Esta boca es tuya

Antonio Cambril

cambrilantonio@gmail.com

A por la Alhambra

No es un negocio, es un monumento, una expresión cumbre del talento humano y nos pertenece a todos

Con un fervor guerrero inusitado los turoperadores han iniciado la reconquista de La Alhambra, que se perdió para el gozo caprichoso de las élites culturales, económicas y políticas locales cuando, hace ya más de treinta años, Mateo Revilla mandó parar y prohibió las cenas frías, las fiestas a deshoras y el aluvión incontrolado de visitantes. En sus tiempos de sultán democrático, Revilla decidió, como declaró hace días al compañero, y sin embargo amigo, Andrés Cárdenas, que "La Alhambra está para ser mirada, admirada y respetada". Tras su marcha, el trapicheo y el interés propio se enseñorearon de nuevo en la Colina Roja, de ahí la intervención de jueces y fiscales que contemplamos ahora. El descontrol crónico pudo provocar el consiguiente deterioro de los espacios. Y las entradas anónimas posibilitaron que se normalizara el sistema de reventas. Por la noche se podía observar a grupos de jóvenes envueltos en mantas a la espera de hacerse al amanecer con billetes que después comercializaban, ellos mismos u otros, a precios astronómicos. Decididos a acabar con el abuso y la mala imagen que para la ciudad y el país tenía esta práctica, y con el objeto también de garantizar la seguridad en uno de los faros de la civilización, los responsables del Patronato han decidido que todas las entradas identifiquen a sus usuarios. Los turoperadores no lo aceptan y exigen que se llegue a un acuerdo.

La Alhambra no es un negocio, es un monumento, una cima de la hermosura, una expresión cumbre del talento humano; y nos pertenece a todos: a los vivos, a los muertos y a los que aún no han nacido. Luego los agentes de viajes, aliados con los líderes de otros sectores de la industria turística, no tienen más derechos sobre los palacios y los jardines nazaríes que los arqueólogos, los arquitectos, los profesores, los escolares, los fontaneros, los jubilados o el más torpe de los trapecistas. Su protesta en una rueda de prensa capitaneada por Marifrán Carazo, diputada andaluza del PP que ya huele a elecciones anticipadas y se ha puesto en modo campaña, responde al puro y legítimo egoísmo. El consejero de Cultura y de los Pelos Tiesos no los insulta ni traiciona al diccionario cuando los califica de "lobby empresarial con intereses económicos". Los que, con una metáfora bélica, se califican a sí mismos como "la punta de lanza del turismo" han de negociar y entender que la Alhambra necesita descanso, seguridad y decencia. Ceder a sus pretensiones supondría una suerte de privatización encubierta.

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