EL pasado lunes asistí a al acto de presentación del informe anual de la Fundación Conocimiento y Desarrollo. El salón de actos de la sede del ICO en la madrileña calle de Los Madrazos estaba a rebosar, casi más por los periodistas que por los invitados. La razón, me temo, no era tanto el contenido del informe, interesante como de costumbre, ni tampoco la presencia de la presidenta de la fundación, Ana Patricia Botín. Creo que tanta excitación mediática la producía quien presidía el acto, el vicepresidente del Gobierno. El Rubalcaba de estos años apareció en medio de un enjambre de fotógrafos y cámaras con la soltura de quien se sabe por encima de la situación. Los ilustres que le acompañaban podían ser menos criticados, con un futuro más alentador, incluso más guapos y hasta con más glamur, pero ninguno se siente tan listo y sobrado como él. Se ha curtido en mil batallas y mientras inicia el descenso de la cuesta final de su carrera política se siente en la cumbre. No se le pasa por la cabeza que él no pueda ser la solución para la mayoría. En su alocución estuvo seguro, contundente, como siempre dando la impresión de saber más de lo que cuenta, de estar al tanto de cosas que no están al alcance de todos. Sin embargo, no sé si sabe que ya casi nada nos consuela. Ni siquiera la aparente sagacidad de quien nos gobierna.

Alfredo, como quiere que se le llame ahora, para los medios próximos a la oposición ha pasado de ser el Rasputín del gobierno, a convertirse en el blanco de todas las iras de quienes tratan de convencernos de que muerto el perro se acabó la rabia. O lo que es lo mismo, de que no es necesario proponer a la sociedad ninguna solución para los problemas que nos aquejan. La solución es, ¡que se vayan! No importa qué haya que hacer el día después, es preferible no contar lo que planeas, es más rentable disparar a todo lo que se mueve. Al fin y al cabo, el mayor activo del gobierno es el fracaso en la gestión de la crisis y la claudicación en las políticas económicas. Sin embargo, el de la oposición es su silencio.

A la salida del acto me encontré con un insigne político opositor y le pregunté: ¿Cuándo nos va a contar Rajoy lo que piensa hacer? Y me dijo inmediatamente, nunca, y después del resultado de las elecciones, menos. ¿Para qué? Nunca menos propuestas han sido tan rentables. Alfredo lo tiene complicado, demostrar que tienes la solución después de haber sido parte del problema no es una ecuación sencilla de resolver. Quizá tenga que echar mano de sus habilidades como profesor para convencernos de que ha despejado todas las incógnitas.

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