tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

Asignatura pendiente

TAL vez no alcancemos a escuchar a los jóvenes que hablan en las plazas. Hace días le pregunté a un alto funcionario sobre el movimiento 15-M y, sin pensarlo, lo redujo a un problema de orden público. Lamentábamos la apatía política de las nuevas generaciones y, cuando piden paso, algunos les mandarían los antidisturbios. ¿No eran los jóvenes más preparados de todos los tiempos? Tan cierto como que enfrente tienen a los peores políticos de los últimos treinta y cinco años.

Se exhibe con orgullo, entre los logros de la democracia española, la alta tasa de estudiantes universitarios. Son de otra raza, dicen, de la raza que el saliente Zapatero asoció a Nadal, Alonso, Torres… Estudian idiomas, viajan por el mundo, se homologan con sus coetáneos europeos y podrían terminar siendo más competitivos en el extranjero que en su país. La incertidumbre que nubla sus ilusiones intuye un peligroso exilio, que transfiere fuera de España el esfuerzo de años. En esa fuga no deseada, menos cruel que la de analfabetos con maletas de cartón, se perderá a los mejores.

Las cámaras de los medios han sobrevolado las plazas de la protesta con un zoom que capta más el detalle aislado que el conjunto. Allí están esos jóvenes -nuestros hijos-, pero apenas se les ve. Lucen más los perroflautas que quienes componen la partitura del cambio. Hablan los expertos y los pedantes y todo lo reducen a un fenómeno sociológico. Calculan su declive y anuncian que los sarampiones pasan. Algunos, incluso, plantean terapias de marketing para favorecer el regreso de los descarriados al templo. Estas protestas, dice Goldman Sachs, reclaman medidas como las que recomienda el FMI al Gobierno de España… Se compara el 15-M con el M-68 y se establecen todo tipo de conjeturas, con la misma óptica que fue incapaz de ver la crisis o intuir que, bajo el silencio de las nuevas generaciones, había una observación del fraude antidemocrático de lo políticamente correcto…

Quienes creen -cada vez menos- que abandonar las acampadas es abortar el debate, no han descubierto el valor de las ideas. El 15-M es, sobre todo, la constatación de una generación viva, aunque se muestre torpe al saltar de la nada al imposible todo, de la inexperiencia a querer escribir la Historia. Un movimiento con tantos jóvenes indignados deberá pasar por el tamiz crítico de la realidad, mucho más compleja y diversa de lo que imagina el candor voluntarista. Por la reflexión que dé coherencia y pluralidad a sus propuestas. En toda Europa, muchos piensan que la indignación será la asignatura con más horas lectivas el próximo curso.

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