Cosas que pasan

Ricardo Castillejo / Rcastillejo@grupojoly.com

¿Actor o torero?

POR qué existe en este país una tendencia a etiquetar a las personas como si fueran carne de vacuno? ¿Bajo qué mandato, ley o dictamen hemos sacado la conclusión de que, desarrollarse en varias actividades, siempre va en demérito de alguna de ellas? El modisto, crea ropa; el escritor, confecciona textos y el frutero, sirve frutas pero, ¿no podría el primero vender lo que el tercero, éste atreverse con la profesión del segundo que, a su vez, tuviera capacidad para lo del diseño? Un poquito más de flexibilidad, por favor…

Analicemos el caso de Óscar Higares, quien tomó la alternativa hace quince años como torero y, en estas semanas, se incorpora como actor a la serie de televisión Rocío, casi madre. Él, madrileño de nacimiento, pasa toda la semana en Málaga y, los fines de semana -hoy, sin ir más lejos-, se marcha a plazas de toros como la de Zamora, donde le esperan para disfrutar de su arte con la muleta. "Estoy en una etapa en la que sólo hago lo que me permita disfrutar", me aclaraba el otro día ante mi duda de si es compatible el albero con los platós. "Tienen muchos puntos en común. En ambos hay que pisar firme, ser natural, serio, tener desparpajo… La diferencia es que, mientras que en el ruedo se muere de veras, en la interpretación es de mentira".

Sensato y centrado, este hombre a punto de alcanzar los treinta y siete, en julio celebra su cumpleaños, tiene dos niñas llamadas India, de cuatro años, y Martina, con sólo uno y medio. "A la mayor le cuento todo lo que hago. Le encanta", va relatándome mientras toma algo para almorzar y se plantea un futuro laboral que, por qué no, vaya unido hasta a la gran pantalla. Todo sería cuestión de planteárselo y de que se presentara el proyecto adecuado.

Presumido y coqueto, no metrosexual, el diestro reconoce que ha conocido el éxito en faenas taurinas tanto en España como en Hispanoamérica y que, aunque es un mundo bastante celoso, tiene también un final detrás del que sigue existiendo vida. Con maneras de caballero, Oscar puede hacer lo que le dé la gana pues, para los envidiosos, no hay mejor castigo que la indiferencia. He dicho.

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