punto de vista

José Ramón Del Río

Antitaurinos

NO tengo una especial afición a las corridas de toros. Sin embargo, para mí, no hay un espectáculo más colorista que el paseíllo, cuando avanzan, por el albero, al son de un pasodoble, los toreros, con sus trajes de luces bordados con hilos de oro, plata o ébano, con las medias rosadas y la montera calada y al hombro el capotillo de paseo, a veces con la imagen de una Virgen, que dejarán extendido, en la barrera, sobre el callejón. Es posible que la ilusión termine después ese momento, porque los toros no embisten o porque los maestros no tienen su tarde, y como el espectáculo se repite hasta seis veces, de ahí el cambio de tono de la respuesta cuando preguntan ¿adónde vas? (¡a los toros, a los toros!) y luego ¿de dónde vienes?

Pero el no ser un buen aficionado no significa que me parezca bien la campaña que se viene orquestando contra lo que se consideraba la fiesta nacional o que, al menos, ha incorporado más expresiones propias a nuestro lenguaje. Los antitaurinos invocan criterios de defensa y protección de los animales. Al toro, en la lidia, se le hace sufrir. Es evidente que esto es así, y ningún aficionado a los toros puede pretender que el astado lo pasa bien durante la lidia. Pero también es verdad que su especie no existiría si no se celebraran las corridas, porque el toro bravo se cría para ser lidiado. Tengo para mí que muchos de los antitaurinos usan de pretexto a los animales para esconder que las corridas se identifican con España y ellos no quieren saber nada de ella. Se han prohibido por el Parlamento catalán, donde la mayoría la tienen los partidos que quieren independizarse de España, y por un ayuntamiento, el de San Sebastián, donde gobierna Bildu, cuyas simpatías por ETA, y por tanto por separarse de España, están fuera de toda duda.

Con este panorama, es una buena noticia la que nos daba este periódico de que el Consejo Constitucional francés ha dictaminado que es legal que se celebren corridas de toros en localidades, como Nimes y otras, por que se trata de una "tradición ininterrumpida". En Francia la tauromaquia figura en el patrimonio cultural. Es paradójico que muchos de los que pusieron en circulación aquí en España, importándolo de Francia, el lema "se prohíbe prohibir", en cuanto tienen ocasión no se olviden de prohibir. Tengo un sobrino que fue matador de toros y con él he aprendido dos cosas: una, lo mal que se pasa cuando el que torea es un familiar tuyo, y dos, que le sobran clientes en la academia taurina que ha montado, no para maletillas, sino para personas de todas las edades, que quieren aprender a torear, aunque sea toreo de salón, porque creen que el toreo no se debe perder.

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