Aislar a los corruptos

No sería nada malo que la sociedad se rearme de moral y haga el vacío a los que atentan contra los intereses de todos

Para destruir las malas prácticas; escribió en su Idearium Español el poco leído y muchas veces mal interpretado Ángel Ganivet; la ley es mucho menos útil que los esfuerzos individuales". Y posiblemente tuviese buena parte de razón aquel pensador granadino, pues esta sociedad española, nuestra de hoy, está poco menos que cosida a pleitos y otras causas judiciales con las que se trata de "sujetar" a un enorme, creciente y vergonzoso número de gobernantes, empresarios de malas artes y chamarileros de la moral y la vergüenza, que no han confundido lo público con lo privado, sino que -aún peor- han administrado los asuntos y los intereses públicos como si de privados se tratase, pero siendo pródigos con lo ajeno hacia sus propios bolsillos.

El dinero es casi tan antiguo como los ladrones, los estafadores, las putas y sus clientes. Estos cuatro tipos de sujetos, disfrazados en ocasiones de políticos -gobernantes o no, pero mejor lo primero- de falsos empresarios, de gentes que venderían a su padre y a su madre y a su propio cuerpo -los venden- por dinero o de probos comerciantes que comprarían, sin empacho, esas madres, esos padres o esos cuerpos, si de sacarles provecho pecuniario se tratara, han sabido colocarse -encaramarse- en los lugares clave de esta sociedad aquejada, por instantes de forma brutal, de los efectos tremendamente perniciosos de la corrupción, de la pus social.

Hace años, ser maricón en ejercicio era un delito, no poco menos: un delito, así. Y para ello en buena parte la dictadura creó el desaparecido TOP -Tribunal de Orden Público- que se ocupaba en aplicarles con celo la Ley de vagos y maleantes. Pero esa ley no fue la que hizo verdaderamente estragos. Lo fue la mala conciencia social, la misma que justificó y admiró a los bandoleros y que aisló, empero, a los que sexualmente no eran admitidos en el club de los demás. Eso fue lo que hizo verdadero -e injusto- daño: el aislamiento social.

No sería nada malo que esta sociedad, tan tolerante con casi todo, se rearmase de una cierta moral, si se quiere de una cierta ética general en la que no sólo no admita, sino que haga el vacío a aquellos que atentan sin pudor alguno contra los intereses de todos, robando los dineros que de todos son y no de los que se dedican a trincar desde los cargos públicos, desde la confianza pública. A esos, ni agua. Y que los partidos políticos -todos- los depuren o apechuguen. ¿O no?

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