Crónica personal

Pilar Cernuda

Ave fénix

HA ganado en Pensilvania, Hillary ha resurgido de sus cenizas como el ave fénix. De nuevo aparece ante la opinión pública como una posible candidata a ocupar la Casa Blanca, otra vez ha encontrado hueco entre los que encabezan la lista, después de semanas an las que aparentemente sólo había dos contrincantes, MacCain y Obama, semanas en las que el candidato de color amasaba una auténtica fortuna en donaciones mientras Hillary se las veía negras para cuadrar las cuentas, en las que Obama hablaba de Hillary con distancia, ninguneándola.

En política nunca se puede cantar victoria hasta que se recuenta el último voto de las últimas elecciones. Ha dicho Hillary que no se rinde ante la adversidad y hace bien, porque sólo ganan los que nunca se dieron por vencidos. Tiene a su favor que Obama no alcanza el número suficiente de delegados para asegurarse la nominación. Los "superdelegados" podrían encontrar así más justificación para apoyar a Hillary en el momento clave, la convención, si ella va un poco por delante o le pisa los talones a un Obama cuya fuerza está en su capacidad de entusiasmar a un pueblo americano harto de Bush, de la política de Bush, de la crisis económica que no supo prever el equipo de Bush, y harto de que la imagen de Estados Unidos se haya venido abajo por culpa de las decisiones equivocadas de Bush en el escenario internacional.

Hillary no tiene la calidez de Obama y tampoco la de su marido, Clinton. No cuenta con el apoyo masivo de los millones de afroamericanos que se vuelcan con Obama, no solamente porque les gusta lo que dice sino porque ven por primera vez una posibilidad cierta de que un negro mande en la Casa Blanca. No cuenta tampoco con el apoyo de las estrellas de Hollywood consideradas más progresistas, ni tampoco de los empresarios más carismáticos, que se han inclinado por Obama o por un McCain con discurso muy distinto al de Bush y que busca el equilibrio entre el patriotismo y una actitud liberal ante las grandes cuestiones sociales. Entre dos colosos de atractivo personal y dialéctico, Obama y McCain, Hillary se ha movido con desigual fortuna a pesar de que salía con la aureola del ganador. Respondió con vigor cuando le aconsejaron que tirara la toalla, rechazó la posibilidad de formar ticket electoral con Obama, cambió de equipo cuando le vinieron peor dadas para intentar una nueva línea de actuación, pateó ciudades y pidió el voto puerta a puerta inistiendo en que todavía era posible la victoria.

La política es así: nadie queda fuera de la carrera a no ser que decida retirarse de ella; al final siempre puede haber sorpresas. Que lo tengan en cuenta quienes, en España, dan por retirado o retirada a quienes aparentemente han abandonado la lucha: sólo han dado un paso atrás. Para resurgir en pocos años con más fuerza.

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