telediarios nacionales debe lucir el nombre catalán de las localidades, que si hemos de escribir (y yo añado que primero hay que saberlo) Duran o Trias sin tilde y Lluís con tilde; que si no nos esforzamos lo suficiente por entender su lengua cuando vamos de viaje a Figueras (perdón, Figueres) o a Salou; que si no hay sensibilidad del Estado opresor con sus costumbres; que coartamos su libertad por impedirles el derecho a decidir (claro, don Carles y don Oriol, porque habrá que cambiar la ley, si acaso, para poder permitirlo); que si los meridionales somos unos zánganos y allí no se para de producir...

Y ahora viene Puigdemont en su enésima comparecencia lastimera y nos suelta lo siguiente para criticar al Gobierno central, que ejecuta una "política hecha a base de clamores como el a por ellos en lugar de otra basada en el con ellos". Como humorista no tiene precio. Si Eugenio levantara la cabeza... ¿Y los gestos o los afectos o los sentimientos de usted a los demás españoles? Ya no discuto siquiera si merecen o no la independencia, pero, por favor, no den más morcilla como si fueran plañideras, porque de sensibilidad, al menos en el Sur donde todo el que entró se quedó, vamos sobrados.

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