la colmena la colmena

Magdalena Trillo

Alarmas

ANOCHE cerré los ojos con la ilusión de que la cama me engullera y me llevara al principio de todo. A la cama de hierro, las sábanas blancas y el balcón abierto de par en par. En la calle, una tajada de luna y una lagartija jugando al escondite. Sobre la mesita, una laña de jazmines imitando a una flor.

Lleva razón Rafa Juárez cuando dice que todos, alguna vez, demasiadas veces, queremos vivir otras vidas. Más sencillas. Menos complicadas... Sus versos de Medio siglo son un refugio: "Ya comienza la casa a ser cocina, / ya cuecen agua y leche en los cacitos/ y en el aceite verde el pan se dora/ como una rebanada de domingo".

Cierro de nuevo los ojos. Pero no hay olor a pan tostado ni un colchón de espuma que me quiera tragar. Sólo veo titulares de periódicos, ordenadores y páginas a medio hacer. Y pepinos. Muchos pepinos. Todo el mundo engulle pepinos. Una escena fantástica para Dalí.

Mi imaginación está atrofiada. Sin poesía. Sin invención. Ni en verso ni en prosa. Hoy sería un buen día para conversar con Ayala. Podría darme una explicación, y hasta una salida. Puede que irónica, tal vez sarcástica, seguro que acertada y breve. Aunque no le preguntaría por mis no-sueños ni por la crisis de los pepinos. Le preguntaría por ese Franco que idealiza Luis Suárez con el dinero de todos los españoles. Y por esos cientos de jóvenes que siguen acampados en las plazas recordándonos que el sistema se desmorona y que debiéramos volver a pensar muchas cosas. Por la crisis del PSOE, y del PP, y de la economía, y de los bancos, y por las guerras del mundo árabe... demasiadas crisis.

Regreso al poemario de Juárez. "Treinta años atrás no estaría en la acera/ detenido en un duelo de rabia y de alegría./ Estaría codo a codo detrás de la bandera,/ entre los que estrenáis un sol de rebeldía". Me veo ahora en la Facultad intentando explicar a un puñado de universitarios los valores del periodismo y de la prensa. De la libertad de expresión y hasta de la democracia. El primer día de curso les pedí una reflexión a modo de ensayo y todavía me dura la depresión. La decadencia es el menor de nuestros problemas. Escribimos a golpe de talonarios y presiones. Nos dejamos manipular, nos vendemos a los mercados, a las empresas, a los políticos, al mejor postor. Ni siquiera somos útiles. Ciudadanos y blogueros nos han quitado el puesto. Los wikileaks del mundo... Llevo un año queriendo convencerles de lo contrario. Sin éxito. Tengo la actualidad en contra. Y las portadas de los periódicos también.

Esta semana, los del sensacionalismo y las alarmas han sido otros. ¿Recuerdan a Pulitzer y su "si no hay noticia, provócala"? Mejor aún, sigamos a W. R. Hearst en Ciudadano Kane: "Si no hay noticia, provócala y si no te la inventas". En Alemania había noticia y hasta alarma, pero no culpables. Pues se los inventan. Y ahí estamos los españoles holgazanes, la Andalucía tercermundista, cargando con la bacteria asesina.

Cierro los ojos una vez más. Me desvela ahora un pitido del móvil. Se está quedando sin batería... Tiene vida. Lo veo deslizarse, desintegrarse, como en la Persistencia de la memoria.

Con mucho menos eco pero idéntica falta de responsabilidad, un instituto de la OMS presentó un estudio esta semana alertando de que los móviles "podían" causar cáncer. O no. El riesgo, parece, sería similar a la cafeína. Las radiaciones de los móviles estarían en el llamado grupo 2b y por encima estaría el 2a (probablemente cancerígeno) y el 1 (carcinogénico). ¿Qué debemos hacer? Lo que queramos. Dicen que "son los consumidores los que deben tomar la decisión". Buena manera de no enfrentarse a la industria.

Y, mientras, ¿qué hago yo con mi móvil? Empiezo por apagarlo para que deje de incordiar. Mañana será otro día... Seguiré los consejos del poeta. Iré a la fuente temprano y descubriré la mañana... Dudaré de mis pasiones, pero no de mis ideas. Y huiré un día más. No entre versos, pero sí entre titulares de periódicos.

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