Análisis

Antonio Higueras Aranda

El mejor tratamiento de la fusión: ir a sus causas

Se desprende un olor a "corrupción" que mantiene rima con la palabra enmascaradora

Es, sin duda, una deformación profesional lo de tratar de indagar en los estratos más profundos de los problemas emergentes, y aquí en Granada, el sanitario ha dejado al AVE en un juguete de Reyes. Por eso, cuando el fenómeno ha alcanzado tal magnitud y transcendencia futura para la salud, toda medida terapéutica tiene que apuntar a la base.

Se entre por el ángulo que se entre, siempre aparecen los euros para dar cuenta de la inadecuación de proyectos tan desmesurados para una Comunidad nada boyante en su economía. Si se impulsan es inevitable pensar que los megalómanos ideólogos, aparte de satisfacer su narcisismo, se repartirán beneficios propios y de partido. El asunto ya viene de antiguo, y a esa tentación no ha escapado ningún partido que haya tomado decisiones de poder, en una relación directa a los años de permanencia. Aquí, en Andalucía, los lustros son décadas, por lo que las conclusiones son fáciles, y las sospechas de trama, tan evidentes como la del jardinero asesino, dignas del peor cine negro.

El segundo capítulo es que las facturas de los fastos hay que liquidarlas en plena crisis económica, que como al perro con tiña, en Andalucía ha sido más virulenta. Y ahora viene la tercera parte de la cuestión: si nos hemos endeudado hasta las cejas; la cuenta anda en precario y, en vez de administrar con prudencia, se dilapida en fundaciones; productividades; obras y demoliciones; sobrevaloración de precios, para mayor beneficio de intermediarios, y un más que presumible sistema de corruptelas. Así que no hay más remedio que meter el hacha y podar. Se podían haber cortado beneficios y gastos superfluos, pero no, y esto es lo perverso, se ha escatimado en camas y en plantillas precarias de profesionales mal pagados para su mayor intimidación.

¿Cómo presentar el deterioro de los servicios y ocultar las presuntas desviaciones? Pues con una palabra, Fusión, tan abstracta como inadecuada. De dos hospitales se pasa a uno, pero para mayor atentado sanitario, se distribuyen sus precarios recursos de forma desmembrada (como si el cuerpo lo permitiese), y por medio, más de diez mil metros de distancia en la ciudad del colapso circulatorio. De todo lo anterior se desprende un olor a "corrupción" que mantiene rima con la palabra enmascaradora. Y no solo corrupción orgánica (terrenos; obras; equipos…). También, y esta es más invisible pero peor, una corrupción funcional (equipos directivos; jefaturas varias y unidades de gestión al servicio de la totalidad de sistema pervertido).

Todo lo expresado es solo una hipótesis, porque la única institución que nos hemos dado para ratificar y sancionar las múltiples sospechas de ilícitos, es la Justicia. La misma que a veces nos da que pensar, si la de la balanza y la venda, tienen tanta fuerza para soportar, lo que le vamos colgando… Pero es lo que hay y todos confiamos en que no nos defraude. Llegados a este razonamiento causal de las alcantarillas de la Fusión, no queda más remedio que aplicar medidas terapéuticas en la farmacia de la Justicia; por tanto, bienvenida sea la prescripción de una Asociación que en esta Granada de arrojo reciente, va a nacer apadrinada por el Dr. Candel: la Asociación Justicia para la Sanidad, que en plena era de vanguardia se publicita en las redes y se financiará en forma de crowdfunding.

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