Asegurar el futuro de la OCG

Ha faltado -sigue faltando- voluntad política suficiente para garantizar la pervivencia de esta institución cultural

No, no se trataba de un lujo. Ni mucho menos. Que Granada tuviese una orquesta cuando de siempre había tenido vocación de ser ciudad de la Cultura, en el conjunto de ciudades cultas; al menos de España y -desde luego- de Europa; era una condición imprescindible que, desde hace más de seis lustros, fue así entendida por los que conformaban las instituciones locales, provinciales y autonómicas.

Se generó una verdadera diatriba cuando el que fue alcalde, Antonio Jara, hizo pública la pretensión; que además de él mismo tuvo otros varios padres; de dotar a la ciudad de una orquesta, una buena y nutrida orquesta de cámara. Esa misma idea, nada más ser lanzada al aire de Puerta Real creció antes de nacer y se fueron uniendo al Ayuntamiento otras instancias cuyas corporaciones; por verdadera convicción, por imagen o por simples razones políticas, léase oportunismo; auparon la primigenia ocurrencia, añadiéndole a la misma vientos de madera y de metal, percusiones y todas aquellas otras familias instrumentales que vienen a componer una verdadera orquesta sinfónica, naciendo así lo que hoy es una gozosa y magnífica realidad, probablemente mucho más entendida, comprendida y admirada fuera que dentro de Granada.

Aquí -aún- hay quien llega a considerarla un lujo excesivo para nuestra economía local y luego -o al mismo tiempo- se le llena la boca presumiendo del eminente carácter cultural de la ciudad o defendiendo la conveniencia de luchar donde y como haga falta para que Granada sea reconocida como "Capital Cultural de Europa". Son las dicotomías contradictorias de esa Granada paradójica que pontifica por las esquinas sobre cualquier cosa o asunto, llenándonos de miedo con su exceso de solemnidad y su falta de conocimientos. Los "listos" de siempre…

Los músicos, a lo largo de estos años, han hecho lo que debían: labrar un conjunto compacto, equilibrado, plástico y redondo que viene llenando de prestigio al nombre y a los habitantes de Granada y su provincia. Pero ha faltado -sigue faltando- voluntad política suficiente para respaldar -y no con palabras sólo- a la Orquesta Ciudad de Granada, garantizando la pervivencia de esta institución cultural y la merecida tranquilidad económica y profesional de sus miembros. Y no que están al socaire de los gobernantes de turno, de aquí o de allá, ahora todos del mismo signo político. Que ya va siendo hora… ¿O no?

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