público y privado

María Escudero

El Albaicín se muere

UNA de las noticias que este tórrido agosto ha traído a la actualidad es el lamentable estado en el que se encuentra el Albaicín. El vecindario lleva años denunciándolo en sus asociaciones vecinales y, más recientemente, a través de las redes sociales, la oposición municipal lo viene haciendo igualmente, y ya en los últimos días hasta el Sr Valle, ex concejal del PP y gerente de la Fundación Albaicín, se ha sumado a las denuncias. La presente situación es consecuencia de la desidia y de la inoperancia, es el resultado de un cúmulo de ausencias, de hecho podríamos decir que el deceso se está produciendo por inanición, es "la crónica de una muerte anunciada".

No es el momento de culpar ni de defender a ninguna administración y mucho menos de escudarse en competencias de unos y de otros para justificar lo que ya no se puede mantener por más tiempo. Sí es tiempo de exigir al Ayuntamiento y la Junta que se pongan de acuerdo y que cumplan sus obligaciones con el Albaicín. Al Ayuntamiento de Granada le ha faltado tiempo para "echar la culpa" a la Junta de Andalucía, ya es habitual en su práctica política usar el enfrentamiento con el PSOE para enmascarar su inoperancia.

El Albaicín es un núcleo urbano habitado por lo que requiere de los mismos servicios que otros lugares de Granada. La configuración especialísima del barrio albaicinero requiere de mayor cuidado aún en la satisfacción de esas necesidades para poder armonizar la calidad de vida sus habitantes con las numerosas visitas de quienes acuden al mismo por mor de su valor patrimonial.

La declaración del Albaicin como Patrimonio de la Humanidad es un regalo recibido de nuestra historia que exige estar a la altura de su cuidado. La Junta de Andalucía, aplicando la legislación vigente lo declaró conjunto histórico, lo que lleva aparejado la aplicación de un plan especial de protección. Pues bien desde el año 1990 el Ayuntamiento de Granada tiene delegadas las competencias en el Plan del Albaicín que está en estos momentos pendiente de acordar entre ambas administraciones las últimas disposiciones del mismo.

Lo peor que le puede pasar al Albaicín es lo que ya le está pasando: que la población se tenga que ir a otro sitio porque, como están denunciando, allí no se puede vivir. Hay graves problemas de accesibilidad y movilidad, falta de comercios, viviendas vacías, abandonadas y en ruinas, suciedad, problemas de seguridad, plazas, miradores y jardines abandonados, y además muchas dificultades para acondicionar viviendas por los criterios, cuando no restrictivos, arbitrarios de la comisión correspondiente encargada de autorizar las obras en el barrio histórico.

El Ayuntamiento debe cuidar el Albaicín y exigir a las otras administraciones que cumplan con su responsabilidad, con voluntad de acuerdo y lealtad institucional. Ya es urgente escuchar a la gente del barrio, aplicar el Plan Albaicín, trabajar para proponer la ampliación de patrimonio de la humanidad al Valle del Darro, incluirnos en la red de ciudades patrimonio mundial a la que ni siquiera pertenece Granada…

Empiecen, antes de que sea demasiado tarde.

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